Las tribulaciones de un posible emigrante cubano
Héctor Maseda, Grupo Decoro
"Ningún hombre es lo bastante bueno para gobernar a otro sin su consentimiento" - Abraham Lincoln.
LA HABANA, agosto - A Florentino le dijeron que sí. Solemne y serio, un funcionario del Servicio de Inmigración y Naturalización (INS), en el Departamento de Refugiados de la Sección de Intereses de Norte América (SINA) en Cuba, le informó que tenía
aprobado su ingreso en los Estados Unidos. Pero sus tribulaciones comenzaron cuando intentó cumplir con los requisitos impuestos por la parte cubana. A los tres meses de haber presentado su solicitud de salida definitiva a las autoridades migratorias continuaba sin respuesta.
Su caso no es el único y, lamentablemente, no será el último. Las medidas de control establecidas por el Estado cubano no sólo afectan el derecho de sus ciudadanos a decidir cómo y dónde vivir, sino que les crean obstáculos de tipo económico
y demoras innecesarias que a la vez ponen de manifiesto el verdadero carácter penitenciario que impera actualmente en el país.
El cubano que desee trasladarse definitiva o provisionalmente a cualquier rincón del planeta, en gestión no oficial, deberá solicitar a su gobierno el permiso de salida o "tarjeta blanca" (nombre que se le da popularmente) previa presentación del pasaporte,
cuyo costo asciende a 1,050 pesos; la visa del país receptor y la carta de invitación, por la que pagará a la Administración Castro otros 2,940 pesos.
Luego tendrá que esperar 45 días o más, para saber si fue aprobado o no. Si la respuesta es afirmativa, desembolsará otros 3,150 pesos al Departamento de Inmigración del Ministerio del Interior para que se la entreguen. La vigencia de este permiso de salida
caduca al año de ser expedido.
Ahora bien, si la salida es definitiva hacia los Estados Unidos (más del 60 por ciento de los emigrantes cubanos se dirigen a ese destino) por concepto de reunificación familiar, sorteo o refugiados políticos -este último es el caso de Florentino y otros tantos-
entonces sus erogaciones no se limitan a las hasta aquí enunciadas, sino que tendrán que abonar 8,400 pesos adicionales al Estado cubano para cubrir el chequeo médico que le exigen a esa categoría de viajero. Evidentemente, el fenómeno migratorio en Cuba se ha
convertido en un lucrativo negocio para el gobierno del Archipiélago.
En resumen, al cubano de a pie los trámites para poder viajar a cualquier país -con excepción de Norteamérica- le cuestan la bicoca de 7,140 pesos. Si se tratara de esa nación vecina, entonces los gastos ascienden a 15,540 pesos (740 dólares). ¡Casi
nada, el salario de cinco años y ocho meses de trabajo!, si tenemos en cuenta que el sueldo promedio nacional es -según datos oficiales- de 226 pesos mensuales (10.80 dólares).
Florentino continúa frente a mí. No me gusta verlo así. Me solidarizo con su preocupación y lo invito a que pase para degustar un caliente y "aromático" chícharo-café criollo. Se sienta cómodo y comenta: "Si no tengo
respuesta en septiembre me veré obligado a tomar medidas excepcionales. La visa de los Estados Unidos vence al año y no puedo correr el riesgo de perderla".
Trato de tranquilizarlo, pero me resulta difícil por no estar convencido de mis argumentos.
Las autoridades gubernamentales han utilizado este mecanismo como presión política contra los disidentes pacíficos que son aceptados en el Plan de Refugiados Políticos que concede el gobierno norteamericano a través de su oficina instalada en La Habana. Otro
tanto ocurre con los líderes de la oposición política que en varias ocasiones han sido invitados a participar en eventos especializados en terceros países. Ejemplos sobran: Osvaldo Alfonso Valdés, Fernando Sánchez y Elizardo Sánchez Santacruz, líderes
de los Partidos Liberal Democrático de Cuba, Solidaridad Democrática y de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, respectivamente, por sólo mencionar a los afectados recientemente.
Lo cierto es que en ningún país del mundo civilizado se exigen tantos requisitos, trámites y costos en los asuntos migratorios como en Cuba. La mayoría de los países se limitan a conocer el movimiento de sus nacionales con una simple gestión en los
pasaportes de sus ciudadanos, y quizás registren sus datos personales en una relación para sus estadísticas ulteriores, en el momento en que hacen su entrada y salida por los aeropuertos, puertos marítimos y puntos fronterizos de la Nación, sin que esto implique
gasto alguno.
Por otro lado, cualquier ciudadano de un país miembro de la Unión Europea puede viajar a otro que pertenezca a esa comunidad sin mayores requisitos que la presentación de su pasaporte para que acredite su nacionalidad.
El discurso oficial de La Habana intenta presentar como presunto culpable del peligroso flujo migratorio ilegal de cubanos hacia los Estados Unidos a la ley de Ajuste Cubano. Sin embargo, esta maniobra es una flagrante distorsión de la realidad. La inmensa mayoría de los cubanos no
pueden cubrir los gastos de una salida legal. Y aunque no estamos identificados con esas prácticas irregulares, sabemos que al verdadero culpable de este éxodo masivo y clandestino hay que buscarlo en el propio régimen castrista, por ser él quien desde hace varias décadas
cortó al cubano medio las ansias de libertad, las esperanzas de bienestar material y la estabilidad y paz espirituales. Son miles los Florentinos que aguardan, con angustia, que terminen de una vez y para siempre sus vicisitudes como potenciales emigrantes.
Esta información ha sido transmitida por teléfono, ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a Internet.
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