CUBANET ...INDEPENDIENTE

5 de septiembre, 2000



¿Un índice para la felicidad?

Ricardo González Alfonso

LA HABANA, septiembre - Un mapamundi puede ser un rompecabezas en el sentido lúdico, y en el otro, afirmación que, combinada con otros aspectos, indica algunos pasadizos del laberinto humano. La salida, quizás, se encuentre en un pensamiento de Séneca: "Los deseos de nuestra vida forman una cadena, cuyos eslabones son las esperanzas".

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) estableció en 1990 el Indice de Desarrollo Humano (IDH). Este considera los éxitos de los países a través de un prisma social, el cial, prisma al fin, tiene tres dimensiones: primero, la esperanza de vida al nacer; segundo, la tasa de alfabetización y duración media de la escolaridad, y tercero, el nivel de vida, que se determina por el ingreso ajustado.

El Indice de Desarrollo Humano cuenta con una escala del uno al cero. El uno es lo óptimo. Si sobrepasa el 0,8 se considera que el desarrollo humano es elevado; aceptable o medio entre el 0,8 y el 0,5. Bajo, cuando es inferior a esta fracción.

Si comparamos un planisferio que muestra cuantitativamente las rutas migratorias contemporáneas, con otro que refleja el Indice de Desarrollo Humano, descubriremos similitudes, pero además contradicciones muy interesantes.

En ambos croquis de tragedias y anhelos todos los senderos conducen al hombre y al hambre (interpretemos esta última palabra en los sentidos famélico y de justicia).

El Indice de marras supera a otros empleados anteriormente, como el producto nacional bruto por habitante. Sin dudas, la estructura física y espiritual de la humanidad rebasa la capacidad de sus bolsillos.

Pero, en mi opinión, el trípode del Indice de Desarrollo Humano tampoco precisa la situación de esta criatura de carne y sueños que es el hombre. Existe una aspiración común a los terrícolas de todos los tiempos: la felicidad. ¿Podrá ésta reflejarse en las estadísticas? Probablemente no, pero, tal vez sí aproximársele algo más.

Algunos derroteros de los emigrantes trasnacionales muchas veces prueban que la dicha personal no se limita a la longevidad, la escolaridad y los ingresos.

De acuerdo a los datos correspondientes al 1999 emitidos por la Oficina del Informe sobre el Desarrollo Humano del PNUD, Irlanda, por ejemplo, posee un Indice de Desarrollo Humano alto y la República de Malgache uno bajo. No obstante, cuando comparamos esta situación con el mapa que refleja las corrientes migratorias en el mundo, publicado en el número de noviembre del 1998 de la revista "El Correo", de la UNESCO, observamos que Irlanda tiene más del 15 por ciento de la población en el extranjero, mientras que la gran isla africana no presenta migraciones.

Cuba, con una expectativa de vida al nacer de 75,7 años y una tasa de alfabetización de adultos del 95,7 está entre los países de emigración masiva. Resulta significativo que antes del 1959, cuando la longevidad era inferior y no se había realizado la Campaña de Alfabetización, el archipiélago cubano era una tierra para inmigrantes.

La Revolución Cubana cambió la situación. Un régimen totalitario -o al menos que a la desesperada aspira a continuar siéndolo- puede ofrecer a sus ciudadanos índices aceptables, pero no la libertad, aspiración tan cara (en la doble acepción del término) a todos los hombres.

Por algo don Quijote -en su mundo de páginas, realidades y sueños- dijo a su escudero: "La libertad, querido Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos. Con ella no puede igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad se puede y debe aventurar la vida".

Sin embargo, como los asuntos humanos son tan complejos, y tienen tantísimas piezas (idiosincrasia, religión, economía, recursos naturales y así hasta casi arribar al infinito), una nación como la Gran Jamahiria Arabe Popular de Libia, con un régimen autocrático -para ser benévolo- se halla entre los países con una inmigración masiva (más del 15 por ciento de la población total), y posee un Indice de Desarrollo Humano entre el 0,767 y el 0,887.

Todo esto indica, en mi criterio, que un trípode social no basta para reflejar el desarrollo humano de una forma genuina, integral.

Se deberían considerar otros elementos. Cualquier rompecabezas tiene más. ¿Por qué, entonces, el indicador del desarrollo debe limitarse a tres aspectos?

¿Cómo obviar el cumplimiento de los 30 artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos? ¿Cómo ignorar la violencia, la drogadicción y los suicidios? ¿Cómo no tener en cuenta la desesperación de los emigrantes?

Parodiando un versículo bíblico, me pregunto: ¿De qué le sirve al hombre alcanzar un alto índice de desarrollo, si al fin pierde la esperanza?



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