CUBANET ...INDEPENDIENTE

6 de enero, 2000



Francisco Riverón Hernández: Poeta Disidente

Tania Díaz Castro, Grupo de Trabajo Decoro

LA HABANA, 5 de enero - Muchos fueron los escritores que se marcharon del país a inicios del gobierno de Fidel Castro. Otros se dieron a la triste tarea de escalar posiciones ventajosas. El resto se mantuvo a la expectativa o contribuyó desinteresadamente con el proceso. Entre estos últimos hay que situar a Francisco Riverón Hernández, quien por derecho propio es una de las figuras prominentes de la poesía cubana.

Nació en Güines, La Habana, en 1917 y murió a los 58 años. A pesar de ser autodidacta se convierte en el poeta más popular y más publicado de las décadas del cincuenta y sesenta. Salen a la luz trece libros suyos, algunos en repetidas ediciones. Otros permanecen inéditos. Obtuvo numerosos premios con su poesía, la que ha sido traducida a varios idiomas europeos. Colaboró con numerosas publicaciones de Cuba y del extranjero.

Fue, sin duda alguna, el poeta que más se distinguió por su valiente pluma contra la dictadura batistiana. De un coraje impresionante. Dedicó así toda su obra literaria al movimiento opositor de aquellos años. En 1951 escribió el poema "José de los cubanos", inspirado en nuestro Apóstol y al año siguiente la dictadura prohibe su recitación en todos los medios de difusión. He aquí sus últimos versos: "Hay que golpear en algo como piedra. / Escúchame, José, / lo que amara tu amor a ti regresa, / Cuba moja con lágrimas tu nombre / allí donde tú duermes con la tierra. / José de los cubanos, / Cuba quiere sentir que te despiertas. / Hay que romper un sol sobre la noche. / Hace falta tu voz, José. ¡Despierta!".

En marzo de 1952, junto al golpe de estado perpetrado por Batista, los estudiantes universitarios leyeron por los altavoces de la Universidad de La Habana el poema "General de tres galones", compuesto por Riverón ese mismo día, calificando al dictador de tirano, cuyos galones le sobraban en el cuerpo. Ese mismo año se publica este poema en El Diario de las Américas, en Tampa y en periódicos de Venezuela y México. Su "Elegía a Chibás", de 1954, obtuvo el primer premio en un concurso auspiciado por la Revista Bohemia, donde fue publicado.

Cultivaba de forma preferencial la décima. En este género literario grabó su sello personal y un hondo contenido humano y patriótico: "Era una isla de un cuento / de espuma y de caracol, / una muchacha de sol / enamorada del viento. / Tenía el verde contento / de ser ingenua y soñar, / sobre un aire de palmar / sonoramente parada, / con el mar en la mirada / y preguntándole al mar".

Su hijo Efraín, poeta premiado y publicado también y que marchó al exilio a vivir con la familia, fue su mejor seguidor en cuanto a estilo y frescura idiomática.

Llevo a los dos en mi corazón, pero sobre todo al padre, sentado a mi lado en la casa de Carilda, allá en Matanzas, en la Casa del Poeta, asociación privada que presidía la poetisa Angelita Caiñas, en las sesiones del Primer Congreso de Escritores y Artistas de Cuba en 1961. Siempre sincero, amigo de verdad. Algo que no olvido de él es cómo ponía a la mujer en un lugar de honor y cómo con un pudor sin límites le cantaba a viva voz: "De cada muerte volveré a nacer, / como la luz que de la sombra vino, / en cada piedra volveré al camino. / Porque el adiós lo di para volver. // He de vivir muriendo de mujer, / el almanaque loco de mi sino, / en cada copa he de volver al vino, / aunque me muera un día de beber. // En cada fecha viviré mi ayer, / mi pecado de amar que no termino, / de cada muerte volveré a nacer, // como la luz que de la sombra vino / y en cada piedra volveré al camino ... / ¡Para seguir muriendo de mujer!".

En 1961 se publica "El huésped de la voz", en papel de cartucho de bodega, el mismo que usaran los mambises el siglo pasado para sus cartas. La poetisa matancera Carilda Oliver Labra, a modo de prólogo, dice: "¡Qué gusto da ver un hombre que se levanta en los verdaderos gozos de la vida! ¡Cómo conmueve que tú -viento sobre todas las flores- tengas para la esposa supremas palabras y que del hogar, asiento de las almas lúcidas, haya salido tan profundamente pura y lírica tu emoción mejor dicha!".

Riverón siempre tuvo como tema de inquietud el hombre y su destino. Y cierto es que su huésped, para socorro de humildes y tristes, jamás se le fue de la voz. Pero nuestro poeta tuvo sus desaciertos. ¡Quién no los ha tenido! Justificó con un poema los fusilamientos que sucedieron casi a diario durante largos años, alegando que se trataba de "ángeles a los que les habían nacido fusiles". Después, muy a tiempo, calificó a estos mismos ángeles de demonios. Es por eso que a partir de 1964 apenas se le ve. Comienza un exilio interno para escribir libros de excelente factura contra el totalitarismo de Fidel Castro, por quien había sufrido días de encierro e interrogatorios en el SIM en 1956, después de haber publicado el poema "Gracias, Fidel".

Poco tiempo antes de morir recibió en su humilde hogar la visita inesperada de sus "ángeles con fusiles", vestidos con el uniforme del G-2. Todo lo registraron sin permiso legal alguno ante la atónita mirada del poeta. Echan al piso gavetas, libros, papeles, fotos familiares. El poeta continúa observándolos con un nuevo dolor enorme en el pecho. Secuestran los manuscritos de sus libros disidentes. Eso buscaban.

Quien fuera siempre revolucionario de pensamiento y acción escucha claramente cómo una voz se alza para ordenar se calle para siempre su vieja máquina de escribir. "No puede escucharse más en el barrio", le dice. Tampoco se le permite enviar poemas o cartas al extranjero.

Durante algún tiempo guardé en mi casa las copias de estos libros inéditos cuyos originales había secuestrado la Seguridad del Estado. Entre todos aquellos libros se destacaba "Socorro", verdaderas denuncias en estilo coloquial a la falta de libertad imperante en la Isla y a la nueva tiranía, a la que bautizaron con el nombre de Revolución. Gracias al Comité Cubano Pro-Derechos Humanos, todos sus libros inéditos de carácter disidente llegaron a mediados de 1987 a manos de su esposa, exiliada en Miami.

No quiero dar por muerto al amigo, porque estos poetas nunca mueren, para vergüenza de los dictadores. Así lo dejó escrito: "Aquí vivo, lo que fui / a la tierra no lo doy, / esta ceniza que soy / no es la llama con que ardí. / Lo que se queda de mi / no hay muerte que lo termine. / Sepa pues, el que camine / con los ojos de esta cruz, / que bebo a sorbos de luz / la sombra de donde vine".



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