La Nación
Line. Buenos Aires, febrero 14, 2001.
Una visión práctica
Por Fernando Petrella Para La Nación. Nación
Line, febrero 14, 2001.
Cabe preguntarse cuáles pueden ser las razones para que Cuba provoque
la actual "crisis" respecto de una votación en la Comisión
de Derechos Humanos de las Naciones Unidas cuando falta más de un mes
para que ella tenga lugar.
Primera hipótesis: para crear tempranamente un "clima" y un
"momento" con relación a la nueva administración
estadounidense y demostrar que tiene fuerza en una sensible cuestión
multilateral.
Segunda hipótesis: para acallar (en cierto modo) el error cometido al
privar de la libertad a dos políticos checos que se habían
entrevistado con disidentes. Esto ha repercutido mal, particularmente en Europa.
Tercera hipótesis: porque la votación será muy
ajustada, igual que aconteció el año pasado.
Cuarta hipótesis: para enviar señales oblicuas a otros países
influyentes que podrían votar como la Argentina.
Al margen de esto, Fidel se apoyaría en dos hechos objetivos.
Primero: la Argentina ha sido, es y será una locomotora política
en América del Sur (para bien o para mal). De allí que un acto "intimidatorio"
hacia la Argentina, de resultar exitoso, constituye un mensaje elocuente.
Segundo: nuestra aparente falta de consenso.
Criterios de votación
Ahora bien, ¿cuáles son los criterios típìcos de
votación en cualquier organismo internacional?
Primero: se vota de acuerdo con principios. En este caso, no cabrían
dudas. La resolución no condena sino que recomienda y exhorta a un mayor
cumplimiento de derechos y libertades fundamentales. Difícil disentir con
esto.
Segundo: se vota de acuerdo con intereses. En tal caso, conviene estar junto
a los países de los que heredamos nuestras instituciones, recibimos las
inversiones, la tecnología y la financiación para el despegue y el
desarrollo. Hacia esos países va tambien buena parte de nuestro comercio
(Estados Unidos, Chile, España, Italia, Francia, Alemania, Inglaterra,Japón,
etcétera).
Tercero: se vota de acuerdo con el "corazón". Este último
criterio suele resultar muy costoso para los pueblos y por eso no se practica.
La Argentina y Cuba son dos países verdaramente amigos, unidos
siempre por el respeto y ocasionalmente por las sombras de sus historias
recientes. La Argentina nunca criticó las incursiones cubanas en otros
continentes. Cuba apoyó y seguirá apoyando sin condiciones la
reivindicación de las Islas Malvinas, en parte por su hidalguía y
en parte porque es sensible a la justicia del reclamo.
La Argentina fue, tal vez, el primer país en conceptualizar una crítica
fundada respecto del embargo comercial impuesto a Cuba por los Estados Unidos y
expresarla en los foros internacionales y bilaterales: "Cuba merece un
tratamiento en el espiritu de los Acuerdos de Helsinki de 1975, que permitieron
el intercambio comercial y cultural con los países del Este europeo,
contribuyendo a su final democratización. La prolongación de los
embargos daña a la población inocente y fortalece a los elementos
políticos menos flexibles". Cuba ha respaldado y respaldará
las candidaturas argentinas. La Argentina promovió el ingreso cubano en
la Aladi y examina la cuestión de la deuda con reserva y sensibilidad.
La percepción recíproca respecto a los derechos civiles y políticos
es divergente. La Argentina y el hemisferio desean progresos adicionales en ese
campo. Cuba sabe que la Argentina ha actuado coherentemente desde que recuperó
la democracia. También sabe que la Argentina siempre procede con
independencia de criterio y no se presta ni a ejercicios ni a abusos de poder
sugeridos por terceros. Hay muchos ejemplos de esto.
La abstención es una posición respetable. Cada voto responde a
una circunstancia. Pero para la causa de la democracia en el mundo apoyar las
recomendaciones de la Comisión de Derechos Humanos es mejor.Sería
frívolo pensar que esta votación es irrelevante. Precisamente lo
contrario. Será seguida con cuidado desde todos los ángulos. El
sentido del voto incide en la credibilidad y califica las convicciones. Se
relaciona con el riesgo país. Hay que tener en cuenta lo que recuerda la
experiencia diplomática: sin buenas políticas no hay buenos
negocios.
