Unas severas críticas de Fidel Castro vuelven a enrarecer las
delicadas relaciones entre Cuba y Argentina
De la Rúa no ha variado la condena a La Habana en el tema de
derechos humanos
Santiago Palacios. Buenos Aires. Corresponsal.
La Vanguardia Digital. 2001.02.12
Desde que el Che Guevara se fue a pelear junto a Fidel Castro en la Sierra
Maestra, Argentina y <Cuba> mantienen una relación de amor y odio.
Forman una mala pareja de baile. Una tiene ritmo de tango. La otra se mueve al
son de la salsa. El último desencuentro lo provocó una expresión
de Castro en el medio de un discurso de seis horas al cerrar un coloquio sobre
economía el pasado jueves. Dijo que Argentina "le lame las botas a
los yanquis" y que con el modelo neoliberal impuesto en este país "no
es capaz siquiera de sostener la vergüenza ni el pundonor".
Por si fuera poco, en una nota aclaratoria, el diario oficial "Granma"
informó que Fidel había avanzado aún más en su
definición. "En Argentina todo está vendido, hasta la tierra",
dijo el líder cubano y sugirió convertir el Obelisco de Buenos
Aires (el símbolo más representativo de la capital argentina) en
una bandera norteamericana como monumento de agradecimiento a la ayuda de
Washington.
Castro hacía referencia a la ayuda económica de 40.000
millones de dólares recibida hace un mes de varios organismos financieros
internacionales con el aval de Estados Unidos. Pero en realidad, destilaba su
rabia porque se había enterado de que Argentina iba a votar nuevamente
condenando a <Cuba> en la Comisión de Derechos Humanos de las
Naciones Unidas cuando se reúna en Ginebra en abril próximo. Ese
mismo voto ya había provocado un incidente el año pasado que
terminó cuando La Habana retiró de forma urgente al veterano
embajador en Buenos Aires, Andrés Rodríguez Aztiazarain.
En realidad, Argentina no ha cambiado de actitud en los últimos 10 años.
Desde que Carlos Menem había ocupado la presidencia en Buenos Aires y
asumido unas "relaciones carnales" -de acuerdo a la definición
de su canciller Guido Di Tella- con Estados Unidos, Argentina venía
votando en contra de <Cuba> en la reunión anual de Ginebra.Un voto
que también fue acompañado por España.
Cuando asumió el gobierno de la Alianza de centroizquierda, Castro
recibió señales de que algunos aspectos de la política
exterior argentina podrían cambiar. Incluso llegó a apelar
personalmente ante el presidente Fernando de la Rúa. Lo único que
consiguió fue que el delegado argentino incluyera en su voto en contra
una condena al embargo económico impuesto por Washington que viene
sufriendo la isla caribeña desde hace ya 40 años.
Ahora, las palabras de Castro tomaron justamente al nuevo canciller
argentino, Adalberto Rodríguez Giavarini, de visita oficial en
Washington. Después de reunirse con el secretario de Estado, Collin
Powell, sacaron un comunicado conjunto en el que ambos países dijeron
estar "honrados" de llevar adelante una condena por las violaciones de
los derechos humanos en <Cuba>.
"Hay un gran dolor por parte del pueblo argentino y del gobierno
nacional, habida cuenta de que las declaraciones de Castro son un brote de
irracionalidad francamente ofensivo", dijo Rodríguez Giavarini en
rueda de prensa en Washington.
La cancillería argentina llamó de inmediato al embajador
argentino en La Habana, Oscar Torres Avalos, quien intentó poner paños
fríos al asunto diciendo que "tal vez se hayan interpretado mal los
dichos de Castro". Pero sus superiores ya tenían en sus manos la
transcripción completa del discurso y no había ambigüedad
posible. Decidieron suspender una reunión bilateral prevista para el 16
de febrero en la que se iba a renegociar una deuda de 1.500 millones de dólares
que <Cuba tiene con Argentina desde los años setenta. Dos días
más tarde, la cancillería argentina decidió retirar "de
forma indefinida" al embajador de La Habana.
La única voz disidente dentro de la coalición gobernante
argentina fue la del ex presidente Raúl Alfonsín, que pidió
volver a un voto de abstención en la comisión de Ginebra como él
sostuvo durante su presidencia (1984-1989) porque "en el Gobierno no
queremos ser clientela cautiva de Estados Unidos". Y agregó que "el
fundamento de mi voto es que existen muchos países en los que hay violación
a los derechos humanos y se remarca, pero de Estados Unidos nunca se dice nada".
Por ahora, Alfonsín no parece tener un peso tan importante sobre el
gobierno de la Alianza como para poder modificar la línea política
actual de la cancillería. Es muy probable que el gobierno de De la Rúa
utilice este incidente para afirmar aún más su posición en
favor del voto condenatorio.
La fusión de los ritmos del tango y la salsa sigue siendo una obra
extremadamente difícil, incluso para músicos avezados como los
argentinos y los cubanos. |