A paso de
bastón: fobias agostinas
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, agosto (www.cubanet.org) - Si la editora de CubaNet se me enoja,
allá ella. Pero este condenado mes de agosto en la Cuba de Fidel Castro
invita a cualquier cosa menos a aporrear la máquina de escribir. Sólo
el vicio de contar historias motiva que a más de treinta grados centígrados
a la sombra persista en el oficio.
A las once de la mañana del 5 de agosto un silencio característico
inunda el pasillo del edificio donde resido; un silencio sólo matizado
por voces de vecinos, tal y como siempre ocurre cuando la oculta mano interrumpe
el servicio eléctrico en la barriada de Pueblo Nuevo.
Miro a través de la ventana; ni un soplo de aire agita las sábanas
colgantes del piso superior, en esa tradición habanera de exhibir las
intimidades a la luz del día, incluidas las encantadoras pantaletas de
una vecinita y los espantosos calzoncillos del marido. Las voces van, vienen, y
me traen recuerdos.
Un 5 de agosto de 1962 apareció muerta Marilyn Monroe; por algún
lado leí que dos días después desembarcó en Cuba un
contingente de tropas soviéticas, en uno de los tantos preludios de la aún
por estudiar en todas sus aristas Crisis del Caribe, la cual puso al género
humano al borde de la extinción. Por supuesto, las voces -y esta aparente
inmovilidad- no dejan de traer a mi memoria el "maleconazo" del 5 de
agosto de 1994, y todo cuanto ocurrió en La Habana a consecuencia de éste.
Por cierto, confieso que entonces no estuve entre quienes gritaron "¡Libertad!"
La verdad, la pura verdad, es que me gradué de campeón mundial de
ciclismo, en dirección contraria a los acontecimientos.
Un recuerdo del 5 de agosto fue ver pasar por la Avenida de Carlos III a
tres camiones cargados de policías antimotines, todos ataviados con esos
remedos de armadura medieval propios de tales gendarmes. A veces he pensado que
se trató de una alucinación; a veces, he sentido la impresión
de ser un hereje a quien la Inquisición "muestra los instrumentos",
aunque un sicólogo amigo me aconseja no inquietarme. El atribuye mis
fobias agostinas a malas combinaciones astrales y no a trastornos de
personalidad. Yo, más o menos paranoico, no ceso de argumentarle que ser
periodista independiente es indicio de locura. Pero él no me cree. Afirma
que todos mis padecimientos tienen por origen el llamado "síndrome
del emergente", según el cual, en sociedades patológicas
quien se rebela es el cuerdo.
Entretanto, además de voces y recuerdos, llegan anécdotas. Mi
esposa tiene una compañera en el empleo a la cual llaman "La
pelotera". No por practicar béisbol, sino porque cuando sale de su
hogar en horas muy tempranas de la mañana, rumbo al trabajo, carga con un
bate que ya una vez le salvó de un violador y de vez en cuando ahuyenta a
los llamados exhibicionistas impúdicos. Todo un espectáculo ver a "La
pelotera" llegar al empleo sobre puntiagudos tacones y señorial
bolso a la mano... y el bate al hombro. Tal como si Babe Ruth hiciera de
Tootsie.
A "La pelotera" le celebraron el cumpleaños el día
4. Sus compañeras hicieron una colecta y compraron un cake en una dulcería
clandestina cercana a una conocida iglesia de Centro Habana, a su vez colindante
con uno de los más florecientes comercios de artículos de brujería
de la capital. Pero a mitad de camino se produjo un resbalón femenino y
el cake fue a dar al piso, exactamente frente a un grupo de ancianos que
esperaban para almorzar en una suerte de restaurante para personas de muy bajos
ingresos, de ésos sostenidos por el Estado.
Por supuesto, las damas ni iban a recoger el pastel ni iban a dejar sin ágape
a "La pelotera". Así que retornaron a la dulcería y,
tras regatear un poco y desplegar los encantos del caso, adquirieron otra tarta.
Cuando volvieron a pasar frente al grupo de ancianos, vieron que el cake
abandonado no estaba. Nadie habló, nadie comentó. Los rostros de
los viejitos expresaban una satisfacción celestial; uno de ellos, aún,
se chupaba los dedos.
Dirá mi sicólogo que mis fobias agostinas son injustificadas.
Pero demostrado está que agosto, en Cuba, se las trae. Hasta los
desaparecidos pueden reaparecer. Robertico Robaina, por ejemplo. Pero a ése
lo dejo para otro momento. A Dios gracias, la mano oculta acaba de restablecer
el servicio eléctrico.
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