Adolfo Rivero Caro. Publicado el viernes, 9 de febrero de
2001 en El Nuevo Herald
Todos los críticos están de acuerdo en la calidad cinematográfica
de 'Antes que anochezca', la película de Julián Schnabel. Es, sin
duda, un filme excepcional aunque, sobre todo, por lo que representa como
excepción en la orientación general del cine norteamericano. En
efecto, en la década que ha transcurrido desde la caída del muro
de Berlín, o inclusive en la década anterior, ninguna película
de Hollywood ha abordado la historia real del comunismo, la agonía de los
incontables millones de personas cuyas vidas fueron destrozadas, ni de todo el
siglo de engaños que han oscurecido la sangrienta realidad comunista.
La simple pero desconcertante verdad es que el conflicto histórico más
importante de nuestro tiempo, la lucha mortal entre la democracia y el
totalitarismo marxistaleninista, está casi totalmente ausente del cine
norteamericano. Es como si Hollywood no hubiera producido nada, o sólo
muy poco, sobre la victoria de los aliados y los crímenes del nazismo
desde 1945 hasta hoy. Este extraordinario vacío, este ensordecedor
silencio, es todavía más extraño puesto que el conflicto
histórico más importante de nuestro tiempo parecería ser un
atractivo natural para Hollywood. En efecto, aunque de dimensión
planetaria, el conflicto abarca millones de dramáticas historias
personales que se desarrollaron en un gran escenario histórico: los
valerosos sindicalistas de Solidaridad frente a la junta militar comunista; los
adolescentes húngaros y checos enfrentando los tanques en Budapest y
Praga; los disidentes cubanos cruelmente reprimidos en pleno siglo XXI; los
escritores y artistas tratando de resistir; las familias que arriesgaron sus
vidas, y con frecuencia las perdieron, tratando de alcanzar la libertad.
Muy pocas películas en inglés han utilizado esta enorme y
extraordinaria cantidad de material. Las razones están en otra parte y,
muy particularmente, en la propia retorcida historia de Hollywood. Es una
historia que ha pasado a través de muchas etapas. Quizás, la más
relevante de ellas tenga que ver con la "historia oculta'' de la gran
ofensiva comunista en los estudios.
El gran potencial del cine para la persuasión llenaba de excitación
a Stalin y a su instrumento, el Partido Comunista de Estados Unidos (PCEU), que
estuvo viviendo del dinero soviético hasta que criticó las
reformas de Gorbachov como "viejo pensamiento socialdemócrata de
colaboración de clases''. La correspondencia entre los comunistas
americanos y sus jefes soviéticos puede revisarse ahora en The Secret
World of American Communism (1998). Los editores John Earl Haynes, Harvey Klehr,
y Kyrill Anderson han reunido nuevo material desclasificado de los archivos
moscovitas de la Internacional Comunista (Comintern).
"Una de las tareas más urgentes que confronta el Partido
Comunista en el campo de la propaganda'' escribía el infatigable agente
del Comintern Willi Muenzenberg en un artículo publicado en el Daily
Worker de 1925 "es la conquista de esta unidad de propaganda supremamente
importante que, hasta ahora, ha sido monopolio de la clase dominante. Tenemos
que arrancársela y volverla contra ellos''.
En 1935, V. J. Jerome, el comisario cultural del PCEU, estableció una
sección Hollywood del partido. Esta unidad sumamente secreta tuvo un gran
éxito reclutando miembros, organizando sindicatos enteros, recaudando
dinero de liberales de Hollywood y usando esos fondos para apoyar causas soviéticas
a través de frentes únicos como la Liga Antinazi de Hollywood.
Las fantasías del Comintern sobre un Hollywood soviético nunca
llegaron a materializarse, pero los cuadros del partido desempeñaron un
papel muy significativo. El partido no sólo ayudó a organizar el
Gremio de los Guionistas Cinematográficos (Screen Writers Guild), sino
que también organizó el Gremio de los Analistas de Historias. Fue
la justificada alarma ante la penetración comunista lo que llevó a
la creación de lo que eventualmente se conoció como el Comité
de Actividades Antinorteamericanas de la Cámara de Representantes (CAAC).
Las audiencias ante el Congreso exhibieron una serie de furiosas arengas de
escritores estalinistas que vinieron a ser conocidos como los 10 de Hollywood.
Dalton Trumbo, que ingresó en el Partido Comunista durante el Pacto
Molotov-Ribbentrop y que inclusive escribió una novela, The Remarkable
Andrew, para apoyar el repugnante pacto entre nazis y comunistas, gritó
en una audiencia: "Esto es el principio de los campos de concentración
en Estados Unidos.'' Es bien sabido que Albert Matz se hizo un campeón de
la República Democrática Alemana (RDA) mientras que su compañero
de los 10 de Hollywood Lester Cole prefería defender ese bastión
de la libertad artística que es Corea del Norte.
Los jefes de los estudios, temerosos de la mala publicidad, anunciaron que
efectivamente despedirían a los comunistas, lo que habían rehusado
hacer hasta entonces. Esto fue el principio de la lista negra. En los años
60 ya nadie se acordaba de la lista. Kirk Douglas y Otto Preminger restauraron
los nombres de los escritores de la lista negra a los créditos de filmes
que realmente escribieron. La leyenda de la lista negra, sin embargo, depurada
de toda referencia a Stalin o al verdadera historial de la actividad del Partido
Comunista en los estudios, se convirtió en una influencia permanente en
la vida política de Hollywood. El anti-anticomunismo se convirtió
en la lamentable moda intelectual de Hollywood. Los comunistas se presentaron
como en The Way We Were de Sidney Pollack, como abnegados idealistas
En los Oscares de este año, Antes que anochezca debería estar
entre las mejores películas extranjeras y Bardem, que hace el personaje
de Reinaldo Arenas, estar postulado como mejor actor. No creo que ganen ningún
Oscar y, probablemente, ni siquiera los postulen. Sin duda, Hollywood jugó
un papel en la guerra fría, pero fue un papel negativo de defensa del
totalitarismo. Y esa época bochornosa, lamentablemente, aún no ha
terminado. |