La otra cara
de la potencia médica cubana
Víctor Rolando Arroyo, UPECI
PINAR DEL RIO, agosto (www.cubanet.org) - Miguel Antonio Falcón Martínez
es, que se sepa, el único niño de la provincia cubana Pinar del Río
que padece la enfermedad que los médicos denominan porfiria eritropoyética
congénita. Mal que pudiera resumirse en el rechazo del organismo humano
al hierro, lo que causa serios daños a los órganos internos y
lesiones en la piel.
Durante sus tres años y diez meses de vida, a la agonía del
pequeño Falcón se ha añadido otro mal: la indiferencia
oficial ante el mortal padecimiento.
El niño reside con su madre y su hermano de seis años en un
recinto de apenas tres por diez metros, ubicado en Céspedes 357-A, en la
ciudad Pinar del Río.
Falcón ha recibido mensualmente más de una transfusión
de sangre en su cuerpo cubierto de llagas y en el cual se aprecian además
las consecuencias de la insuficiente alimentación que recibe. Al niño
no le refuerzan la dieta porque la enfermedad que padece es tan poco común
que no aparece en los listados del Ministerio de Salud Pública de Cuba.
Situación que no ha podido ser resuelta en más de tres años
ni con los reclamos de la madre, María Martínez García.
La piel de Falcón es muy delicada y Cuba tan calurosa que otro de los
problemas insolubles para la señora Martínez es que el medio donde
se encuentra el niño sea lo más fresco e higiénico posible.
Se agrava la situación porque el techo de la vivienda donde reside
esta familia está muy deteriorado. Es de vigas de madera y planchas de
asbesto-cemento, las cuales despiden mucho calor, que a su vez ocasiona escozor
en la piel del niño, quien se rasca continuamente con sus pequeñas
y deformadas manos. Por supuesto, las lesiones de la piel se infectan, agudizándose
el estado de Falcón.
"El aseo del niño se convierte en una dramática tarea,
pues a través de una tarjeta médica me permiten comprar dos
jabones al mes, pero su calidad es mala y no puedo comprar otros en las tiendas
dolarizadas. Mi situación económica es precaria", dijo la
madre de Falcón, que recibe del gobierno una ayuda de 28 pesos mensuales
(poco más de un dólar al cambio establecido por el gobierno).
Es cierto que le han facilitado la compra de algunos equipos electrodomésticos,
pero a precios que la han endeudado por años. Estos aparatos son parte de
los que le ocupan a los cubanos que emigran definitivamente del país, por
lo que nada le costaron al Estado.
La terrible vida de esta familia pinareña, principalmente del pequeño
Falcón, se agrava por la indolencia de los funcionarios locales y
contrasta con las demagógica propaganda política que difunde el
Partido Comunista, según la cual Cuba es una potencia médica
mundial.
Para apoyar este criterio el gobierno de Fidel Castro publica cifras de
extranjeros tratados en Cuba, mientras nacionales como el niño Miguel
Antonio Falcón Martínez reciben, en el mejor de los casos, un
servicio de cuarta o quinta categoría.
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