La cárcel y la transparencia informativa
Jorge Diego Rodríguez, Cuba Press
LA HABANA, enero - En la última mitad del siglo que terminó creció el rechazo mundial al encarcelamiento por motivos políticos o de conciencia, aunque desgraciadamente hay países donde aún se observa esa práctica (entre ellos, Cuba).
Se abre paso cada vez más la concepción de que la sociedad tiene el deber de cuidar de los prisioneros -no importa el motivo de su confinamiento- y el derecho a ejercer lo que se conoce como un "control social" de la población penal: condiciones de vida,
establecimientos donde se cumplen condenas, formas de sanción, derechos y deberes de los reclusos, su reeducación y reintegración a la sociedad, etc.
Las reglas penitenciarias europeas estipulan desde hace años inspecciones extracarcelarias verificadoras del denominado Ordenamiento Penitenciario. Los activistas de derechos humanos y voluntarios cristianos en todas las latitudes se dedican con no pocos riesgos a contar a la sociedad la
verdad de lo que ven en las cárceles, así como a promover campañas de solidaridad cuando son violados los derechos de los presos y puesta en peligro su integridad física y moral. Su labor es informar objetivamente a la opinión pública (y a veces a los
propios gobiernos) sobre los grandes problemas de los reos y las violaciones a su dignidad humana.
En muchos lugares del mundo los periódicos sólo dan noticias sensacionalistas de la cárcel (fugas, plantes, motines, etc.); en otras, desfigura y magnifican artificialmente las malas noticias -a veces con fines políticos-, o guardan un silencio aplastante sobre el
tema, como en Cuba.
En este país, los principales testimonios son las denuncias de los familiares de los reos a los grupos defensores de los derechos humanos y a la prensa alternativa o independiente, que a su vez las divulgan hacia el extranjero. También están las informaciones y apreciaciones
que hacen llegar a las comunidades cristianas los sacerdotes y voluntarios de la pastoral carcelaria. Todos ellos dan a la publicidad lo que no darán nunca, o no podrán decir, por razones profesionales, de censura o de ocultación de arbitrariedades, ni los funcionarios ni los
gendarmes ni otros trabajadores de los centros de reclusión, o relacionados con éstos.
Así se han dado a conocer actos brutales o de intimidación, condiciones de hacinamiento y de insalubridad, desatención médica, e incluso hostigamiento a los familiares de los reos, entre otros hechos. Se trata de la transparencia informativa, tan temida por los
autores de esos desmanes.
En su visita al Santuario de San Lázaro, en El Rincón, Habana, el 24 de enero de 1998, el Papa Juan Pablo II apuntó: "Aliento a promover esfuerzos en vista de la reinserción social de la población penitenciaria. Esto es un gesto de alta humanidad y una
semilla de reconciliación, que honra a la autoridad que la promueve..." La pastoral penitenciaria debía encontrar los espacios en Cuba para realizar su misión al servicio de los presos y de sus familiares.
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