Mauricio Vicent, La Habana.
El País. Lunes 12 febrero 2001 - Nº
1746
La X Feria Internacional del Libro de La Habana terminó el sábado
en la fortaleza de San Carlos de La Cabaña después de ocho días
de polémicas extraliterarias y jornadas maratonianas en las que se
celebraron un promedio de 25 actividades al día. Las controversias -cómo
no, políticas- surgieron en España antes de la feria... y
continuaron hasta ayer mismo. Pese a éstas, para el Instituto Cubano del
Libro (ICL) y el Ministerio de Cultura, el encuentro editorial fue un éxito:
200.000 personas visitaron La Cabaña, más de lo previsto, y se
vendieron medio millón de ejemplares a bajo precio.
En realidad, no hubo una Feria del Libro de La Habana, sino dos. La primera,
la cubana, fue concebida dentro del actual proceso de "batalla de ideas"
y "masificación de la cultura" que se vive en la isla. El
nuevo director del ICL, Iroel Sánchez, se propuso que la feria lo fuese
en toda la extensión de la palabra: libros a dólar, riadas de
familias con niños, puestos donde se vendía pan con lechón
y refresco en pesos cubanos, librerías populares donde miles de cubanos ávidos
hicieron cola diariamente para comprar cinco, diez, quince ejemplares de una
tacada -de títulos infantiles, principalmente, pero también alguna
que otra novedad-.
Polémica
La otra Feria del Libro, la segunda, fue la española. A España
estaba dedicada esta décima edición del encuentro y desde un
principio se sabía que polémicas iba a haber muchas: comenzó
con el fuego graneado de conocidos exiliados, como Cabrera Infante o Zoe Valdés.
El primer dilema era: ¿ir o no ir a Cuba? Las cargas de profundidad
surtieron su efecto y el Gobierno español limitó la presencia
oficial al embajador y al subdirector de Promoción del Libro, Luis González.
Importantes editoriales españolas, como Santillana, RBA, Planeta y Grup
62, eligieron no acudir por motivos diversos, desde que algunas de ellas tienen
en su catálogo a autores prohibidos en la isla hasta el escaso interés
que despierta de momento el mercado cubano.
Algunos de los autores que debían haber viajado a La Habana
finalmente no viajaron; otros, para distanciarse del Ministerio de Cultura de
Cuba, o del de España, lo hicieron bajo el paraguas de una comunidad autónoma
-Luis Landero, de Extremadura; Felipe Benítez Reyes, de Andalucía-;
y otros, aunque hicieron el esfuerzo por estar en La Habana, no pudieron
siquiera participar, bien porque a última hora "se canceló la
actividad" -le pasó a Luis García Montero y a Pablo García
Baena- o porque, por problemas de organización, a la conferencia
programada no fue ni un alma -el caso de Landero-.
Pero no todo fue negativo. Se consolidó un hábito que los
cubanos agradecen: la coedición de libros y la decisión de algunos
autores españoles de ceder los derechos de sus obras para que éstas
sean publicadas en Cuba. Aitana Alberti presentó, por ejemplo, una
antología de José Hierro, coeditada con España, y Almudena
Grandes publicó su primer libro en la isla, Malena es nombre de tango.
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