Por Jesus Hernandez Cuellar.
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Hace sólo unos días, una familia cubana, dividida como tantas
por el Estrecho de la Florida, estudió la posibilidad de que los
parientes que están todavía en la isla pudiesen huir por mar
rumbo a Estados Unidos.
Uno de los involucrados, que desea viajar a territorio estadounidense, dijo
que le preocupaba salir por mar hacia la Florida porque el gobierno de Estados
Unidos quiere que quienes huyan por mar se ahoguen o sean presa de los
tiburones durante la travesía.
La familia del lado de acá, que vive en la costa oeste de Estados
Unidos y no está hablando de contrabando humano sino de la posibilidad
de que sus allegados escapen por sus propios medios, quedó petrificada
al escuchar esa reflexión de uno de sus miembros que vive en la isla. Un
pariente que no simpatiza con el gobierno de Fidel Castro y que quiere
abandonar el país cuanto antes.
La afirmación de ese joven es un reflejo vivo de los efectos de la
propaganda política del régimen de Castro en las mentes de
ciertos cubanos que no tienen acceso a otra información que no sea la
oficial.
La campaña de Castro contra la Ley de Ajuste Cubano de Estados
Unidos, desarrollada por periódicos, revistas, radio y televisión
a partir de enero de 2001, así como por los continuos discursos del
propio dictador cubano, pretende culpar a esa ley estadounidense de las fugas,
a veces espectaculares, de quienes desean abandonar una sociedad marcada por el
desaliento, la frustración, la impotencia y las violaciones de los
derechos humanos.
La Ley de Ajuste Cubano, promulgada en 1966, permite que todo cubano que
escape de la isla y toque tierra norteamericana, se le acoja bajo palabra
mientras se investigan sus antecedentes para concederle la residencia
permanente en Estados Unidos. A partir de 1995, el ex presidente Bill Clinton
comenzó un proceso de deportación de cubanos atrapados en alta
mar. Antes y después de esa decisión, el Servicio de Guardacostas
estaounidense ha hecho una labor admirable de rescate de cubanos a la deriva,
ciertamente manchada en los últimos cinco años por el propósito
de impedir que los fugitivos pisen territorio norteamericano.
Hubo leyes similares en el pasado que beneficiaron a rusos, checos, búlgaros,
alemanes orientales y otras personas que huían de países con regímenes
comunistas. El hecho de que se mantenga esa política respecto a Cuba se
explica, sin lugar a dudas, por la permanencia del mismo régimen
-totalitario y represivo- que había hace 35 años, cuando se aprobó
la Ley de Ajuste Cubano. Afortunadamente, rusos, checos, búlgaron y
alemanes orientales viven ahora en sociedades democráticas.
Pero lo preocupante es justamente los efectos que causa la propaganda
marxista, diseñada por un partido único que es el propietario de
todos los medios de comunicación social de Cuba desde 1960, año
en que se clausuraron o confiscaron los medios independientes, inclusive los
que habían existido en la isla desde el siglo XIX. El "lavado de
cerebro", sofisticado unas veces, ridículo otras, ha sido la única
misión de la televisión cubana, el diario Granma, órgano
oficial del Partido Comunista de Cuba (PCC) -único legal-, el semanario
Juventud Rebelde, órgano de la Unión de Jóvenes Comunistas
(UJC) y otros durante largas décadas. Los cubanos no tienen acceso a
ideas y reflexiones diferentes a las de su gobierno.
No es posible que los seres humanos puedan discernir con claridad el
acontecer del mundo moderno sin el libre flujo de las ideas. El estado cubano,
que también es propietario de casi todos los medios de producción
y servicios de Cuba, ha luchado contra viento y marea por impedir ese libre y
enriquecedor flujo de ideas a través de la prensa, las artes, la
literatura y los foros de debate académicos, así como más
recientemente de Internet. Cuando una dictadura consigue que ciertos enemigos
internos repitan lo que ella dice, significa que ha cumplido a cabalidad la
tarea de intoxicar y desinformar a la sociedad, y esto es igual a cometer un
alevoso crimen de lesa cultura.
En el verano de1984, entrevisté al ex prisionero político
cubano Andrés Vargas Gómez, traído desde Cuba junto a
otros prisioneros liberados durante una visita a la isla del reverendo Jesse
Jackson. Vargas Gómez, nieto del héroe de la independencia cubana
Máximo Gómez y ex embajador ante la UNESCO, dijo entonces:
"Usted puede acusar a Fidel Castro de dictador, si usted quiere, de
represor, de asesino, pero en realidad esos no son los mayores crímenes
de Castro. El mayor crimen de Castro es haber corrompido el espíritu del
carácter del cubano."
Vargas Gómez no parecía alejado de la realidad. La prensa
cubana, dirigida y controlada por el PCC, ha jugado un rol protagónico
en el ejercicio de esa corrupción. Afortunadamente, no todos los cubanos
de la isla, ni siquiera la mayoría, creen las afirmaciones de la
dictadura. Pero no tienen otros puntos de referencia, más allá de
oir, cuando pueden, clandestinamente, las tranmisiones de Radio Martí,
emisora del gobierno de Estados Unidos que transmite informaciones hacia Cuba y
cuyas ondas son bloqueadas por el régimen con la energía que pone
un portero para impedir que los delanteros adversarios le metan un gol.
(Hernández Cuéllar es director de CONTACTO Magazine)
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