CUBANET .INDEPENDIENTE

21 de septiembre, 2000


Los colores de la tarjeta

Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro

LA HABANA, septiembre - Viajar al extranjero, ya temporal o definitivamente, en Cuba, no es una decisión personal. Hay que pedir permiso. El permiso lo otorga el gobierno por medio de su Ministerio del Interior. Al permiso de salida le llaman "tarjeta blanca". Pero la "tarjeta blanca" cambia de color según el solicitante. Los hay quienes la adquieren de una albura impoluta. Para otros se torna de una negrura sin fondo.

Aquellos que han tenido una actitud contraria al régimen pagan el precio de que su "tarjeta blanca" se les convierta en su "tarjeta negra". No hay ordalía medieval que pueda compararse con las tribulaciones a que son sometidos quienes, por razones políticas, solicitan, esperan y, al fin, reciben su permiso. Ahora mismo los hay que llevan cinco meses esperando por él.

Cualquiera, con la neurona y media que le haya dejado sana el "Período Especial", comprendería que las razones son palpables. El gobierno de Cuba no quiere que el mundo sepa que existe una emigración política. La emigración política significa falta de libertades, represión, ausencia de espacios políticos, inexistencia de pluralidad, asfixia de la libertad de expresión, prohibición de asociación, persecuciones políticas. Ellos quieren presentar su emigración como una emigración económica. En su torpeza no advierten que cuando un pueblo emigra por razones económicas está reflejando el fracaso del proyecto político que le prometió salvarlo de la pobreza y que después de cuatro décadas la ha agravado y produce tal emigración. Tampoco advierten -y esto es más torpe aún- que intentar retener la emigración política por medio de mecanismos represivos tan primitivos sólo logra amplificar la resonancia del hecho y que el mundo se entere, no ya de la emigración política, sino también de las trabas que interponen para que se realice.

Pero no es de extrañarse. El tratamiento por parte del gobierno cubano a su emigración siempre ha sido circense. Cada vez que han aparecido presiones socio-políticas se ha abierto la válvula de la emigración masiva: Camarioca, 1965; Mariel, 1980; Guantánamo, 1994. Y con ello han logrado varios objetivos: deshacerse de los opositores, librarse de sus hambreados, enviar enmascaradamente a sus agentes y, de paso, presentarlo al mundo como una emigración económica.

En su afán de unidad y cohesión política anhelan darle un carácter económico a su emigración porque de aceptar que se trata de un rechazo, de una oposición al sistema, se verían obligados a aceptar también la necesidad de cambios políticos, y eso sería catastrófico para ellos.

Por otra parte, lo que ahora tratan de presentar como emigración económica para preservar la unidad política frente a los ojos del mundo, intrafronteras siempre fue, y se impuso, como emigración política: pobre del cubano que cometiera la herejía de mantener relaciones con familiares o amigos que residieran en el extranjero.

Una petición de salida definitiva de Cuba tiene un costo elevado para el solicitante. El gobierno lo ha visto siempre como traición. Los adjetivos con que se han calificado tal osadía han sido desde irrespetuosos a la condición humana hasta denigrantes de la especie. Todavía resuenan en mis oídos palabras tales como traidores, apátridas, gusanos, escorias. Todavía recuerdo aquellos campamentos agrícolas para quienes esperaban por los trámites, prolongadísimos, para marchar al exilio; todavía recuerdo a la turba brutal apedreando los hogares y gritando procacidades a quienes aguardaban por su salida por Mariel; todavía veo padecer a los opositores todo tipo de humillaciones y vejámenes mientras esperan su "tarjeta negra"; todavía veo a los desesperados en frágiles embarcaciones para ganarse por sí mismos la "tarjeta azul" como el mar que muchas veces se los traga; todavía veo a los agazapados haciendo toda suerte de malabares oportunistas para ganarse su "tarjeta rosada" -ya se sabe, carnet del Partido (Comunista) por fuera y tarjeta blanca por dentro- y desertar en cualquier aeropuerto del mundo; todavía veo a los perínclitos, sacrosantos, insignes, heroicos, valerosos funcionarios aquiescentes mantener a toda costa su permanente "tarjeta blanca" para andar por el ancho y ajeno mundo defendiendo las conquistas de un pueblo que ni siquiera tiene la libertad de viajar a donde le plazca y regresar a su país cuando le plazca.



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