Las trampas
del oficio
Ramón Díaz-Marzo
HABANA VIEJA, agosto (www.cubanet.org) - Este 17 de agosto del año
2002 cumplo 5 años de estar vinculado al periodismo independiente cubano.
La palabra "vinculado" no es gratuita. Porque a esos 5 años hay
que restarle 348 días: que son 11 meses, 2 semanas y unos días.
Los 348 días de ausencia al periodismo independiente hay que
dividirlos en dos capítulos, correspondiente el primero a los 129 días
que estuve escribiendo "Cartas a Leandro" después que me separé
de Cuba-Press; para luego entrar en CubaNet gracias a las gestiones de mi colega
Manuel Vázquez Portal.
El segundo capítulo de ausencia se llevó 219 días, y
fue a raíz de la promulgación de la Ley 88 que solicitaba para
nosotros la fantástica cifra de 20 años de cárcel por
escribir la verdad sobre Cuba. De manera que hasta julio del próximo ano
2003, sin trampas, es que habré alcanzado un lustro de estancia en la
prensa independiente.
De cualquier manera no ha sido fácil llegar hasta aquí. Por
ello, de las anécdotas que guardo, les contaré un suceso
correspondiente al primer semestre del ano 1998.
Al principio, cuando me afilié a la agencia Cuba-Press, un poeta
cubano "amigo mío" hizo algo desacostumbrado: subió los
59 escalones que conducen a la puerta de mi habitación. El objetivo de su
visita era que inmediatamente lo acompañara a su casa donde un "amigo"
suyo, con poderosas relaciones con un extranjero, estaba reclutando a cubanos
escritores para conformar una revista sobre el turismo en la capital habanera.
Se me dijo que el extranjero, hospedado en el Hotel Nacional, disponía
de capital para subvencionar la revista y entregarle un jugoso anticipo a los
futuros colaboradores de la peregrina idea.
Por curiosidad fui con este poeta hasta su casa; especialmente por el fervor
que le infligió a sus palabras cuando me rogó que lo acompañara.
Es mucho lo que podría decir del "personaje" cubano que nos
aguardaba y tenía el contacto con el supuesto extranjero.
Desde las primeras ojeadas comprendí que me encontraba frente a uno
de esos delincuentes o estafadores que uno ha visto en las películas
norteamericana que la televisión cubana proyecta los sábados en la
noche, y que son personajes utilizados por la policía.
Mi escudo, a la media hora de estar metido en la jaula, fue decirles (había
en la reunión del cuarto del poeta otro individuo) que la idea me
interesaba, pero como miembro de Cuba-Press tendría que consultar el
asunto con su director, Raúl Rivero.
Por supuesto, nunca perdí mi tiempo en contarle a Raúl, ni a
nadie, los avatares de aquel incidente. Es en este texto la primera vez que
hablo del asunto. No obstante, no podría afirmar que detrás de la
burda escena se encontrara la mano invisible de la policía política
cubana intentando enredarme en las patas del caballo. Antes de marcharme de la
reunión les dije que al siguiente día, a la misma hora, me
esperaran en el mismo lugar (la habitación del poeta), y pasados 5
minutos de la hora fijada para la cita consideraran mi ausencia como que la
proposición no me interesaba; y, por ende, nuestra breve relación
llegaba a su fin.
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