CUBANET ...INDEPENDIENTE

27 de enero, 2000



Creadores frente al totalitarismo

Tania Díaz Castro, Grupo de Trabajo Decoro

LA HABANA, enero - Como auténtica acción de guerra, el gobierno de Fidel Castro, en 1961, extendió sus garras totalitarias para controlar a los creadores literarios del país agrupándolos en la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), cuya sede, ubicada en el Vedado, siempre ha sido un foco de atención para la policía política, como tal vez no lo sea ninguna otra organización.

Es a partir de este momento que los escritores comenzaron a sentirse presionados por aquella coyunda calvinista que serviría en lo adelante como advertencia o amenaza: "Con la revolución, todo; contra la revolución, nada", dando pie a la implantación de una política cultural ideologizada y dogmática. En ningún sentido fue expresada como un llamado a la unidad, puesto que todos los escritores no pensaban igual respecto al régimen.

Con el pretexto de salvar la nación, la cultura y la identidad el gobierno apartó del camino a muchos escritores que disintieron abiertamente del totalitarismo. Por citar algunos ejemplos: Carilda Oliver Labra, Dulce María Loynaz, Francisco Riverón Hernández, Angel Cuadra, Enrique Labrador Ruiz y otros. De ellos, unos fueron a prisión, otros quedaron en silencio en sus casas o marcharon al exilio.

La UNEAC era vigilada y controlada de forma permanente por la Seguridad del Estado y las represiones que se llevaban a cabo se hacían con bastante discreción, excepto en el caso del poeta Heberto Padilla, en 1971 o los procesos de quienes resultaban "parametrados"(*) para desempeñar funciones dentro del ambiente cultural.

Pero ni en aquellos tiempos oscuros donde la injusticia hacía ola estuvimos tan desunidos los escritores como hemos estado a lo largo de estos diez años de "período especial"; desde sus inicios apenas se ve a los escritores en la sede de la UNEAC. Casi todos viven en un ostracismo muy sospechoso, parecido a un exilio interno al que no puede faltarle su compás de espera. De ellos, los que pertenecen al único partido existente en Cuba pueden contarse con los dedos de las manos.

¿Quiere esto decir que la UNEAC ha perdido en fuerza, si es que la tuvo alguna vez? No creo equivocarme al afirmar que esta institución representa a una masa de escritores-fantasmas, ya sea porque una buena parte de ellos -con licencia estatal- pasa estos años peores en países capitalistas, porque otros pertenecen a la disidencia interna no autorizada por el gobierno y el resto no quiere dejarse ver en oficinas, salones o jardines de la sede.

Nunca la doble moral de los que no sentían el comunismo como doctrina propia fue tan poco evidente como hoy, respecto al grupo de escritores viejos que actualmente representan al resto de la intelectualidad literaria y artística. En mi retorno a la UNEAC, en abril de 1992, muy provechos por cierto, ya que así pude darme cuenta de que jamás, ni aún en los peores momentos de presión y chantaje por parte de la policía política de Castro, dejé de ser disidente, pude constatar que los escritores anhelan cambios que se encaminen a una verdadera democracia.

Pude apreciar, por ejemplo, que el mismo puñado de añejos escritores, los que siempre fueron reprimidos y vigilados, asisten hoy a los eventos del Palacio de las Convenciones con relación a la cultura y que reciben migajas del régimen, acorralados por la vejez. Hoy Castro se reúne con ellos. Antes jamás lo hizo. Prefería dar la bienvenida a los deportistas o departir con éstos. Tales escritores, acomodados al fin a la dictadura más larga de la historia americana -la que censuraron siempre- reciben pequeñas sumas de dólares mensualmente como dádivas para que continúen en sus sombrías posturas de "comprometidos" y "tranquilos en sus casas".

Sin embargo, el papel de los creadores de la cultura en la vida social y política de la nación carece de importancia. Ninguno de ellos brilla por su presencia en la esfera política y continúa vigente la censura, la cerrazón, el dogma como espada de Damocles.

Abel Prieto, quien sustituyó a Nicolás Guillén como presidente de la UNEAC y comprometido hasta la médula con el régimen, insistió en 1989 en defender los "espacios experimentales" dentro de la creación artística, en aceptar la literatura audaz y novedosa (nunca disidente), sobre todo de las nuevas generaciones. Sin embargo, la situación de los escritores respecto a la censura continúa siendo caótica.

Luego, en 1990, Prieto se refirió al Llamamiento al IV Congreso del Partido como "un documento inapreciable para enfrentar el presente y el futuro inmediato" (el subrayado es nuestro). Han transcurrido diez años y ese futuro, la realidad de hoy, es aún más grave. Han escapado al exilio numerosos escritores de gran renombre, otros continúan apartados discretamente y el resto pertenece a la disidencia.

¿Se equivocó el joven escritor Prieto, hoy ministro de Cultura? ¿O se le olvidó pensar que es el propio estado el que genera los errores y las tendencias negativas que tanto afectan no sólo a los creadores cubanos, sino a toda la sociedad en su conjunto? ¿Ante este deplorable panorama totalitario pudiéramos esperar acaso, por un proceso de tolerancia pluralista? El arsenal de injusticias cometidas por el régimen contra los escritores y artistas y contra la sociedad quedará para la historia como una mancha imborrable.

Numerosos poetas cubanos conocieron las cárceles de Castro. Algunos de ellos son Jorge Vals, Angel Cuadra, Armando Valladares, Ernesto Díaz Rodríguez, Heberto Padilla, Lina de Feria, María Elena Cruz Varela, Fernando Velázquez, Omar Pomares, Teo Espinosa y la autora de estas reflexiones, así como los novelistas Reinaldo Arenas y David Buzzi.

Ante esta lacerante realidad, insoslayable, me siento satisfecha de haberme apartado -esta vez sí para siempre- del ajedrez político de mi país. Como muchos de mis honestos colegas, nunca he sido hipócrita. Desde mi humilde rincón de disidente, espero por el Tribunal del Tiempo, tranquila y confiada.

(*) Neologismo creado por el Estado para apartar del arte y la cultura a homosexuales, religiosos y disidentes.



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