Candil de la calle, oscuridad de la casa
Víctor Rolando Arroyo, UPECI
PINAR DEL RIO, septiembre - "Qué ironías tiene esta vida", dijo una señora y luego agregó: "He visto decenas de imágenes de los centros hospitalarios de Africa y Centro América y ninguno está en el deplorable estado higiénico
de este centro materno".
En ese momento, ya yo había recorrido el Hospital Materno de Pinar del Río porque unas horas antes allí mismo llegó a la vida mi primera nieta. Meses atrás también había caminado aquellos pabellones y desde ese entonces me alarmé. Pero lo
que ahora veía superaba el más negativo de los pronósticos: techos y paredes enmohecidos por las filtraciones de agua; baños ruinosos; falta de higiene; salas con más de veinte parturientas y sólo una ducha y un retrete a su disposición; los colores
de los pisos desaparecidos bajo la costra de suciedad.
Aquella tarde las cucarachas salían de los destrozados registros eléctricos, y las lámparas fluorescentes brillaban por su ausencia.
Son innumerables las ventanas que parecen orificios, pues en vez de cristales las hospitalizadas para protegerse de las inclemencias del tiempo han puesto cartones o pedazos de nylon.
El comedor de los trabajadores del hospital está en ruinas: le falta parte del mostrador y el mobiliario supera en mucho al peor de los boliches haitianos.
Matorrales donde debían haber áreas verdes, y un abandono generalizado que sobrepasa la indolencia crea un ambiente sórdido en el centro hospitalario.
Justificaciones abundan: que no hay recursos, que se está terminando un nuevo bloque materno adjunto al hospital, desde hace décadas; que los materiales constructivos se destinan a ese lugar, y no sé cuántas cosas más. Realidad o ficción, pero los
argumentos para rebatir lo antedicho abundan.
Lo cierto es que allí nacen más del 70 por ciento de los infantes que llegan a la vida cada año en esta provincia y cada día aumenta el deterioro, no sólo material, sino que junto a éste crece la pereza entre el personal médico y técnico,
que es lo más preocupante a mi juicio.
Con profusidad, vi carteles anunciando "área estéril" y junto a ellos deteriorados recipientes almacenando material de cura usado y ya bastante descompuesto por el tiempo que llevan allí y por las altas temperaturas. Otros carteles alertaban sobre "peligro
biológico". Irónico mensaje ante la realidad descrita.
Burla es sinónimo de ironía y, precisamente, ésa es la acción que casi con más frecuencia se ejerce sobre este pueblo. Mordacidad que está en hacerle creer en logros utópicos, cuando ni siquiera pueden escoger el mejor lugar para que nazcan sus
hijos. Burla, porque aquí se ve frecuentemente la realidad del refranero popular: "Candil de la calle, oscuridad de la casa".
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