Año nuevo acá abajo
Magaly Cruz, Cuba Press
LA HABANA, 13 de enero - Rompe el año 2000. Un negro viejo con el periódico Granma en la mano pregona por la Avenida 51 en el barrio de Marianao: "¡Entérate! ¡Entérate!".
Los servicios de los cuentapropistas son los que brindan lo que la gente necesita. Por aquí un timbiriche (improvisado establecimiento gastronómico) que vende bocaditos de queso, otro con helados caseros, y más adelante un cogedor de ponches de neumáticos y el
yerbero con las plantas medicinales, la sábila, romerillo, caña santa, yerbabuena, quisazo de caballo, y rompezaragüey.
En la parroquia de San Francisco, Javier aún tiene en su fachada los adornos de la Navidad. Unas cuadras más allá, un custodio, acompañado de un perro enorme, parece impedir el intento de acercamiento de los intrusos a la Liga Evangélica de Cuba.
En La Lisa, los barrios del contaminado y mínimo río Quibú tienen razones para avergonzarse ante los fulgores del año 2000. Viviendas viejas de maderas gastadas y ladrillos sin repellar o construcciones abandonadas acaban con la posible alegría de enero.
Un cartel borroso dice: "El sudor que derramamos en la paz, es sangre que ahorramos en la guerra. Comités de Defensa de la Revolución".
El recorrido sigue por la avenida 51. Se ven filas de hombres y mujeres que quieren comprar alimentos y flores. En una heladería estatal hay un letrero que dice "Feliz Año Nuevo". A su lado han pintado una vela amarilla. En el fondo, un cartel anuncia la inminente
apertura de los Carnavales del Verano de 1999.
Así entré al 2000 en La Habana. Con muchas penas y sin ver la gloria.
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