La seca nuestra de cada día
Lázaro Raúl González, CPI
HERRADURA, enero - Cada día se nos hace más difícil producir a los agricultores cubanos. Al déficit de insumos vitales para la producción y al excesivo control del mercado se le une ahora, enero del 2000, una sequía que le zumba el mango. La gente mira
al cielo con tribulación, anhelando el agua que no cae. Un poco empíricamente, los campesinos afirman que "esto antes no era así", "esto es lo más grande del mundo" o "antes SI llovía".
El hecho es que, fuera de todo empirismo, una reciente investigación del Centro Nacional del Clima indica que entre 1961 y 1990 la frecuencia de las sequías se DUPLICO con respecto a los 30 años anteriores en Cuba. Si todavía esto fuera poco, según se dio a
conocer recientemente, el pasado fue el diciembre más seco desde 1941. Son cifras ciertamente espeluznantes que cobran vida en los rostros ensombrecidos de los guajiros criollos. La seca lo mata todo: mengua los sembrados y ríos, aniquila a los animales, enrarece el ambiente y mella,
en fin, el filo de toda iniciativa, quedando a merced del viento estéril del este, como las hojas secas del monte, los ánimos de la gente.
En general, la sequía afecta más al pequeño sector privado que a las granjas estatales. Las UBP (¿koljoses?) que rodean a Herradura, por ejemplo, poseen potentes turbinas capaces de bombear hasta 12 pulgadas de agua con equipo completo de riego por aspersión y
suministro más o menos regular de combustible. En la generalidad de los casos están ubicadas -o conectadas- alrededor de ríos, presas o canales. En este sentido, el campesino particular compite desde una clara desventaja, trabajando conucos aislados, frecuentemente sin agua o
sin equipos adecuados si hubiera alguna fuente cercana.
A pesar de que en septiembre y octubre pasados llovió aceptablemente, ya en estos momentos es tan brava la seca que no es menester viajar al campo para percibirla: por las calles de tierra de Herradura, lodazal hace tres meses, corre hoy el viento libre, jugueteando con el polvo a la
altura de rascacielos (aquí son de sólo 5 pisos). De modo que ya hasta las amas de casa están pidiendo un aguacero.
Por lo pronto, y al menos desde el área en que escribo (municipio Consolación del Sur) es de esperar una disminución en la producción de frijoles, tomate, pimiento, maíz y boniato, con la consiguiente alza de precios. Aunque, según se observa, tan secos
como los campos están vacíos y huecos los bolsillos de los paisanos.
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