CUBANET ...INDEPENDIENTE

21 de enero, 2000



Un paseo por Galiano

Rosa M. Rodríguez Torrado, Cuba Press

LA HABANA, enero - Buscando en el Directorio Telefónico de la capital cubana encontré los siguientes nombres y direcciones de estas tiendas tradicionales: La Epoca, Avenida de Italia (antigua calle Galiano) y Neptuno. La Isla, Avenida de Italia 307. Y Fin de Siglo, San Rafael 251. Todas ellas se encuentran situadas en el municipio Centro Habana de esta capital.

Decido, pues, recorrerlas como hace una década atrás cuando visitaba las tiendas del llamado mercado paralelo; un híbrido económico estatal que nos permitía adquirir a precios exhorbitantes, con nuestra moneda, lo que hoy nos exhorbitan con el dinero del enemigo.

Enrumbo entonces mi andar por el Malecón hacia Galiano (actual Avenida de Italia) seduciéndome el olor que emana del mar, y me detengo para reflexionar unos instantes frente a ese azul infinito abonado con los cuerpos de tantos cubanos que lo han desafiado en busca de la libertad de otra tierra. El muro, recién remozado, se me antoja más alto que el de Berlín, y observo desalentada cómo las chatarras rodantes deslustran la avenida desplazándose en ambas direcciones.

Maleconeando mi propósito llego a la Avenida de Italia. Este punto de partida tiene una intención simbólica. Quiero recorrer un pedacito de La Habana desde la perspectiva extranjera, con la mirada ávida de la Patria de los hermanos que se fueron...

El Hotel Deauville, rentable únicamente en moneda convertible (dólares) y situado en el inicio de mi trayecto, es uno de los golpes asestados en el rostro de los trabajadores cubanos. A media cuadra de éste, llama mi atención el apuntalamiento de una fachada cuyos maderos, tan grises como el paisaje galianero, se apoyan en la calle. Pasando Trocadero, mis ojos naufragan en un espacio enyerbado, con las huellas de lo que una vez fue un edificio, impregnadas todavía en sus paredes colindantes.

Continúo subiendo la cuesta, ladeando vendedores para centrarme en el churre circundante, en las carretillas transportadoras de pobreza -tiradas por hombres de semblantes cansados- y en los ciclistas transitando a doce cuadros por segundo en el celuloide cotidiano de la sobrevivencia.

Pasan los hombres al ritmo de mis pasos; el Hotel Lincoln, dolarizado y, en la acera de enfrente, en caústico contraste, un portal cerrado con latas y tablas. La Cafetería América también está dolarizada; Burgui, hamburguesa, pollo, papas fritas, helado, reza el letrero en la fachada del edificio.

La Avenida de Italia cohabita con los contrastes de la economía informal del Estado, con sus parcelarias Romas discriminatorias para la mayoría de los cubanos, que carecemos de las liras del Tío Sam; con sus engalanados comercios que expenden en moneda dura, empobreciendo aún más la apariencia de los que lo hacen en moneda nacional con sus mensajes navideños en las vidrieras de los primeros, en un país al que le usurparon la Navidad hace ocho lustros; con sus baches en aceras, portales y calle y con sus aguas verdes no precisamente de esperanza.

Cruzo Neptuno y llego a La Epoca. Frente, descubro otra llamada La Isla y pienso, sin detener mi marcha, en cómo la época en que vivimos ha metamorfoseado la leyenda romana de la loba en un vampirismo estatal destinado a socorrer la maltrecha economía de la Isla.

Me tropiezo en mi exploración con El Bazar Inglés, también recaudador de divisas, y llego a una esquina en San Rafael donde hace años existió el encanto de una tienda a la que el odio desmedido y pirómano extinguió. Ahora, en su lugar, está el Parque Fe del Valle y, frente a éste la tienda Flogar, actualmente en reparaciones. ¿Con qué objetivo?

El Oso Blanco, que fue tropicalizado con varias bodegas en su interior por una parte, y sus anaqueles vacíos por la otra, revela el Artico de la ineptitud cuadragenaria.

Prosigo mi ascenso tratando de ignorar la depresión que embarga el ánimo y el bolsillo de cualquier cubano. Desde Salud hasta Reina (actual Simón Bolivar) los portales son como Cajas de Pandora. Varias personas colocan en el suelo, sobre periódicos y manteles -a la altura de nuestro nivel de vida- sus mercancias, las cuales, ofertadas también en dólares, establecen una competencia deprimente con las tiendas estatales. Estos portales, alfombrados de basura como todo Galiano, me hacen pensar en la simbólica escoba de Chibás y en la necesidad de barrer las calles de la república.

Frente a La Borla, o la burla de estos portales, se encuentra el parque donde antes se erigía la Plaza del Vapor. Al mismo se le conoce por El Curita, seudónimo de Sergio González, un luchador del Movimiento 26 de Julio, mártir de la revolución, famoso por la colocación de cien bombas en una noche habanera.

Reacciono aquí dándome cuenta de que olvidé visitar Fin de Siglo. Inicio entonces el retroceso, bajando la cuesta hasta esa tienda y, dentro de ella, descubro cómo le precipitaron el fin al siglo de la misma con la nacionalización. Sus limitados productos son ofertados en moneda nacional, y es por eso que sus niveles de venta están casi tan colapsados como sus escaleras eléctricas, y esto despierta mi duda: ¿Es acaso esta tienda el triste testimonio de que la época gris que le han impuesto a la Isla no ofrece perspectiva en este fin de siglo? Huelgan los comentarios.



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