La cifra sospechosa
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, septiembre - En Cuba casi todas las cifras son sospechosas. Cuando el Ministerio de Agricultura afirma que obtuvo una cosecha de papas de varios millones de toneladas, tenga por seguro que el tubérculo escaseará tanto como antes de la noticia. Nunca se sabe a ciencia
cierta cuándo subió el Producto Interno Bruto, a cuánto ascendió la inversión de un pedraplén, cuál es el presupuesto anual del Ministerio de Salud, qué cifra alcanzan los gastos militares. En Cuba las cifras son material clasificado, armas
estratégicas, información supraconfidencial, secreto de Estado. Cualquier estudio que se haga basándose en las cifras oficiales será un verdadero desastre estadístico. No se llega a la verdad ni de chiripas.
Por eso me sorprendió el desenfado con que el presidente del INDER, en su alocución frente a la delegación cubana a las Olimpiadas de Sidney, expresara sin más allá ni más acá la cifra de integrantes. Cuatrocientos treinta y seis -dijo- de ellos
doscientos treinta y nueve, son atletas. Ahí mismo me mordió la pulguita de la curiosidad. Si solamente doscientos treinta y nueve son atletas, ¿qué son los ciento setenta y siete restantes? Y como especular no cuesta nada, le solté las bridas a la imaginación.
Supuse que veinte eran del equipo de prensa radial, escrita y televisiva; que treinta eran del equipo médico, especialistas, fisioterapeutas, masajistas; que treinta más eran entrenadores, managers, cargabates, y que veinte más eran funcionarios del organismo rector. Me
sobraban todavía setenta y siete miembros de la delegación a los cuales no sabía dónde ubicar. Se me ocurrió entonces que quince fueran auxiliares mixtos, es decir, repartidores de merienda, aguadores, cargadores de bolsos, etc.; que quince más fueran
personal de servicio, ¿cómo decir?, los que limpian las habitaciones, los urinarios y eso... Pero todavía me sobraban cuarenta y siete miembros. ¿Qué pudieran ser esos cuarenta y siete restantes? Me rompí la cabeza, pensando. Imaginé que diez más
pudieran ser invitados especiales, vaya, intelectuales destacados, obreros de vanguardia, estudiantes sobresalientes que el Partido quería estimular por su actitud revolucionaria. Pero todavía me seguían sobrando treinta y siete. Y fue la iluminación. ¿Cómo
no se me había ocurrido antes? Esos treinta y siete eran los compañeros de la Seguridad, los que velarían por la integridad física de los participantes. Pero no. La Seguridad no trabaja tan abiertamente. Casi seguro estos treinta y siete son músicos. Claro, músicos,
embajadores de nuestra cultura en las Olimpiadas de Sidney. ¿A quién se le ocurre que estos últimos treinta y siete miembros iban a quedar sin camuflaje? Ni que la Seguridad fuera tonta.
Esta información ha sido transmitida por teléfono, ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza la reproducción de este material, siempre que
se le reconozca como fuente.
|