El cristal con que se mire
Graciela Alfonso
LA HABANA, septiembre - Un grupo de invidentes y débiles visuales venden productos industriales en las calles capitalinas. Los mercaderes permanecen en las aceras de avenidas céntricas hasta diez horas diarias. Expuestos periódicamente a la represión policial, los
discapacitados tienen en esta forma de mercado un medio para mejorar las condiciones de vida.
La polineuritis óptica es la causante de la ceguera de Magaly, desde que ella tenía 26 años. Ahora tiene 33 y los gemelos cumplieron nueve. Los 60 pesos (menos de tres dólares) de la pensión alimenticia y los 80 (menos de cuatro dólares) que, por la
jubilación ella recibe mensualmente resultan insuficientes para la manutención de los tres. Por eso vende ropas en los portales de la calle Reina.
Luis, invidente de 43 años, afirma que los minusválidos tienen mayores exigencias que el resto de los ciudadanos. Desde 1998 solicitó licencia para ejercer el trabajo por cuenta propia. Aún no ha recibido respuesta.
No obstante, voceros de la Asociación Nacional del Ciego (ANCI) consideran que los incapacitados reciben del Estado ayuda monetaria o en especie "suficientes para cubrir sus necesidades".
Esta información ha sido transmitida por teléfono, ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza la reproducción de este material, siempre que
se le reconozca como fuente.
|