Los colores de la tarjeta
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, septiembre - Viajar al extranjero, ya temporal o definitivamente,
en Cuba, no es una decisión personal. Hay que pedir permiso. El permiso
lo otorga el gobierno por medio de su Ministerio del Interior. Al permiso de
salida le llaman "tarjeta blanca". Pero la "tarjeta blanca"
cambia de color según el solicitante. Los hay quienes la adquieren de una
albura impoluta. Para otros se torna de una negrura sin fondo.
Aquellos que han tenido una actitud contraria al régimen pagan el
precio de que su "tarjeta blanca" se les convierta en su "tarjeta
negra". No hay ordalía medieval que pueda compararse con las
tribulaciones a que son sometidos quienes, por razones políticas,
solicitan, esperan y, al fin, reciben su permiso. Ahora mismo los hay que llevan
cinco meses esperando por él.
Cualquiera, con la neurona y media que le haya dejado sana el "Período
Especial", comprendería que las razones son palpables. El gobierno
de Cuba no quiere que el mundo sepa que existe una emigración política.
La emigración política significa falta de libertades, represión,
ausencia de espacios políticos, inexistencia de pluralidad, asfixia de la
libertad de expresión, prohibición de asociación,
persecuciones políticas. Ellos quieren presentar su emigración
como una emigración económica. En su torpeza no advierten que
cuando un pueblo emigra por razones económicas está reflejando el
fracaso del proyecto político que le prometió salvarlo de la
pobreza y que después de cuatro décadas la ha agravado y produce
tal emigración. Tampoco advierten -y esto es más torpe aún-
que intentar retener la emigración política por medio de
mecanismos represivos tan primitivos sólo logra amplificar la resonancia
del hecho y que el mundo se entere, no ya de la emigración política,
sino también de las trabas que interponen para que se realice.
Pero no es de extrañarse. El tratamiento por parte del gobierno
cubano a su emigración siempre ha sido circense. Cada vez que han
aparecido presiones socio-políticas se ha abierto la válvula de la
emigración masiva: Camarioca, 1965; Mariel, 1980; Guantánamo,
1994. Y con ello han logrado varios objetivos: deshacerse de los opositores,
librarse de sus hambreados, enviar enmascaradamente a sus agentes y, de paso,
presentarlo al mundo como una emigración económica.
En su afán de unidad y cohesión política anhelan darle
un carácter económico a su emigración porque de aceptar que
se trata de un rechazo, de una oposición al sistema, se verían
obligados a aceptar también la necesidad de cambios políticos, y
eso sería catastrófico para ellos.
Por otra parte, lo que ahora tratan de presentar como emigración económica
para preservar la unidad política frente a los ojos del mundo,
intrafronteras siempre fue, y se impuso, como emigración política:
pobre del cubano que cometiera la herejía de mantener relaciones con
familiares o amigos que residieran en el extranjero.
Una petición de salida definitiva de Cuba tiene un costo elevado para
el solicitante. El gobierno lo ha visto siempre como traición. Los
adjetivos con que se han calificado tal osadía han sido desde
irrespetuosos a la condición humana hasta denigrantes de la especie.
Todavía resuenan en mis oídos palabras tales como traidores, apátridas,
gusanos, escorias. Todavía recuerdo aquellos campamentos agrícolas
para quienes esperaban por los trámites, prolongadísimos, para
marchar al exilio; todavía recuerdo a la turba brutal apedreando los
hogares y gritando procacidades a quienes aguardaban por su salida por Mariel;
todavía veo padecer a los opositores todo tipo de humillaciones y vejámenes
mientras esperan su "tarjeta negra"; todavía veo a los
desesperados en frágiles embarcaciones para ganarse por sí mismos
la "tarjeta azul" como el mar que muchas veces se los traga; todavía
veo a los agazapados haciendo toda suerte de malabares oportunistas para ganarse
su "tarjeta rosada" -ya se sabe, carnet del Partido (Comunista) por
fuera y tarjeta blanca por dentro- y desertar en cualquier aeropuerto del mundo;
todavía veo a los perínclitos, sacrosantos, insignes, heroicos,
valerosos funcionarios aquiescentes mantener a toda costa su permanente "tarjeta
blanca" para andar por el ancho y ajeno mundo defendiendo las conquistas de
un pueblo que ni siquiera tiene la libertad de viajar a donde le plazca y
regresar a su país cuando le plazca.
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