El autor fue secretario de Relaciones Exteriores y embajador argentino ante
las Naciones Unidas.
Cuba, la Argentina y un falso debate
Por Carlos Ortiz de Rozas Para La Nación
En uno de sus habituales desplantes verborrágicos, el líder
cubano, Fidel Castro, tuvo recientemente expresiones agraviantes para con
nuestro país. Los medios locales han proporcionado abundantes
informaciones en ese sentido, por lo cual creo innecesario volver sobre ellas.
Tampoco parece relevante aludir a los dichos del embajador cubano en Buenos
Aires. Tal vez el único comentario que merecen es que no ofende quien
quiere sino quien puede.
Nuestra Cancillería se ha ocupado pronto y bien al reaccionar ante
ese episodio, evidenciando una sensatez y mesura que han estado ausentes en La
Habana. Es decir, la crisis, si es que realmente puede calificársela de
tal, ha vuelto a los carriles a los que corresponde.
Sin embargo, en nuestro país ha sido el detonante de una controversia
cuyo verdadero contexto conviene aclarar. A raíz de las manifestaciones
de Castro, dirigentes políticos, funcionarios del Gobierno, analistas de
asuntos internacionales, periodistas y otros que contribuyen a modelar la opinión
pública se han referido al tema especulando acerca de si la Argentina
debería mantener la condena a Cuba o votar en abstención cuando la
Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas examine la cuestión
en su próxima reunión de abril. Toda la discusión ha girado
en torno al término clave de condena. Una variante al plantear el
problema ha sido argumentar si se justifica votar "en contra" de Cuba
o si al hacerlo se está cediendo a presiones foráneas.
Antecedente válido
El debate es falso y está mal enfocado. Por empezar, todo país
que se respete -y el nuestro ha procedido casi siempre así- decide cómo
votar cualquier proyecto de resolución en los organismos internacionales
sobre la base de los textos escritos que son sometidos a su consideración.
Hasta ahora, al parecer, nadie ha circulado siquiera un borrador. Por lo tanto,
pronunciarse desde ya respecto de la posición que debe sustentar la
Cancillería argentina dentro de tres meses demuestra una cierta ligereza.
Para decir lo menos.
Resulta interesante analizar como antecedente válido la resolución
aprobada el año pasado por la citada comisión, que aquí
incluso dio lugar a disenso dentro del propio gabinete. El documento se titula
Cuestión de la violación de los derechos humanos y las libertades
fundamentales en cualquier parte del mundo y lleva el siguiente subtítulo:
Situación de los derechos humanos en Cuba. Consta de ocho párrafos
preambulares o considerandos, y trece párrafos dispositivos, que son los
que verdaderamente cuentan.
En ninguno de ellos se halla la expresión condena. Dicho con toda
precisión, Cuba todavía no ha sido condenada por la entidad de
Ginebra. Más aún, para quienes conocen el léxico empleado
en las Naciones Unidas en casos semejantes, el gobierno caribeño ha sido
tratado con sorprendente benevolencia. El articulado lo "exhorta", "invita"
o "expresa la esperanza" de que realice tal o cual medida para la
protección de los derechos humanos. El punto más crítico
está dado cuando "reitera su preocupación por la continuada
represión de los opositores políticos y por la detención de
disidentes".
Si la comisión no ha dispuesto una condena, limitándose a
solicitarle, de manera bastante suave por cierto, que cumpla con los compromisos
libremente contraídos en las conferencias cumbre iberoamericanas y que
sean respetados los derechos del hombre, ¿qué menos se puede esperar
de un organismo creado, justamente, para velar por la vigencia de esos derechos?
¿Por qué entonces se afirma que la Argentina ha condenado a Cuba y
se propicia que deje de respaldar una condena inexistente? ¿Desconocimiento
o simpatías políticas hacía el régimen de La Habana?
Es pertinente la misma reflexión cuando se dice que deberíamos
votar en abstención y no "en contra" de Cuba. Los que así
opinan tal vez no se han detenido a pensar que el voto argentino no ha estado
dirigido en contra de nadie sino a favor, decididamente a favor, de la protección
de los derechos humanos en todo el mundo.
