Guanabo
beach: desierto dolarizado
José Izquierdo, Grupo Decoro
GÜINES, agosto (www.cubanet.org) - Llegué como uno de tantos
cubanos que esperan el arribo del verano para disfrutar de los refrescantes baños
de mar, uno de los poquísimos pasatiempos a los que tenemos cierto
derecho los nacionales, debido al apartheid turístico que nos impuso el
comunismo tras la caída del muro de Berlín al final de los
ochenta, cuando comenzó el período especial en Cuba.
Delumbrado quedé al observar el nivel de deterioro existente en el
popular balneario de Guanabo, al este de la capital.
Inmensos ríos de aguas albañales corren velozmente por las
calles y avenidas para desembocar en la playa. El mar es la primera víctima
de la contaminación. Después le siguen la flora y la fauna marina.
Por último, los bañistas son blanco de la materia tóxica.
Además, no hay árboles donde las personas puedan guarecerse
del sol.
Caminando por la orilla del mar tuve que sortear numerosos objetos punzantes
para que no me atravesaran los pies. La gente arroja cualquier cosa: botellas,
latas de refresco... Los funcionarios a cargo de mantener la playa en orden no
velan porque sean recogidos estos peligrosos desechos.
Busqué un establecimiento donde calmar la sed, pero mi gestión
fue en vano porque no hay ni un solo sitio donde comprar alguna bebida o beber
un vaso de agua fría.
Sólo en ciertos comercios estatales hay agua a temperatura ambiente,
muy caliente.
Me detuve, miré a mi alrededor e introduje una de mis manos en uno de
los bolsillos del pantalón. Saqué el único fula (dólar
en el argot popular cubano) que tenía y me dirigí al oasis
dolarizado. Le pedí un refresco bien frío y el hombre me expresó
que se podían tomar, pero que no estaban fríos.
Luego, cuando salí del kiosko, salí del desolado lugar y sin
pensarlo dos veces me dirigí hacia la concurrida parada de la ruta 400.
Pensé en lo contradictorio que es el pueblo cubano, que dijo sí
a las reformas constitucionales que eternizan el sistema comunista, que desfiló
por todo el Malecón habanero hasta la sede de la Sección de
Intereses de Estados Unidos de América en Cuba para rechazar las palabras
del presidente George W. Bush del 20 de mayo, pero que días después
se aprestaba a movilizarse por los rumores de éxodo hacia ese país
vecino con el propósito de lanzarse al mar para cruzar el Estrecho de la
Florida, deseoso de que se abra una vez más la válvula de escape
para salirse del manicomio desbordante.
También analicé profundamente por qué no se unió
el pueblo a la petición de referendum que es el Proyecto Varela, en mi
opinión única vía posible para alcanzar la reconciliación
y el bienestar de los cubanos. Y es que, decididamente, la respuesta es una
sola: el miedo, mezclado a la desinformación, ha sido el arma usada por
Fidel Castro para amedrentar cualquier signo de libertad que amenace su obsoleto
sistema, único culpable de las penurias por las que atraviesa el país
latinoamericano que mejores índices de bienestar mostraba antes de que el
comunismo, desgraciadamente, se apoderara de nuestra amada tierra.
Cansado, sudoroso e indignado llegué a la fila de la guagua,
convencido de que ni en dos horas regresaría a mi hogar, del cual salí
con la esperanza de disfrutar un día más de este encendido verano,
y al cual regresé tras vivir una agotadora jornada de desventuras en
Guanabo beach, un desierto dolarizado.
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