Pepe Ginebra,
según Luque Escalona
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, agosto (www.cubanet.org) - Por uno de esos episodios que contaré
cuando mi hijo me haga abuelo, cayó en mis manos un ejemplar del miamense
Diario Las Américas del 19 de mayo, en el cual el periodista exiliado
Roberto Luque Escalona comentó el aniversario de la muerte de José
Martí, ocurrida ese día de 1895.
Luque Escalona, bajo el título Pepe Ginebra, hizo alusión al
apodo aquí y acullá endilgado al mayor de los cubanos, diz que por
su afición a ese licor, lo cual hace pensar en un Martí de paso
trastabilante y lengua enredada que ante los tabaqueros de Tampa pronunció,
a punto de caer del estrado, la única frase capaz de enrumbar a Cuba por
las alamedas del desarrollo sostenible y humano: "Con todos y para el bien
de todos".
Cientos, si no miles de anécdotas documentadas y no tan documentadas
existen sobre la vida privada de José Martí. Que si la ginebrita
de marras, que si una titimanía pedofílica y guatemalteca, que si
a puro verbo florido ensartó las entrepiernas de un batallón de
respetables señoras, casadas y no casadas. En fin, el diablo colorado,
hasta amenazado con ser llevado a juicio por no pasarle pensión
alimenticia al Ismaelillo.
Aún en Cuba, donde a estas alturas parece pecado capital cantar las
estrofas de sus Versos Sencillos al ritmo de un guaguancó, las mulatas
desenfrenando lo que nunca tienen muy embridado, aún aquí, diríase
que abundan las reticencias para acabar de reconocer con pelos y señales
cuán importante fue en la vida de José Martí una tal Carmen
Miyares. No la señora esposa de Don Pepe.
Ni Roberto Luque ni Manuel David Orrio van a tomarse la molestia de
contabilizar cuántas discrepancias de fondo y forma adornan sus
respectivas visiones de la realidad cubana. Mas nobleza obliga. Porque a propósito
de José Martí y en su Pepe Ginebra, Luque hundió hasta la
mano un lúcido dedo en ciertas llagas del ser nacional. "La envidia
y su hermana la mezquindad son como el pato de Aflac: aparecen en los lugares y
situaciones más disímiles: lo mismo en una sauna que en una montaña
rusa. No sé cómo andará la existencia de esos materiales en
otras naciones, pero entre los cubanos es alta. Me temo que demasiado alta. Esa
abundancia ha sido uno de los factores que generaron nuestra tragedia",
apunta el columnista de Diario Las Américas.
Roberto Luque contrapone las innegables virtudes de José Martí
como escritor y político a los supuestos vicios de simple ser humano que
le atribuyen, y de paso le emplea de típico ejemplo para llamar la atención
sobre una identidad nacional signada por carencias morales de alto calibre. Él
menciona envidia y mezquindad. Yo sumo intolerancia. Mucho más de lo
aceptable he encontrado entre compatriotas tres irregularidades: no se discrepa
de la idea opuesta, se la desconoce o desautoriza con el clásico "está
equivocado" o "usted está loco". Si la idea opuesta
dispone de artillería pesada en argumentos y raciocinios, entonces se
trata de desacreditar al promotor mediante juicios al estilo de "asalariado
del imperialismo" o "agente de la Seguridad del Estado", cuando
no se advierte a sotto voce que el tipo le hace agujeros a las gorras para dejar
pasar los cuernos que le pone la mujer.
Finalmente, un debate entre cubanos puede parecer un concurso para ver quién
desbanca a quién del monopolio de la palabra. Una vez conté, en
una discusión entre compatriotas, el empleo en 42 ocasiones de la fórmula
"perdona que te interrumpa". Y el debate concluyó a golpes.
Martí debe de haberse sentido feliz de que le llamaran Pepe Ginebra y no
Pepe Mariposa, ya que le dio por eso de los versitos.
Ejemplos de esas carencias ofrecen a diario infinitas manifestaciones de
doble moral, Morro afuera y Morro adentro. En La Habana miles de personas
marchan sin creer; y en Miami, entre vivas a la Ley Helms-Burton, cualquier
cantidad de dinero se remite a los familiares residentes en Cuba. Por eso, vayan
mis respetos para esos cínicos yankees que quieren viajar a Cuba y hasta
comerciar, en nombre de sus muy concretos intereses. Sinceros son, por lo menos.
Pepe Ginebra, como apodo endilgado a José Martí, se erige en símbolo
ilustrativo de cómo somos los cubanos en verdad y de cuánto
merecemos cuanto padecemos. Ahora mismo, exactamente ahora mismo, existen
motivos para pensar que el futuro de este país se decide en Washington,
como razones hay para opinar que el día de mañana, en un escenario
de presuntas libertades, Cuba estará más cercana a la Rusia de
Yeltsin ¿o Putin? que a una Costa Rica. Porque Suecia o Dinamarca, admitámoslo
honestamente, suena a reinos perdidos entre la bruma de las generaciones.
Soñar a Cuba como nación madura exige una intención
autocrítica general, nada visible por ahora, y dirigida por máxima
tan simple como ésta: "No desees, ni hagas al otro, lo que no
quieres para ti". Sueño como éste implica tener el valor de
echar abajo el altarito de la "mitología nacional", recurso de
primera para inducir desde estribor o babor una visión distorsionada de
la Cuba de hoy, que a la postre conduce a la eterna repetición del error.
Pepe Ginebra llegó a las cumbres de su gloria porque supo soñar
con los pies sobre la tierra, armado además de una paciencia envidiada
por los capos del Barrio Chino de La Habana. Como a Roberto Luque, su muerte
prematura de soldado bisoño me parece absurda. Sin embargo, no lo fue.
Dios no otorga por mucho tiempo semejante bendición de hombre a pueblo
que no lo merece. Y a buen entendedor, pocas palabras.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|