La relación México-Cuba, en la que los negocios serán
puntal en la visión de la presidencia gerencial, podría
experimentar un giro en la asamblea de la Comisión de Derechos Humanos de
la ONU. Una propuesta checo-polaca plantea emitir una nueva condena contra Cuba,
pero a iniciativa de Canadá y Chile se promueve un texto que condena a La
Habana por la violación de derechos pero reitera el rechazo al bloqueo
estadunidense... En abril se verá hacia dónde inclinará su
balanza el México foxista
Blanche Petrich. La
Jornada. México, D.F. jueves 22 de febrero de 2001.
En la residencia de la embajada mexicana en La Habana se desmontaron las
alambradas de púas que protegían sus muros desde el exterior. Los
solicitantes de visas ya no tendrán que esperar largas horas en la calle;
podrán formarse en el interior de la misión, en un área
especialmente acondicionada. Es un gesto, entre muchos otros, de la nueva era en
las relaciones México-Cuba, una relación, se dice, de brazos
abiertos y grandes expectativas. Una etapa en la que los negocios serán
un puntal importante, en la pragmática visión de la presidencia
gerencial.
Esa es, al menos, la intención expresa del presidente Vicente Fox.
Por eso en las cancillerías de ambos países gustan de recordar la "gran
empatía" que se produjo hace dos años entre Fox y Fidel
Castro, cuando el entonces gobernador de Guanajuato organizó una
megacomitiva de paisanos para viajar a Cuba.
Pero hay otros comentarios que matizan esta perspectiva. Quizá el más
ilustrativo fue la breve referencia que el Presidente hizo en una entrevista
televisiva momentos después de la cumbre ranchera con George Bush, el
viernes 16. Aceptó que Cuba fue uno de los temas hemisféricos que
se trataron, y que en esta materia "hay algunas diferencias de visión"
con Bush, ya que México no está de acuerdo con el bloqueo
estadunidense a la isla. Pero que si bien México desea recobrar el
terreno perdido en Cuba en comercio e inversiones, también está
dispuesto a "empujar" a ese país "a la democracia y los
derechos humanos".
Puertas adentro, en las oficinas de Tlatelolco se barajan algunas cartas que
podrían lastimar hilos muy sensibles de la política exterior
cubana.
Ginebra, en abril
Un primer acto podría ser el voto de México en la asamblea
anual de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Una iniciativa
checo-polaca con sello made in USA tiene ya los amarres necesarios entre un
bloque de países afines para emitir una nueva condena a Cuba por la
situación de los derechos humanos. Dos años consecutivos, en las
asambleas de 1999 y 2000, México modificó su voto en contra y se
abstuvo.
Pero a iniciativa de Canadá y Chile, este año se promueve un
texto "alternativo" que al tiempo que condena a Cuba por la violación
a los derechos humanos, reitera el rechazo al bloqueo estadunidense en el
entendido de que se trata de "un justo balance". El cabildeo entre los
diplomáticos liberales de Ottawa y Santiago ha sido intenso entre sus homólogos
latinoamericanos. Para ellos, ninguna adhesión sería tan preciada
como la de México, dado el enorme prestigio que conserva aún la
diplomacia mexicana en el mundo, pese a las ambigüedades y retrocesos
acusados en los últimos años.
Inicialmente, los patrocinadores del texto "alternativo"
intentaron consensar con Praga y Varsovia pero, a decir de un diplomático,
"éstos ya iban encarrerados" en su condena sin matices y no fue
posible negociar nada. En esa etapa del cabildeo, el canciller Jorge Castañeda
se mostró muy entusiasmado con la idea de apoyar la iniciativa
chileno-canadiense. En abril se verá hacia dónde inclinará
su balanza el México foxista.
Los "amigos cubanos", por lo pronto, han dejado claro que para
ellos las menciones condenatorias en Ginebra son "una agresión"
y que el voto mexicano contra Cuba es un asunto muy sensible. "Derrotar las
resoluciones anticubanas en la Comisión de Derechos Humanos en la ONU es
la prioridad número dos de la política exterior cubana, después
de la primera, que es resistir el bloqueo", sostiene el canciller Felipe Pérez
Roque.
Son varios los factores que finalmente inclinarán la balanza de México
hacia uno u otro lado. Antes de la reunión Bush-Fox, el embajador
mexicano en La Habana, Ricardo Pascoe, estimaba que si México no se
sumaba a ninguna de las dos iniciativas de condena a Cuba y mantenía su
voto de abstención, podría provocarse un enojo "perdonable"
en Washington. Pero después del "aderezo" que Bush aportó
a la reunión binacional en el rancho de San Cristóbal, el
bombardeo a Irak, puede ser que esa percepción de un "costo
manejable" sea reconsiderado. Efecto disuasorio le llaman a este tipo de
presión.
Por otra parte, en el "nuevo México" el Senado tiene la
facultad de sancionar las líneas de la política exterior. Y la Cámara
de Diputados ha adelantado, por boca de su presidente, el panista Ricardo García
Cervantes, que recomendará "votar a favor de Cuba" en la sesión
de abril.
