El MINAZ busca eficiencia, pero...
Mario J. Viera González, Cuba Voz
LA HABANA, enero - La zafra de 1943 - 44 produjo 4, 877 millones de toneladas de azúcar crudo. La zafra iniciada el pasado 6 de diciembre, a pesar de las favorables condiciones climáticas que prevalecieron durante el período de crecimiento y maduración de la caña,
muy difícilmente podrá alcanzar lo obtenido en 1944.
Producir grandes volúmenes de azúcar requiere de una exquisita organización, un trabajo fabril de gran eficiencia, una dirección muy hábil en cada central y, sobre todo, un gran esfuerzo de trabajo. Condiciones éstas que no han caracterizado a la
principal industria nacional en todos estos años de dirección planificada de la economía y de la propiedad estatalizada. No obstante el Ministerio del Azúcar (MINAZ) desde que el General Ulises Rosales del Toro asumiera la cartera, ha emprendido una serie de medidas
inteligentes encaminadas a obtener la eficiencia económica que nunca antes se había conseguido.
De lo que se trata es de saber si esas medidas, unas de carácter propiamente técnicas y otras de carácter financiero, podrán sacar a la industria de la sima en que ha caído manteniendo intactas las relaciones de propiedad que el régimen comunista ha
implantado.
En el pasado algunas mentes preclaras cubanas vieron en el desarrollo del latifundismo azucarero un grave peligro, no sólo para la industria del azúcar sino también para la propia estabilidad del país y de su existencia como nación independiente. El debate se
centró en la condena al sistema de tenencia de la tierra que la concentraba en pocas manos, mientras que la gran masa campesina se proletarizaba y terminaban convirtiéndose en un ejército de indigentes en las zonas urbanas, hacia donde la miseria les impedía emigrar. Una
labor destacada en la creación de la mentalidad anti latifundaria le correspondió a Ramiro Guerra Sánchez, cuyas principales tesis en contra del latifundismo las plasmara en su libro Azúcar y población en las Antillas, cuya primera edición vio la luz en
1925.
Posteriormente, las constituyentes de 1940 estamparon en el texto constitucional la proscripción del latifundio (Artículo 90) y la adopción de medidas que tiendan a revertir la tierra al cubano. Sin embargo, hubo que esperar hasta el 17 de mayo de 1959 para que se dictara la
ley de complementaria que requería el Artículo 90. La Ley de Reforma Agraria, que pretendió ser esa ley complementaria, de hecho dejó intacto el latifundio solamente cambiando su régimen de propiedad privada por el de propiedad estatal.
Con la posesión estatal de los grandes latifundios y su administración gubernamental, muchas de las prácticas que habían hecho eficiente y competitiva a la industria azucarera fueron quedando en el olvido, y a la par se modificaron los viejos y eficientes sistemas de
dirección que prevalecían en la industria, produciendo sin importar costos, para actuar como factoría azucarera del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME).
La Cuba socialista pudo contar con un mercado garantizado para sus producciones azucareras, con precios muy favorables fijados artificialmente por encima de los que regían en el mercado mundial. Con esta producción subsidiada por el CAME los principios básicos para producir
económica y técnicamente eficiente quedaron totalmente relegados. La caída del bloque socialista, y principalmente de la Unión Soviética y de su Ministerio de Colonias: el CAME, en realidad arrastró consigo a la industria azucarera cubana. La isla de corcho
finalmente se hundía como un logro más del socialismo caribeño.
Durante el denominado período especial, que no es otro que aquél en el que Cuba ha quedado librada a sus propios y escasos medios, desprovista de los grandes subsidios soviéticos, la cara oscura de la irrentabilidad y del mal rendimiento azucarero quedó
vergonzosamente expuesta.
Sin los recursos financieros para sostener altos niveles productivos, tanto agrícolas como fabriles, la industria azucarera entró en el agudo proceso de recesión hasta la última zafra, cuando mostró una modesta recuperación que ha colmado de esperanzas a
la dirección política del país.