Este aspecto es de ineludible importancia. En el pasado ciertos sectores,
según sus tendencias, censuraban las violaciones que se producían
en determinados países, pero omitían hacerlo cuando tenían
lugar en otros que gozaban de su solidaridad ideológica o política.
Condenar a la Sudáfrica del apartheid estaba bien, pero hacerlo respecto
de la Unión Soviética, no. En una materia tan delicada como esta
hay que ser coherente.
Otro punto que conviene destacar es que a las posiciones que se adoptan en
las Naciones Unidas no hay que asignarles filiación de partido. Cambiar
el sentido de un voto sólo para diferenciarse de un gobierno anterior
carece de seriedad.
Defensa de principios
Tampoco parece aconsejable procurar una posición común con el
Mercosur simplemente para diluir responsabilidades o evitar determinadas críticas.
Cuando se vota en conjunto, la experiencia indica que se debe aceptar la lógica
del consenso. En asuntos en que coinciden los respectivos intereses nacionales o
el interés regional, es sin duda lo más acertado. Pero cuando se
trata de la defensa de principios fundamentales que hacen a nuestra
idiosincrasia como nación y que están consagrados en la Constitución
Nacional y en la Declaración Universal de Derechos Humanos, a la que
hemos adherido, si no encontramos eco en esos socios es preferible votar en
soledad.
Por último, un dato curioso. Entre los autores de la resolución
aprobada el año pasado figuran siete Estados que durante la Guerra Fría
fueron fieles satélites de Moscú. Ahora que han recuperado su
independencia no hesitan en colocarse a la vanguardia de quienes promueven
acciones destinadas a asegurar una mejor y más civilizada convivencia
entre los pueblos. ¿Será que por haber visto conculcados entonces
los derechos de sus ciudadanos saben mejor que nadie que no caben
medias tintas en esta cruzada?
El autor fue embajador argentino en Austria, las Naciones Unidas, Gran Bretaña,
Francia y los Estados Unidos de América.
Se abre otro frente de tormenta
Por Angel R. Vega De la Redacción de La Nación
La presión ejercida por Raúl Alfonsín y Chacho Alvarez
para forzar un debate sobre la posición argentina frente a las sanciones
a Cuba en la ONU abre un frente de tormenta en el gobierno de la Alianza, que,
tras el blindaje, pareció enderezar el rumbo.
Si la decisión de los titulares de las dos fuerzas principales de la
coalición gobernante de reunirse reservadamente sorprendió al
presidente Fernando de la Rúa, sus coincidencias sobre el reclamo para
que se discuta el voto de la Argentina sobre la sanción a Cuba fue mucho
más allá y molestó al jefe del Estado.
De la Rúa nunca estuvo de acuerdo con la formación de un
equipo de trabajo de la Alianza porque temía que condicionara sus
decisiones y se convirtiera en un gobierno paralelo. De hecho, el documento que
distribuyeron ayer Alfonsín y Alvarez pone al Gobierno en un callejón
de difícil salida.
Si De la Rúa decide el voto de acuerdo con la posición de los
jefes de la UCR y del Frepaso, su figura aparecería debilitada por ceder
a la presión. En caso de que mantenga la posición del año último
-se rechazó la violación de derechos humanos por parte del régimen
de Fidel Castro, pero también nuestro país se opuso al embargo-
generará fricciones en la Alianza.
La postura de la Casa Rosada era evitar cualquier tipo de debate ideológico,
pero Alfonsín y Alvarez adelantaron ya cuál será el temario
para hoy en la Mesa de Trabajo de la Alianza. Y no sólo llevarán a
la discusión la posición argentina frente a Cuba, sino también
otro tema conflictivo para el Gobierno: la remoción del titular del Banco
Central, Pedro Pou.
En los dos casos, aunque con diferencias, hay un debate ideológico.
Con el tema Cuba, en un año electoral, Alfonsín y Alvarez apuntan
a "correr" a De la Rúa "por izquierda".
La situación de Pou, en cambio, es cada vez más difícil
de sostener para el Gobierno, pero como la mayoría de los políticos
con poder, De la Rúa no está dispuesto a actuar bajo presión.
Además, para los inversores, Pou es un garante de la convertibilidad.
