El único bastión
René Oñate Sixto, APO
PINAR DEL RIO, septiembre - Era el día de las Mercedes, patrona de
los presos, 24 de septiembre, año 2000. Hora: 10 de la mañana;
lugar: la Catedral de Pinar del Río. El último bastión. El
local, siendo tan grande parecía pequeño. La multitud cubría
todo el espacio. Era una gran masa humana. Todos éramos cubanos, nadie
pidió credenciales para entrar, nadie puso transporte ni nos pagó
el día para asistir, nadie preguntó nuestra forma de pensar para
ubicarnos en puestos diferentes.
Se inició la misa, que el padre Mario debía conducir. Sus
palabras, paz y amor para aquéllos que sufren tras los barrotes de las
celdas. Oraciones a Nuestro Señor Jesucristo y peticiones para que las
autoridades carcelarias, parte de esta acción, sientan a los condenados
como si ellos también lo estuvieran. Reflexiones a las autoridades
mayores del gobierno, para que no se nieguen más los servicios de la
Iglesia dentro de las cárceles. Un momento, y el abrazo se hizo
compartido. Sin mirar quién era el prójimo, las diferencias de
ideas políticas, credo y razas quedaron fuera del templo. Un gran
concilio cubano, como quería nuestro Apóstol José Martí,
se hizo sentir.
Era tanta la unión, que no hubo espacio para el odio ni el rencor.
Los que tenemos como armas la pluma y la palabra, para unir a nuestro pueblo
amputado y regado por todo el mundo, creímos una vez más que sólo
el amor todo lo puede, y que únicamente la verdad nos hará libres.
Nadie se escudriñó para escapar de la misa, como es costumbre
en los actos dirigidos por el gobierno, y aún cuando ésta había
terminado muchos se quedaron un rato más. Parecía que el contagio
de la paz, al abrir los corazones, hacía necesaria la comunicación
humana entre los hombres.
No hizo falta palabras condenatorias como "viva", "abajo",
"arriba", "condenamos". Nadie condenó nada, todos
pedimos. A fin de cuentas, si se fuera a condenar habría que empezar por
la doble moral, el desamor, la falta de ética y de respeto a la propiedad
más auténtica del ser humano: escoger su destino, su credo y sus
ideas políticas sin ser molestado ni señalado como otra especie.
Un pueblo no es un montón de gente gritando cosas que no siente y
muchas veces tampoco la que siente. El amor no es fachada, el amor no es
palabra, el amor no es descargar nuestras culpas sobre otros para justificar
nuestras incapacidades, ineficiencias e incomprensiones. Un día más,
no importa. La luz abre caminos, la fe y la esperanza para todos los cubanos serán
nuestro único bastión.
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