Adiós a los noventa
Jorge Diego Rodríguez, Cuba Press
LA HABANA, enero - Llegó el 2000, dijimos adiós a los años noventa en Cuba, y dejamos atrás la conmoción causada por la caída del sistema comunista mundial, un éxodo masivo, el hundimiento del remolcador 13 de Marzo y la condena de los cuatro
disidentes por firmar el documento La Patria es de Todos, entre otros acontecimientos.
Pero el engendro del período especial sobrevive al 31 de diciembre de 1999, como también lo hacen el racionamiento, los salarios indignos, la integración política unitaria del comunismo y la falta de libertades civiles. Para muchos, éstos y otros hechos
constituyen un saldo notoriamente negativo, si se tiene en cuenta los resultados obtenidos en otros países del área o al compararlos con otros territorios ex comunistas.
Sin embargo, a la hora del necesario recuento hay que apuntar que los noventa trajeron aires nuevos para la Llave del Golfo. el gobierno, ante la caída del comunismo en Europa del Este y la Unión Soviética, se vio obligado a ciertas concesiones como la despenalización
de la tenencia de divisas, el trabajo por cuenta propia y la entrega de tierras a particulares para determinadas producciones agrícolas, entre otras.
Por otra parte, los noventa significaron para el pueblo cubano un desarrollo sin precedentes en la lucha por el respeto a los derechos humanos, el surgimiento y evolución del periodismo alternativo o independiente, el despegue de los diferentes componentes de una sociedad civil que pugna
por una transición democrática (instituciones colegiadas de economistas, juristas, médicos, sindicatos independientes, cooperativas de campesinos independientes), el fortalecimiento de la Iglesia y la activación de agrupaciones políticas que, aunque no legalizadas,
han mantenido su accionar y madurado en su estrategia, entre otros procesos positivos.
La visita del Papa Juan Pablo II a la nación en enero de 1998 descuella entre los hechos de mayor repercusión que representaron un serio reto para el gobierno. Los pronunciamientos del Sumo Pontífice y la consecuente actitud de la Iglesia constituyen un fermento permanente
para un cambio en el orden de cosas.
En cuanto a la prominencia de personalidades, me inclino a pensar que ocuparon un lugar cimero los cuatro firmantes de La Patria es de Todos -Vladimiro Roca, Félix Bonne, Marta Beatriz Roque y René Gómez Manzano- no sólo por lo que hicieron y porque fueron condenados,
sino además porque tuvieron una repercusión y recibieron una solidaridad internacional notable.
El hecho internacional que más influyó sobre los cubanos en el período fue, sin dudas, el derrumbe del comunismo mundial. En relación con el orden interno, entre lo más significativo puede figurar el rompimiento del monopolio político, social y económico
del régimen. Esto, aunque incipiente, debe representar un punto de partida básico para cambios realmente profundos.
Adiós a los noventa. Pudieron ser mejores para los cubanos, pero al menos esperamos que fructifiquen los antecedentes originados en esos años difíciles.
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