Y tú, ¿de qué te ríes?
Manuel Vázquez Portal, Grupo de Trabajo Decoro
LA HABANA, enero - El pueblo cubano tiene muchas necesidades. Se le hace indispensable que mejore su alimentación. Es impostergable que aumente el poder adquisitivo de la moneda nacional. No soporta más los inconvenientes del transporte. Resulta intolerable el problema de la
familia en relación con la vivienda. La carencia de un verdadero proyecto que garantice el ascenso de la calidad de vida. La relación ciudadano-Estado se encarrila por una línea única, férrea e invariable que no permite la aparición, y su consecuente
expresión, de ideas que se aparten de la tendencia oficial.
Pero no es esa ringlera de calamidades que deseo, precisamente, escribir. Se trata de una necesidad muy simple. Ya que no tenemos pan, quisiéramos, por lo menos, tener circo.
El patetismo con que se encaró el proyecto socialista en Cuba hizo de nuestra sociedad una de las agrupaciones humanas más aburridas del mundo. El decir popular de "aquí lo que no está prohibido, es obligatorio", hizo tanto estrago que el humor pasó
a ser poco menos que una herejía. Todo era tan serio; que reírse podía resultar sacrílego. No pocos tuvieron que purgar los pecados de una broma con crueles flagelaciones y actos de fe.
En ese ambiente de dramática epicidad cotidiana, de fervorosa entrega a la causa, de unción perenne, la realidad cobró un hálito de marcialidad y solemnidad tal que hizo punto menos que imposible hallar la arista hilarante en la vida nacional.
Los humoristas hicieron de su oficio un arma para combatir los rezagos, los males del pasado y asaetear al gran enemigo de "la clase obrera". Se caricaturizó tanto al adversario que, disminuyéndolo, nos disminuimos, y fuimos una risible caricatura batallando por hacer creíble
otras caricaturas que se tornaban cada día más sospechosas y menos efectivas.
Desapareció la comedia de los teatros. Se perdió la tradición que desde el vernáculo nos acompañaba. Lo bufo se convirtió en algo indeseable. Disminuyeron los espacios radiales y televisivos dedicados al género. Fueron envejeciendo y muriendo
los actores y guionistas. Los conocedores de las técnicas expresivas del enredo y los equívocos, de la ironía y el sarcasmo, se vieron, paulatinamente, sin herederos a quien legar su experiencia.
No es hasta los últimos años de la década de los ochenta que hacen su aparición cierto número de agrupaciones humorísticas que pretenden salvar la risa del olvido. Entre fonomimos, parodistas y muequeros faltos de profesionalidad el humor fue recobrando
un espacio vacío por largo tiempo entre el público cubano. No pocas tuvieron que ser las peripecias, tribulaciones y hasta hazañas realizadas por los "bisoños cruzados" de la alegría para acceder a los medios de comunicación masivos.
Quizás, "Sabadazo", el programa estelar de los sábados conducido por Carlos Otero fue el pionero de la nueva germinación. El público retomó el gusto por la broma, y el trabajo de los humoristas ha ido creciendo en cantidad y calidad.
La creación de festivales del humor junto a una programación más profusa en los teatros, hizo que aumentara la nómina de actores y escritores. Sin embargo, la radio y la televisión seguían, y siguen, padeciendo la ausencia de espacios para reír.
Por fin, y ya en los finales de los noventa, apareció "Pateando la Lata", que si por un lado, pueril, un tanto esquemático y hasta falto de rigor, por otro cubre una necesidad del público menos exigente.
Es bajo la conducción de Ulises Toirac donde confluyen y se consolidan un tanto más los intentos por alcanzar un espacio con mayor profesionalidad, sentido del espectáculo y del gusto. Y tú, ¿de qué te ríes? es a mi modo de ver una especie de
antología de estos grupos que han proliferado en el país aunque un poco signados por la orfandad y la aceptación como a regañadientes. Pero por lo menos, es una prueba de que el humor se recupera de ese coma-andante que aún agobia el país.
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