México en la era posCastro
También es posible que se imponga la visión de largo plazo que
estima que México no debe ceder a las presiones estadunidenses en el caso
Cuba en Ginebra y debe mantener su voto de abstención, en beneficio del
papel estratégico que este gobierno pretende jugar en la transición
cubana. Sí, la era posCastro sobre la cual el comandante en jefe de la
Revolución ironizaba hace algunos días en La Habana.
Es esta la visión que ha hecho que Jorge Castañeda refrene los
ímpetus que expresaba en junio del año pasado -aún a medio
año de distancia de sentarse al volante de la política exterior
del país- de entablar interlocución con los grupos opositores de
dentro y fuera de Cuba que pugnan por ampliar sus espacios de acción en México.
Para el gobierno cubano, todos estos grupos, sin excepción, son meros
"portaviones del Pentágono", "empleados de la CIA" y
simples "apéndices del lobby anticastrista de Miami". Lo cierto
es que es difícil decantar quiénes, de los grupos disidentes, no
tienen ningún tipo de vínculo y financiamiento desde Estados
Unidos, ya que los más recientes programas para Cuba de la agencia USAID
siguen privilegiando, como en los años 60 y a lo largo de la guerra fría,
el fortalecimiento "a toda costa" de una oposición
anticastrista dentro y fuera de la isla.
Los primeros pasos del nuevo gobierno mexicano hacia Cuba han apuntado a
reparar los efectos del franco deterioro que propició el gobierno de
Zedillo en la relación bilateral. Castañeda ha contribuido
dibujando una nítida linea: cero contacto con la disidencia.
De lo que se habla obsesivamente en Tlatelolco es de la transición,
del "día después", de la era posCastro, y de cómo
incidir en ese momento histórico cuando este líder -por la razón
que sea- deje de despachar en el Consejo de Estado. A la luz de su nuevo
activismo internacional, el gobierno mexicano tiene interés en actuar
como un puente fundamental. "El propio Fidel está muy interesado en
que México juegue este papel", aseguró una fuente diplomática.
Se considera que Washington tendrá que actuar con decisión
para frenar a las huestes de Florida y evitar, en el choque de los dos mundos,
un clima de revanchas y un baño de sangre. Y que si bien algunos
estadunidenses lo entienden así -dicen que el embajador Jeffrey Davidow
los llama "los cien loquitos de Miami"-, otros funcionarios muy
cercanos a Bush no han cambiado de cassette desde hace 40 años y siguen
viendo en el socialismo cubano un enemigo a vencer.
Para algunos en México el eslabón clave en este delicado
proceso es Raúl Castro, el jefe de las fuerzas armadas cubanas. La
recomendación de éste a su enemigo natural ha sido: "¡Negocien
con Fidel en vida!"
La pax transicional cubana, según Tlatelolco
Son muchas las "señales" que estos analistas aprecian como
indicios de que esta transición a la era posCastro está en marcha
y que el comandante "ya está pensando en una pax transicional",
ciertos rasgos en los discursos de Fidel, más autobiográficos, más
filosóficos, "como buscando definir su legado"; una composición
plurigeneracional en su equipo más cercano, cada vez más protagónico
(que pasa por Ricardo Alarcón y Carlos Lage y llega hasta Felipe Pérez
Roque y el líder de la Federación de Estudiantes Universitarios,
Hassan Pérez, La locomotora, apodado así por su capacidad de
emitir diez consignas por minuto).
No se piensa, en estos círculos, que sin Fidel el sistema socialista
se derrumbará. A diferencia del desbordamiento de la glasnost soviética
y de los otros naufragios del "socialismo realmente existente" de
Europa del Este hace 10 años, los artífices de la nueva política
hacia Cuba reconocen que ahí hay una sociedad solidaria con el pacto
social del gobierno, existe la intención de no construir un modelo de
socialismo cerrado y opera una clase política muy dinámica.
Como "actores centrales" de la transición, los diplomáticos
mexicanos descartan al lobby de Miami, a los duros de la Casa Blanca e incluso a
los grupos opositores de Cuba. La clave está, aseguran, en "la
disidencia interna del PCC".
Para avanzar en un "acuerdo político" que permita la
transición sin violencia una vez que Fidel salga del escenario, estos
estudiosos consideran que no figurarán en la mesa de negociación
ni la desestructuración del sistema socialista cubano ni la cesión
del poder por parte del Partido Comunista. Pero sí, "como un primer
acuerdo", un hipotético proceso electoral que garantice que el
dinero de Miami no entrará al juego para financiar a los partidos
opositores que entren a la contienda contra el PCC.
Este escenario ¿es una ilusión, un mito o una posibilidad? El
tiempo dirá. Por lo pronto, en círculos intelectuales y periodísticos
de Cuba muchos se preguntan qué tanto se le puede confiar un rol tan
delicado al autor de La vida en rojo, una biografía del Che Guevara que
fue muy mal recibida en la isla. Hay una frase que se escucha aquí y que
resume toda la esperanza y todo el escepticismo que gira en torno a este tema: "Fidel
confía en Fox; desconfía de Castañeda." |