Ilusiones
perdidas
Miriam Leiva
LA HABANA, julio (www.cubanet.org) - Alcibiades Hidalgo llegó en una
embarcación a las costas de Florida, Estados Unidos de América.
Ventitrés jóvenes cubanos pidieron asilo en Canadá,
aprovechando que eran miembros de una delegación de 200 personas que la
Iglesia Católica de Cuba envió a participar en ciertas jornadas
religiosas presididas por el Papa Juan Pablo II. Ambas noticias ocurrieron
simultáneamente con los actos gubernamentales para conmemorar el 49
aniversario del asalto al cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953.
En realidad, desde el caso Elián, el balserito cubano devuelto a su
padre por las autoridades estadounidenses, este tipo de suceso no era noticia en
la prensa internacional. Ahora son cotidianos.
Pero, ¿cómo compaginar la perenne evasión con los actos
multitudinarios y las estrepitosas votaciones de junio pasado?
Quizás los cubanos vivamos en el mundo real maravilloso que describió
Alejo Carpentier o tengamos espejismos congénitos.
¿Cuánto intelecto se pierde en Cuba diariamente? ¿Cuántos
cubanos son convertidos en no personas? ¿Cuántos carecen de
ilusiones, de esperanzas, y deciden jugarse la vida en el Estrecho de la Florida
o procuran cualquier otra oportunidad para huir?
No importa la edad. Padres involucran a niños pequeños en la
aventura. Jóvenes tratan de escapar. Ancianos buscan agotar sus últimos
días junto a los hijos que una vez siguieron igual derrotero.
El caso de Alcibiades Hidalgo sonó únicamente en los medios
cercanos a su labor cuando fue defenestrado de su cargo, nada menos que como
embajador del gobierno ante la ONU, en New York. En realidad, pocos supieron las
verdaderas causas, como suele ocurrir. Lo cogió el "plan pijama",
según se mofa sobre la persona que es sacada abruptamente de su puesto y
es enviada a su hogar a esperar por tiempo indefinido cuál será su
futuro. Al parecer, se trató de dorar su pijama ubicándolo de
periodista en el semanario Trabajadores donde, según se dice, sólo
figuraba en la nómina y sus artículos no eran solicitados.
No resulta difícil imaginar el calvario de Alcibiades. Aquéllos
que antes lo encumbraban, que otrora decían ser sus amigos y hasta sus
vecinos, de pronto, se viraban a su paso para no ser contaminados con sus
problemas, para no poner en peligro sus propios progresos.
A quien con 48 años, en plena capacidad intelectual y física,
le sucede eso, se resiste a vegetar hasta no se sabe cuándo. Si además
se tiene criterio propio y amor a la patria no se puede permanecer incólume.
No se sabe qué fue de la vida de Alcibiades durante estos ocho años
de olvido. No tomó el camino de la oposición interna, pero no todo
el mundo encuentra iguales senderos ni existe una fórmula única ni
exclusiva.
Cubanos son echados de sus empleos a diario por pérdida de la
confiabilidad política. No se trata siempre de hechos relevantes. Bastan
simples opiniones contrapuestas a las esperadas. Ellos son anónimos, pero
padecen arbitrariedades que también dañan a sus familias.
En ese ambiente bastante incomprensible para un visitante extranjero que
muestre sensibilidad por nuestro batallar diario, también se insertan los
cubanos que no han tenido problemas pero que no ven futuro en un sistema que les
impide el libre desarrollo de sus potencialidades creativas, ya sean manuales o
intelectuales, o que una vez graduados, hasta de la universidad, recibirán
ínfimos salarios.
Lamentablemente, esta falta de futuro causa que buena parte de la juventud
cubana rechace los estudios superiores, con lo que limitan sus conocimientos y
oportunidades de trabajo cuando sobrevengan los cambios en el país.
Acá se ha inducido a creer que si no le gusta el sistema se debe
buscar otro en el exterior. Como el de aquí es incambiable, o se resigna
o se va. Por ello resulta perfectamente comprensible que los 23 jóvenes
católicos aprovecharon la oportunidad, quizás única, para
emprender el viaje sin retorno.
Por supuesto, ninguna de estas dos noticias que hoy recorren los medios
internacionales ha sido difundida en la prensa cubana, aunque se comenta sobre
los hechos por todas partes y hay muchos que los envidian.
Ojalá no esté lejano el día en que las circunstancias
cambien y los cubanos, todos, permanezcan aquí construyendo una patria próspera
"con todos y para el bien de todos".
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