El guardián
de la fuente
Ramón Díaz-Marzo
HABANA VIEJA, agosto (www.cubanet.org) - "Yo me llamo Ramón.
Vivo en la calle Empedrado esquina Villegas. Tengo un hijo de 17 años.
Soy mulato, tirando a negro. Mi casa hace 20 años está declarada
inhabitable. Yo digo mi casa, pero en realidad se trata de un edificio donde
viven demasiadas familias y todos los cuartos están en peligro de
derrumbe.
"El otro día yo venía caminando por la calle de los
Obispos. De repente un anciano posó su mano sobre mi hombro y dijo: '¡Nosotros
sí que nos mantenemos!, ¿verda´ compa? Yo tengo 74 años
y mira lo fuerte que estoy. Tú andarás por la misma edad y mira lo
fuerte que estás'. Y yo le contesté al anciano: 'Tengo 72 años'.
Y el anciano exclamó: '¡Mira qué bien estás! ¡No
aparentas tener tantos años! El anciano continuó su camino
pensando en su fortaleza y la mía. Pero en realidad mi edad es 54 años.
"En estos momentos parezco un viejo porque recientemente estuve
enfermo, pero ya me recupero. Yo mismo descubrí cuál era mi
enfermedad. La piel se llenó de llagas. Cuando fui al médico de la
familia la doctora, que tiene pelos debajo de la barbilla, dijo que era sarna.
Me extendió un certificado por 30 días de descanso y me recetó
Benzoato de Bencilo. Cuando salí de la consulta no estaba de acuerdo con
el pronostico de la doctora. No hacía ni 24 horas me había comido
una lata de pescado, de ésas que vienen con jurel entomatado de Chile, y
se lo dije. Y recordé la noche que abrí la lata hundiendo en la
tapa mi cuchillo. La lata silbó y echó una espuma. Estuve a punto
de botar el jurel, pero tenía hambre y no había más
alimentos.
"A esa doctora nunca le he caído bien. ¿Qué puedo
esperar de una doctora que tiene pelos bajo la barbilla? Así que al
llegar a mi cuarto me puse a buscar en un cajón frascos de medicina que
guardo. Yo soy un hombre precavido. Guardo cosas que no parecen necesarias. Pero
siempre llega un día en que son necesarias. En el cajón encontré
Benadrilina y antiestamínicos. Después de tragarme las pastilllas,
al siguiente día las llagas en la piel estaban desapareciendo. Yo no tenía
sarna como dijo la doctora. Lo que tenía era una intoxicación
producida por el pescado en conserva pasado de fecha. El hambre me hizo olvidar
algo que siempre hago: mirar la fecha de vencimiento que tienen las latas. Además,
era la lata de jurel que le venden a la población cada tres o seis meses
y hubiera sido un crimen no comérmela.
"A mí esa intoxicación me cogió fuera de base
porque tenía las defensas interiores de mi cuerpo en baja. Esta baja de
las defensas se la debo al trabajo que realizaba. Era un trabajo donde
aparentemente no había que sudar la frente; pero sí, al final, un
día, cuando saqué mi cuenta, había que sudar la frente.
"Mi trabajo consistía en atender una fuente de agua que se ha
construido recientemente en el antiguo parque comprendido entre las calles de
Teniente Rey, Muralla, San Ignacio, y Mercaderes.
"Tenía que ir a las 8 de la mañana a encender el motor de
la fuente y apagar las luces del parque. Después, a las 6 de la tarde,
regresaba para apagar el motor de la fuente y encender las luces del parque.
"Al principio el trabajo me gustó. Era fácil ese ir y
venir. Yo estaba trabajando allí por una amistad. En realidad soy
relojero y sólo me faltan 6 años para jubilarme. Entonces conseguí
la plaza de guardafuente y respetaban mi sueldo histórico de 300 pesos
(M/N).
"Cuando llevaba varios años de guardafuentero comenzó a
suceder que, tanto en la mañana como en la tarde, cuando llegaba el
momento de tener que salir de mi casa para ir hasta la fuente, el trabajo se me
convirtió en una pesadilla. Entonces el trabajo lo estaba haciendo mi
mente: la preocupación de ese ir y venir, de no quedarme dormido en mi
cuarto.
"Por ejemplo, había tardes que yo echaba mi siestecita y de
pronto despertaba asustado y miraba por la ventana la claridad del día y
pensaba que había estado durmiendo toda la noche y la fuente había
estado echando agua con las luces del parque apagadas. Esa preocupación
comenzó a desbaratarme los nervios.
"Un día me puse a sacar la cuenta de la cantidad de cuadras que
tenía que caminar hasta la fuente. Entre mi casa y la fuente hay 13
cuadras para ir. No tenía día de descanso. Y como en un mismo día
tenía que ir a la fuente dos veces, yo caminaba cada 24 horas 52 cuadras.
"El día que le llevé a la jefa de personal el certificado
por 30 días y le conté cómo la doctora con pelos debajo del
mentón había diagnosticado sarna, y cómo yo me estaba
curando con Benadrilina, y le dije que prefería continuar trabajando,
porque si me tomaba aquel descanso solo me pagarían el 70 por ciento de
mi sueldo. Ella comprendió y me dijo que continuara trabajando y que
aquel certificado quedaba fuera de lugar.
"La intoxicación desapareció y yo continué de
guardafuente un par de meses más. Ahora, hace unos meses que dejé
ese trabajo y me gano la vida en mi casa arreglando relojes y haciendo todo tipo
de inventos.
"Por ejemplo, hoy mismo me busqué 200 pesos (M/N) con un tipo
que se presentó en mi casa buscando algunas piezas para una bicicleta que
está armando. Compró un timón que un día encontré
al lado de un tanque de basura; compró una catalina, un pedal, y dos
guardafangos. A mí me gusta guardar cosas. La gente bota cosas que tienen
utilidad. Claro, tener un trabajo fijo es importante. Ya el otro día me
encontré con la jefa de personal y ella, que es mi amiga, me preguntó
cuándo me incorporaba al trabajo. Me dijo que la plaza de guardafuentero
no se la han dado a nadie y están esperando por mí".
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