Gabriel C. Salvia. Publicado el miércoles, 7 de
febrero de 2001 en El Nuevo Herald
Buenos Aires-- Las recientes expresiones del dictador cubano Fidel Castro,
criticando el posible voto argentino en Naciones Unidas que condenaría
nuevamente la situación de los derechos humanos en la isla, deberían
ser respondidas con una declaración de rechazo unánime del
Congreso de la nación argentina. Pues quien niegue que en Cuba se violan
los derechos humanos es porque no ha leído su
constitución y desconoce las
leyes de ese país.
Dicha legislación ofrece información objetiva sobre la falta
de normas elementales para la vigencia de un estado de derecho. Y en eso no
tiene absolutamente nada que ver la política exterior de Estados Unidos,
que en todo caso es un problema que afecta a los propios norteamericanos al
sufrir restricciones a su libre comercio.
Pero además de desinformación respecto a la realidad cubana,
hay una manifiesta parcialidad en la falta de condena internacional a la
dictadura cubana, entendiéndose solamente por la presencia mayoritaria de
nostálgicos setentistas en la política y en los medios de
comunicación. ¿Cómo puede haber libertad de expresión
en un país cuya constitución señala que
"se reconoce a los
ciudadanos libertad de palabra y prensa conforme a los fines de la sociedad
socialista''?
Y ni hablar del sistema penal
cubano. Sus ciudadanos reciben multas por hablar con los extranjeros y van
presos por realizar conductas que son normales en cualquier país
civilizado del mundo. Y que nadie pretenda argumentar a favor del régimen
cubano diciendo que garantiza la salud y la educación.
El dictador cubano se mantiene en el poder con la complacencia política
internacional
De la salud del sistema cubano sólo se benefician los extranjeros,
porque los médicos ganan veinte dólares por mes, con lo cual el
costo es menor que en cualquier lado. Y la educación, totalmente
monopolizada por el estado, es ciento por ciento adoctrinamiento. Tales
argumentos, además de ser infundados, son también éticamente
reprobables, pues es lo mismo que justificar a las dictaduras autoritarias que
realizan una buena política económica y, en el peor de los
absurdos, reivindicar a Hitler porque construyó buenas autopistas.
Por eso, que Castro siga en el poder demuestra la poca evolución en
el respeto a la libertad. Pues además de las características geográficas
que impiden una huida masiva de Cuba --a pesar de lo cual hubo un éxodo
de más de un millón de personas--, uno de los motivos por los
cuales el dictador cubano Fidel Castro se mantiene en el poder desde hace 42 años
es por la complacencia política a nivel internacional.
Un régimen represivo y moralmente degradante como el que rige en Cuba
no tiene, sin embargo, la condena internacional que merece. No es casual que la
mayor muestra de solidaridad internacional con la oposición cívica
no violenta en Cuba se origine en los países de la ex Unión Soviética,
pues son estos pueblos quienes mejor entienden el sufrimiento y la desesperanza
de vivir bajo un régimen comunista.
Mientras tanto, en parte de Europa y fundamentalmente América Latina,
al tiempo que con justicia se condena a un ex dictador autoritario como
Pinochet, se presenta con benevolencia y bajo la denominación de "líder'',
"presidente'' o "comandante'' a quien viola los derechos humanos e
impide la apertura democrática de su país. Si Pinochet fue tan
malo en un período de dieciséis años, y terminó
convocando a elecciones, ¿qué habría que decir de Castro?
La falta de una respuesta enérgica a este déspota del Caribe sólo
se entiende por el parcialismo pro-régimen en la mayor parte de la opinión
pública internacional, lo cual es una verdadera vergüenza.
Director del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América
Latina.
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