CUBANET ...INDEPENDIENTE

28 de enero, 2000



¿A dónde van los muertos?

Juan Carlos Recio, Cuba Press

LA HABANA, enero - Dicen que si la memoria nos abandona es como si abandonáramos el cuerpo, la fuerza de una mirada, el miedo, incluso la vanidad -entre todos los atributos dados al hombre. Flotaríamos. De modo que la memoria es el corazón del hombre y que, gracias a su conveniencia, lo hace latir, o mejor, nos permite conocer conscientemente que él late. Estamos vivos y podemos apoderarnos de nuestra historia personal.

No se trata de un trabalenguas o de un ajedrez verbal, sino de la importancia que nos concede la memoria -y yo la quiero "usar" para transportarnos al pasado-, en mi caso, reciente, porque sólo hace 31 años que nací.

Los velorios de muertos significaban una especie de comida y encuentro entre familiares, amigos, conocidos y vecinos. De niño (a los 8 años) vi cuando enterraban a Valerio Valdés, el padre de mi padrino Eduardo Valdés. Más de cien hombres a caballo antecedían el cortejo, (porque el velorio se hizo en una zona rural conocida como La Matilde, en la provincia de Villa Clara). Más de 300 personas a pie seguían al carro fúnebre hasta el cementerio de Camajuaní.

Recuerdo que se asaron varios cerdos y se cocieron en grandes calderos arroz congrio. Se sirvió, además, café, dulces, bocaditos y refrescos. Se veló el cadáver quince horas y transcurrieron otras dos en el traslado al cementerio municipal.

Por testimonio de historiadores, abuelos paternos y otros ancianos conozco decenas de anécdotas parecidas, cuando se les avisaba (en zonas rurales) a todos los vecinos de la comarca de forma verbal y a caballo. En los pueblos se hacía mediante esquelas mortuorias, que fueron suprimidas.

A veces me pregunto: ¿A dónde van los muertos ahora? La mayoría de los entierros, con raras excepciones, son acompañados por menor número de personas que incluso antes del período especial. No se velan toda la noche en las casas o funerarias acompañados por colegas de trabajo, vecinos y otros. La mayoría de las veces y antes de la medianoche, las personas dejan al muerto con sus seres más allegados.

Es muy difícil encontrarse con anécdotas recientes donde una persona describa algo significativo de un funeral. Los velorios, hasta finales de la década del sesenta, eran tan importantes, recordados y célebres como las bodas, los quince y los buenos almuerzos.

La desgracia es ahora tan común y tan cercana que cuando alguien muere apenas nos damos cuenta.



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