Havana Club on the Rock
Miguel Angel Ponce de León, Grupo de Trabajo Decoro
LA HABANA, 5 de enero - Pocos meses atrás, mientras conversábamos sobre la inmortalidad del cangrejo y las dificultades de la transición cubana -¿hacia qué?- a un amigo canadiense se le ocurrió atenuar los efectos de reflexiones tan sabias yendo a
comprar una botella de Havana Club al restaurante Don Giovanni.
Este lugar restaurador está ubicado en la esquina que forman las calles Empedrado y Tacón. Es un espléndido edificio del siglo XVIII de dos plantas con entresuelo. Su fachada principal, al este, mira de frente a La Cabaña y el Canal del Puerto. La norte al Morro y
hacia los jardines y parques que bordean al Malecón hasta La Puntilla. Se sirve comida italiana de calidad.
En menos de cinco minutos mi amigo llegaba con su Havana Club la mar de contento, pidiendo vasos y hielo. Después de romper el sello de la tapa dejó caer unas gotas al suelo ofreciéndoselas a los santos yorubas. Al olfatear como un sabueso la palma de su mano humedecida
con la bebida exclamó: "¡Este ron es falso!" Iracundo, salió para Don Giovanni; retornando casi en el acto con otra botella de Havana Club, esta vez dorado. Repitió el ritual. Su cara se tornó del color del granate. Otra vez lo habían timado. En
esta ocasión el canadiense parecía una tromba marina en su salida de Mercaderes número 2 hacia el restaurante italiano, llamando en el trayecto a un policía que le pudiera servir de testigo.
Al entrar en la tienda no necesitó hablar, le pusieron en las manos una auténtica botella del excelente Havana Club siete años. Esta vez, él, mi amigo, no pudo percibir como "El Buty", miembro de la mafia que labora en Mercaderes 2 y veterano chivato de la
policía, lo seguía hasta Don Giovanni. Vigilando obviamente sus intereses. "El Buty" actualmente está pasando un largo curso de adiestramiento en artes secretas en la prisión de Valle Grande gracias a las oficiosas gestiones de sus compañeros de labor.
Como era de esperar, el profesor canadiense y yo cambiamos de temas trascendentales en nuestra charla hacia otros más profanos. Las inquietudes suyas se centraron en saber cómo y dónde obtenían estos productores de Havana Club falsificado tapas, sellos, etiquetas,
licor concentrado con el que se le da sabor al alcohol de caña de azúcar y sobre todo cómo lograban poner tan peligrosa mercancía en un restaurante de primera categoría.
El canadiense nunca sabrá, pues "El Buty" se llevó sus secretos a Valle Grande y los aprendices de mafiosos del edificio nunca le dijeron con qué esmero y amor se fabricaba ese Havana Club falso en una casona de la Plaza Vieja. Con qué exceso de celo ellos
transportaban tan preciosa mercancía recorriendo más de setecientos metros para que llegase intacta al lugar de venta.
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