A dos años de Juan Pablo
Manuel David Orrio, Cooperativa de Periodistas Independientes
LA HABANA, enero - Entre los días 21 y 25 de este enero de la Cuba del picadillo de soya será inevitable que los hijos de la tierra de José Martí recuerden las emociones vividas dos años atrás, en ocasión de la visita a la Isla de Su Santidad Juan
Pablo II.
Para algunos quizás sea el mejor recuerdo aquella calificación de Su Santidad a la política de sanciones económicas unilaterales de Estados Unidos a Cuba: éticamente inaceptables. Para otros, la más bella remembranza es la de una Plaza José Martí
estremecida por el grito multitudinario de una palabra mágica: "¡Libertad!" Unos y otros llevan parte de razón al defender que éste o aquel suceso fue, desde el punto de vista político, lo definitivamente trascendente de aquellos días, bellos por ver
a un viejecito de voz entrecortada y cuerpo maltrecho, capaz de representar desde su debilidad física a lo infinito de Lo Supremo.
Defender el fin de las sanciones económicas unilaterales de Estados Unidos a Cuba y escribir a diario la palabra libertad en el Internet no es para este periodista independiente lo más importante de aquella visita papal. Lo verdadero, lo sencillamente real de las jornadas de Juan
Pablo II en la Cuba de Fidel Castro, es la frase que tan útil ha sido para un emborronador de cuartillas a lo largo de dos años de encuentros y desencuentros: "No tengáis miedo". Brújula, estrella que guía a los Reyes Magos de retorno a la Isla, aún
cuando el colega Víctor Rolando Arroyo esté en peligro de ser crucificado por llevar juguetes a los niños pobres. Juan Pablo II enseñó a quien quiso aprenderlo que vencer al miedo individual es la primera condición para graduarse de maestro en la difícil
pedagogía de ayudar a otros a derrotar al temor: el nacido de una realidad opresora, y el que se alberga en lo profundo de las mentes. No tener miedo es aprender a creer en el hombre, y es confiar en que la mujer amada, o el buen amigo, llegaron a uno por mandato de Dios y no por órdenes
de la Seguridad del Estado.
"No tengáis miedo", por ello, es la frase de Juan Pablo II en la que mucho debería pensarse a la altura de estos días de recuerdos. Una de las principales regularidades de lo que se llama "la idiotez latinoamericana" consiste en atribuir a otros la causa
de los males y desgracias, cual talento para ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Juan Pablo no vino a Cuba para elevar plegarias sustitutivas de la acción; él vino para decir a los cubanos que su primer deber como tales es reivindicarse como protagonistas de su
Historia. Dos años después de su presencia va tornándose casi elegante, casi chic, afirmar que la visita de Su Santidad a Cuba resultó un hecho más bien intrascendente y hasta en utilísimo reconocimiento para el Gobierno de Fidel Castro. Desde mi pluma
vigilada, pero ya parte de un protagonismo de la Historia, cuyo nombre es periodismo independiente cubano, creo sentirme en autoridad de preguntar: ¿Y qué ha hecho cada quien para reivindicarse a sí mismo como dueño de su destino y de su Patria?
Dos años atrás publiqué un artículo del cual siempre me sentiré orgulloso -¿recuerdan, lectores, El Potato? En él afirmé que la presencia de Juan Pablo en la Isla indicó la existencia de una sociedad civil cada vez más pujante
que por primera vez en decenios tuvo la oportunidad de ser, con toda propiedad, voz. Pero también expresé que hecho como ése planteaba nuevos retos, el primero de los cuales era cómo consolidar esa voz, cómo ganar el espacio electrónico para ella; cómo
acceder, en fin, a los medios de comunicación social de Cuba en pleno derecho y ejercicio de acatamiento a la voluntad de la mayoría y del respeto a la opinión de las minorías. "Corresponde a los laicos católicos liderear esa batalla. Y les corresponde no por
ser laicos católicos, sino por ser ciudadanos", apunté entonces, y más adelante interrogaba: "¿No es llegada la hora de presentar demandas a tenor de la Constitución de la República? ¿No es llegada la hora de dar misiones a los diputados a la
Asamblea Nacional de filiación católica? ¿No es llegada la hora de ejercer la iniciativa legislativa y reunir firmas por todo el país?"
Dos años después de la visita a Cuba de Juan Pablo II esas preguntas permanecen sin respuesta, salvo pequeñas y honrosas excepciones confirmatorias de una regla. ¿Quién es el culpable, la jerarquía católica, el Gobierno de Fidel Castro, Su Santidad,
quienes impiden que el niño Elián González retorne a los brazos de su padre? Nada de eso, el culpable es cada uno de quienes han hecho y hacen oídos sordos a los llamados de una PARTICIPACION CIUDADANA responsable y exenta de doble moral, si es que la amoralidad puede ser
llamada mediante tal eufemismo. Esos culpables suman millones, comenzando por los mismos laicos católicos. No por laicos católicos, sino porque no han sabido ser ciudadanos. Ante todo por temor, ante todo por simple miedo.
Dos años después de la visita a Cuba de Juan Pablo II es hora de preguntarnos ante el secreto confesionario de la almohada quién de cada uno de nosotros los cubanos ha estado a la altura de aquella frase magistral, puesta por el mismísimo Dios en los labios de un
humilde sacerdote de la Polonia comunista de los 50, llamado Karol Wotjila. Una frase de sólo tres palabras: "No tengáis miedo".
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