Ahora el MINAZ parece dedicarse a la búsqueda de nuevas fórmulas, algunas de simple retorno a las raíces, como grantizar una adecuada composición de cepas; iniciar las moliendas en los centrales cuando sus cañas hayan alcanzado un satisfactorio nivel de
maduración y contenido de azúcar; suprimir al mínimo posible la quema de campos, y la aplicación de medidas de tipo económico como el pago de la caña por su calidad, un viejo reclamo de destacados técnicos azucareros como el Ingeniero Agrónomo
Juan L. Fiore, quien en 1948 pedía que la caña se pagara por su contenido de azúcar al momento de la entrega al central, lo que obligaría a la industria a tratar de extraer hasta la última molécula posible y obligaría a los subalternos a tomar medidas
a ese fin...
Para Fiore desde el punto de vista de la fábrica sólo existen dos condiciones principales que influyen sobre los rendimientos azucareros: el estado de la maquinaria industrial y el celo de los encargados de manejar la industria.
Entre los nuevos planes del MINAZ está la pretensión de rescatar la práctica de la refracción agrícola y devolverle a la industria su papel rector sobre el sector agrario a través de los créditos de financiamiento. Recientemente se informó
oficialmente el servicio de un sistema de financiamiento a los productos cañeros de forma experimental que se pondrá en ejecución en los centrales Héctor Molina (antiguo Gómez Mena) en la Habana, Efraín Alfonso (Santa María) en Villa Clara, Espartaco
(Hormiguero) en Cienfuegos, Ramón Ponciano Romano (Santa Isabel) en Sancti Spíritus, Argentina (Florida) en Camagüey, Majibacoa en Las Tunas, Cristiano Naranjo (Tacocum) en Holguín, y Paquito Rosales (Gorgita) en Santiago de Cuba.
Los centrales azucareros estructurados desde hace algunos años como Complejos Agro Industriales (CAI) que colocan bajo una misma dirección a la fábrica y las áreas estatales vinculadas al central recibirán los créditos de préstamos concedidos por
las sucursales bancarias del territorio en que están enclavados, los que tendrán que liquidar en plazos acordados. Con créditos, la dirección del CAI podrá hacer préstamos a los productores cañeros para atender a los gastos del cultivo de la caña:
siembras, plantaciones cañeras, equipos y aperos.
Nuevamente los departamentos del campo de los centrales volverán a ejercer las funciones con las que antes cumplían supervisando la ejecución y la calidad de las labores culturales, la confección de estimados y la programación de los cortes. Retorna con esta
medida a la antigua refacción que los centrales otorgaban a los colonos, y que en muchas ocasiones se convertía en un instrumento de los hacendados para ejercer su poder sobre los plantadores.
El Ministerio del Azúcar busca con ésa y otras medidas hacer eficiente la industria azucarera pero, con todas sus intenciones, contra esa aspiración se antepone un gran pero: el régimen estatal de tenencia de la tierra, ya sea en cualquiera de sus variantes: Empresas,
Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA) o Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC). Sin campesinado independiente no hay agricultura productiva.
A este respecto es válido retomar las ideas de Ramiro Guerra quien, para contrarrestar los efectos negativos del latifundismo, propuso promover la creación de una clase agricultora numerosa, progresista y solvente, que trabajando en tierra propia, sirva de robusto cimiento a la
nacionalidad y de firme garantía al orden social. Y más adelante hacía constar: ...en todos los tiempos se ha reconocido que el cultivo del suelo por su propio dueño es a la larga, la única forma de agricultura que rinde, la única que asegura una constante y
progresiva mejora de la tierra, la existencia de una clase rural fuerte, progresista y amante del terruño. Ya lo ha dicho con admirable condición Eduardo Herriot: 'La tierra exige la presencia'.
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