Por Mario del Carril para
La Nación Line. febrero 23,
2001.
Washington - La elegación del Council of Foreign Relations (CRF) que,
encabezada por David Rockefeller, se reunió cinco horas con Fidel Castro
el sábado pasado en La Habana estuvo integrada también por el
inversor Peter Peterson, presidente actual del CRF; Leslie Gelb, director de la
revista Foreign Affairs; William Rogers, ex subsecretario de Estado para Asuntos
Latinoamericanos; Mario Baeza, empresario cubano-norteamericano; Mark Falcoff,
latinoamericanista del American Enteprise Institute, y otros.
Por coincidencia, esta misión viajó después que se
produjo un pequeño revuelo en Washington acerca de una presunta resolución
"latinoamericana" sobre Cuba que sería presentada en la Comisión
de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, que comienza sus sesiones a mediados
de marzo en Ginebra. La posibilidad de esta iniciativa se conoció el 30
de enero por comentarios públicos del canciller de México, Jorge
Castañeda.
Sin duda, una resolución latinoamericana sobre Cuba auspiciada por México
tendría más influencia sobre el gobierno de Fidel Castro que la
resolución extrarregional patrocinada por la República Checa y
Polonia que fue aprobada el año pasado por la comisión y votada
por la Argentina. Nadie la podría descalificar como un producto de las "relaciones
carnales".
Ataque a la Argentina
La reacción cubana ante este proyecto se vio en el discurso de Castro
del 2 de febrero, en que Fidel ataca a la Argentina y atribuye a Estados Unidos
la gestión de la supuesta resolución regional. "Sé lo
que están haciendo nuestros vecinos -tronó Castro-: han enviado
sus embajadores a todas partes porque están buscando promotores."
El editor de Granma, el diario oficial del Partido Comunista Cubano, aclara
entre paréntesis en la versión oficial del discurso que los
vecinos a que se refiere Castro son los Estados Unidos. Pero esto es improbable.
En los últimos meses las nuevas autoridades mexicanas han visitado muchas
capitales latinoamericanas. En cambio, las autoridades estadounidenses solo
ahora se están haciendo cargo de sus funciones.
La reacción en Washington fue más calma. Por lo menos una
persona que puede llegar a tener influencia en el gobierno de George W. Bush y
que tiene experiencia diplomática desconfiaba de una resolución
latinoamericana en que Estados Unidos no participase directamente. Pero, ¿cuál
sería el contenido de una resolución latinoamericana?
Según Amnesty International, en Cuba no hay libertad de política
ni libertad de prensa ni libertad de asociación, y el gobierno suele
encarcelar decenas o centenas de disidentes por unos días para después
soltar a la mayoría de ellos con el fin de intimidarlos y controlarlos.
Esta es una práctica conocida que han utilizada gobiernos militares en
todo el hemisferio.
En 1981, en la Argentina, los dirigentes del Centro de Estudios Legales y
Sociales (CELS) fueron encarcelados por el gobierno militar. Estos dirigentes
fueron liberados gracias a la presión extranjera, en especial del
gobierno de Ronald Reagan, que estaba muy bien dispuesto hacia los militares que
gobernaban la Argentina porque eran "autoritarios" y no "totalitarios."
En resumen, en los años de la dictadura el movimiento de derechos humanos
argentino fue perseguido y fue apoyado solidariamente desde el extranjero sin
que se hiciera del asunto una cuestión política. Este es un hecho
innegable.
Víctimas de dos fuegos
Castro justifica sus prácticas represivas en Cuba por el
hostigamiento norteamericano y, últimamente, por el embargo económico
a la isla. De esta manera transforma todo disenso, ideológico o no, en "objetivamente
contrarrevolucionario". Del mismo modo nuestros gobiernos militares
justificaban sus violaciones a los derechos humanos porque creían que el
disenso y las ideologías que no compartían eran "subversivos."
Desde este punto de vista, una resolución latinoamericana sobre Cuba,
a la que podría sumarse Canadá, no puede pasar por alto las
violaciones de los derechos humanos en la isla, si ocurren, como es afirmado en
recientes informes de Amnesty International y Human Rights Watch, las mismas
organizaciones que denunciaban en el pasado violaciones de los derechos humanos
en la Argentina.
Una resolución latinoamericana tampoco puede ignorar el embargo económico
de Estados Unidos a Cuba. En primer lugar, el embargo castiga al pueblo cubano y
viola sus derechos humanos, que incluyen derechos económicos, con la
pueril esperanza de provocar un levantamiento contra Castro. En segundo lugar,
el embargo no es efectivo, y sólo le sirve a Fidel Castro para "justificar"
sus prácticas represivas. Tanto es así, que un experto
norteamericano ha dicho, después de visitar la isla, que Castro debe de
querer que el embargo no se levante.
Integrantes de la misión del Council of Foreign Relations tuvieron la
oportunidad de observar que a Cuba llega más de un millón y medio
de turistas por año y que alrededor de la industria del turismo se ha ido
creando una capa de capitalismo cuentapropista con raíces populares.
Hace más de treinta años, conversé en el aeropuerto
Logan de la ciudad de Boston con Bernard B. Fall, el corresponsal de guerra y
escritor de origen francés que murió unos meses después en
una emboscada en Vietnam. En aquella conversación, Fall dijo que resolver
el conflicto de Vietnam era más simple y costaba menos que pelear una
guerra. Su propuesta era dar a cada guerrillero del Vietcong 25 mil dólares
con el compromiso de que viviera seis meses en la Unión Soviética
y seis meses en Estados Unidos. Al cabo de esas estadas, el soldado campesino
volvería a Vietnam y elegiría libremente el sistema
norteamericano.
La idea de Fall era impracticable, pero expresa la esencia del conflicto de
la Guerra Fría, que no fue una guerra entre dictaduras de derecha o de
izquierda, ni siquiera entre ideologías. La Guerra Fría fue una
competencia entre sistemas de creación, producción y distribución
de bienes, que fue ganada por el capitalismo.
La razón por la cual el embargo económico a Cuba no sirve a
los norteamericanos que quieren debilitar a Castro es que no produce las
condiciones en que ese contraste entre capitalismo y economía
centralizada se pueda dar para cada cubano en Cuba. Al contrario, el embargo
produce condiciones políticas que favorecen a Fidel Castro y lo
transforman en el último caudillo latinoamericano que se opone al
extranjero y que todo el mundo quiere visitar.
Mario Del Carril es doctor en fiolosofía, coautor de los libros
Clinton, Claves para su Gobierno y Por qué se fueron (Emecé)
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