Yanes Pelletier ha muerto
Tania Díaz Castro, PPDHC
LA HABANA, septiembre - Jesús Yánez Pelletier, uno de los
hombres más prestigiosos y auténticos del movimiento opositor pacífico
de Cuba, murió en la tarde del lunes 18 de septiembre.
En una entrevista que ofreciera hace algunos años al periodista
independiente Jorge Olivera, nos dejó para siempre su pensamiento: "El
tiempo marcha en sentido contrario al absolutismo, porque el comunismo se
desvanece como la espuma".
Conocí a Yanes en febrero de 1988 en el apartamento de Ricardo
Bofill, del Reparto Mañana, en ciudad de La Habana. Por esa misma fecha
se unió al grupo de personas que integrábamos el Comité
Cubano Pro Derechos Humanos, presidido por Bofill hacía más de
diez años. Yanes fue, sin duda alguna, amigo de todos a partir de ese
momento, siempre con la palabra adecuada y armónica a flor de labio,
capaz de infundir un profundo respeto como consejero de buena luz larga.
En agosto lo nombramos Miembro de Honor del Partido Pro Derechos Humanos de
Cuba (PPDHC) fundado en esos días por Bofill. Yanes agradeció con
palabras tiernas aquel homenaje que le hacía el recién surgido
movimiento opositor de Derechos Humanos que, por aquella época, contó
con cientos de colaboradores.
Recordar a Yanes siempre será muy bueno para mí. Yo, que jamás
tuve como amigo personal a un militar, llegué a distinguir y admirar a
este hombre de tan noble corazón. Tan noble era que en 1953, siendo
oficial del ejército, se negó a cumplir una orden de asesinato
contra Fidel Castro, preso en Boniato por asaltar un cuartel militar.
Muchas veces me hizo aquel relato mientras yo, de forma jocosa, lo culpaba
de los males de Cuba. El sonreía en silencio y con orgullo, sobre todo
cuando repetía la misma frase de aquel momento: "Yo no soy un
asesino, soy un militar".
Unos días antes de morir lo llamé por teléfono a su
casa, donde vivía junto a su bella compañera Marietta, quien lo
hacía feliz. Le comenté un documento que preparaba nuestro Partido
Pro Derechos Humanos de Cuba (PPDHC), su viejo Partido, para ser enviado a la
Asamblea Nacional de Cuba. Sin pensarlo, me pidió que se lo llevara para
firmarlo también, algo que, lamentablemente, no hice.
Aquella fue nuestra última conversación, muy solidaria de su
parte, pues le pareció muy bien que yo asumiera de nuevo el cargo de
Secretaria General del PPDHC.
Cuando colgué el teléfono, una extraña emoción
embargó mi corazón, como si el tiempo no hubiera transcurrido
despiadadamente. Cerré los ojos y me vi junto a Yañes en mi vieja
casona de la calle Lealtad, donde comenzó a dar sus primeros pasos
nuestra organización partidista.
¿Acaso realmente se había detenido el tiempo? Yanes y yo éramos
los mismos. La misma garra del mismo régimen nos propinaba los mismos
zarpazos. Por eso sentí su cálido estrechón de manos por
teléfono, su abrazo de verdadero hermano, ese hombre, tan incapaz siempre
de dar la bienvenida en su casa a un tirano.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|