Lo que Cuba debe esperar en el 2000
Mario J. Viera González, Cuba Voz
LA HABANA, 3 de enero - En este año 2000, año de transición entre el segundo y el tercer milenio de la Era Cristiana y de liquidación del problemático siglo XX, que en Cuba no tiene precisamente ninguna de las maravillas de ciencia ficción que cuando niños
en 1950 imaginábamos muchos de los que ya hemos cumplido las seis décadas, las perspectivas son inciertas. Hay que tener un poco de Nostradamus o del profeta Isaías para poder aventurarnos en un pronóstico realista para los próximos doce meses.
¿Qué podemos esperar los cubanos de este simbólico 2000?
El gobierno ha hecho sus pronósticos, por supuesto muy optimistas, con un presupuesto de 14 mil 274 millones de pesos y un déficit presupuestario de 745 millones que de acuerdo con los gurúes de las finanzas socialistas representará un 2,8 por ciento del Producto
Interno Bruto planificado. Se propone un crecimiento económico del 4 por ciento. ¡Bueno! Como dijo Catalina La Grande de Rusia: El papel todo lo aguanta.
De acuerdo con estos supuestos, se dice que la productividad del trabajo crecerá un 3,5 por ciento, que habrá un incremento del 9 por ciento de los niveles de inversión los que se concentrarán en el turismo, el sector energético, el sector agropecuario que se
dice deberá crecer un 7,8 por ciento (7,7 por ciento la agricultura cañera y 8 por ciento la no cañera) y las producciones y servicios destinadas a quienes puedan disponer del maravilloso verde dólar.
De acuerdo con el ojalá del plan gubernamental para este Año Jubilar la industria, la tan sacudida industria azucarera cubana deberá crecer en 7 por ciento, y concluir con una zafra que alcance la, que parece un sueño, producción de 4 millones de toneladas métricas
de azúcar (condiciones climáticas han predominado de forma favorable, para que existan posibilidades de alcanzar este nivel de más de medio siglo atrás).
Se nos promete, además, crecimiento en la producción de tubérculos y raíces alimenticias (viandas como les decimos en Cuba) de un 28,8 por ciento; 58,3 por ciento en arroz y crecimientos en las producciones de frijol, carne de cerdo y huevos. Por cierto, nada se dice
de las producciones de carne vacuna y de leche.
Todo esto no son más que cantos de sirena de la propaganda política que equipara al 2000 con 2 mil victorias del sistema político-económico implantado en Cuba a partir del 1959, porque el desaliento dentro de la población crece sostenidamente. La carencia de
estímulos en los sectores laborales, salvo los vinculados al turismo y a las corporaciones de capital extranjero, desalienta la capacidad productiva de los trabajadores. La agricultura, que continuará sometida al burocrático régimen de propiedad estatal, permanecerá
en el mismo hoyo en el que ha estado permanentemente tras la promulgación de las leyes de reforma agraria que no dieron la tierra al campesino y que sirvieron de base para la eliminación del campesinado como clase social productora.
El 2000 promete una mayor inversión estatal en la propaganda política, la continuidad de la manipulación con fines propagandísticos del caso del niño Elián González y el nuevo show de una nueva demanda del pueblo de Cuba que las organizaciones
paragubernamentales, a partir del primer lunes del año, presentarán ante los tribunales controlados por el Consejo de Estado que preside Castro, para exigir una indemnización de Estados Unidos por los daños que realmente le haya producido al país el embargo
norteamericano y por los que se le atribuyan debidos a su existencia aunque hayan sido consecuencia de los errores y aventuras económicas emprendidas y cometidos por el gobierno socialista.
Probablemente, en dependencia de la composición que este año tenga la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, el gobierno de Cuba vuelva a ser señalado como violador de los derechos de sus ciudadanos. La represión contra la disidencia continuará,
probablemente de modo más descarnado que el asumido en el último año de los mil novecientos. La prisión política seguirá siendo inhumana y violadora de la dignidad de los presos de conciencia, que de ningún modo gozarán de amnistía. La
disidencia interna persistirá. Tratando de ganarse un espacio propio y de ganar las calles como ha estado intentando desde finales de 1998, y a la vez ganando en madurez.
El 2000 verá nuevos intentos de abandonar el país por medios furtivos de cientos de cubanos exasperados por las difíciles condiciones políticas y económicas prevalecientes en el país. Y el máximo líder arribará a su 74 aniversario
sin esperanzas de jubilación, porque el sistema es espúreo y estéril y no ha formado al sustituto que le libere de sus complejas responsabilidades.
Por otra parte, el arribo que parece probable de una administración republicana en Washington quizás haga más tensas las relaciones entre Estados Unidos y La Habana, y se haga álgida la guerra fría que ambas naciones sostienen desde 1959.
El cubano de la calle, del que dicen que resiste heroicamente y que forma parte de la unidad con el gobierno pero que pasa necesidades, y que quiere cambios profundos tanto sociales como políticos y económicos, permanecerá siendo el mismo ser desesperado que trata de vivir
como puede aún por medios ilegales, que vive bajo el estrés del camello atestado, del trabajo aburrido, de la manipulación de su conciencia y de la carestía de la vida. Para ese hombre y esa mujer común el 2000 será un año más, uno igual al
pasado, que fue a su vez igual al anterior. Del año 2000 el cubano no tiene nada que esperar, nada que le pueda resolver ni sus necesidades materiales ni espirituales. El 2000 no es año de esperanzas.
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores y autoriza la reproducción de este material informativo, siempre que se le reconozca como fuente.
|