El resultado que surja hoy del encuentro de la Mesa de Trabajo de la Alianza
será clave para determinar la futura relación con el Presidente,
que ayer se vio jaqueado por sus propios compañeros de ruta.
Cuba: Ostuni negó responsabilidades oficiales
Sólo cuando ya pasaron tres días de la grave acusación
del ex presidente Raúl Alfonsín, quien dijo que uno de los
organismos que funcionan bajo el techo de la Casa Rosada -la Secretaría
de Cultura y Comunicación- provocó el enfrentamiento diplomático
entre la Argentina y Cuba, el vocero del Presidente, Ricardo Ostuni, salió
a negar el hecho.
"Ningún funcionario ha tenido nada que ver con este episodio. Vi
la existencia de un cable que adelantaba la posibilidad del voto de la Argentina
en el tema Cuba, pero el cable no era de ninguna agencia oficial ni del área
de Comunicación", explicó Ostuni. Se refería a un
despacho de la agencia de noticias NA, del 31 de enero último, que luego
fue tomado por una agencia de información internacional, la Associated
Press (AP).
Según el despacho, que por medio de la AP llegó hasta los oídos
del propio Fidel Castro, "fuentes cercanas al canciller Adalberto Rodríguez
Giavarini" afirmaron que "el Gobierno reiterará este año
en la ONU su voto condenatorio contra la política de derechos humanos de
Cuba". "El canciller adelantará la postura argentina ante el
flamante secretario de Estado de los Estados Unidos, Colin Powell", continúa
la información de NA.
En un reportaje publicado por el diario La Voz del Interior, el domingo último,
Alfonsín, partidario de la abstención en la votación de la
ONU, acusó por esa información a la Secretaría de Cultura y
Comunicación, a cargo de Darío Lopérfido.
Sin medias tintas, el ex presidente dijo que esa cartera había sido
la fuente de la versión.
"Eso (la versión) provino del ámbito de los medios de
comunicación del Gobierno, no de la Cancillería", afirmó
Alfonsín en esa entrevista.
Cuando se le preguntó si se refería a la secretaría a
cargo de Lopérfido, el titular de la Unión Cívica Radical
(UCR) respondió: "Alguien de allí tiene que haber sido, y fue
lo que desencadenó la cosa".
¿Cómo llegó esa versión hasta Alfonsín? Según
lo relata el diario cordobés, en la misma entrevista, la noticia le llegó
el sábado último, por medio de su ex vicecanciller y actual
secretario de Relaciones Internacionales de la UCR, Raúl Alconada Sempé.
El colaborador de Alfonsín rastreó una copia del cable de NA, que
se habría basado en información suministrada por el subsecretario
de Comunicación, Ricardo Rivas.
Pero no sólo por esa vía llegó el dato a Alfonsín:
cinco días antes, en una reunión con el embajador cubano en la
Argentina, Oscar Alvarez Galiano, el ex mandatario recibió una copia de
esa información.
"Algún funcionario"
Y anteanoche, cuando en un programa televisivo ratificó su acusación
contra la Secretaría de Cultura, Alfonsín insistió en que
no necesariamente era Lopérfido, "sino probablemente algún
otro funcionario" de esa secretaría.
Hasta ayer, cuando Ostuni salió a negar las versiones en nombre del
Presidente, De la Rúa había mantenido un cerrado silencio sobre el
asunto. Sólo Lopérfido, que fue directamente afectado por la
acusación de Alfonsín, había defendido su cartera desvinculándose
del tema.
El domingo último, tan pronto como leyó las acusaciones del ex
presidente Lopérfido emitió un comunicado en el que niega tener
cualquier vinculación con el asunto.
Según confiaron a La Nación fuentes de la Casa Rosada, ese
comunicado fue, en rigor, el último intento del joven secretario para
aclarar el tema. Antes, Lopérfido conversó con el hijo del
Presidente, Antonio, pidiéndole que intercediera ante su padre para que
se aclarara la situación.
Pero De la Rúa guardó silencio y Lopérfido tuvo que
salir a defenderse, hasta que ayer, luego de la insistencia de Alfonsín,
fue Ostuni quien debió dar un paso al frente y negar todo en nombre del
jefe del Estado.
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