Cuestión de refranes
Carmen Luisa Pinto Pereira, Grupo de Trabajo Decoro
LA HABANA, enero - El 23 de diciembre cumplió 55 años una gran amiga. Para una mujer este asunto de cumplir años siempre ha sido motivo de preocupación. En una gran mayoría, sobre todo las que se mantienen hasta avanzadita edad y por diversas razones sin
pareja, como es el caso, incluso el onomástico puede llegar a tener características de angustia, esas angustias existenciales que tanto abundan por mi tierra y que general el abuso de todos los Dia... Meda... Tetra... zepanes.
No sabía, mientras me dirigía hacia su casa, cómo andaría su estado de ánimo, por lo que al verla, después de un beso, un abrazo y un muy sentido ¡Felicidades!, no indagué la cifra alcanzada para evitar caminos escabrosos que podían
conducirnos al peligroso abismo de la depresión. Sin embargo, para mi sorpresa, la alegría inundaba su rostro, embelleciéndolo como si fueran quince, y me dijo:
- Hoy llego a los 55 al fin. ¡Qué felicidad!
Valoré que a esa edad ya se ha perdido la tersura de la piel, han aparecido las patas de gallina, las arrugas han comenzado con desenfado a instalarse en rostros y cuellos, se empobrece y encanece el pelo. En otras palabras, que el envejecimiento indetenible exige más afeites, más
tiempo, más dinero. Sin embargo, aquella mujer deliraba de alegría.
- ¿Te das cuenta? ¡Ya puedo jubilarme! -me decía. Se acabará la agonía de pasar trabajo para trabajar. No tendré que enfrentar por más tiempo el caos de poner tratamientos con escasez de medicamentos, de que la gasolina no me alcance para ir y venir
al hospital, de las reuniones inútiles porque con ellas nada se resuelve, de las arbitrariedades en la toma de decisiones, de ser testigo estéril del mal trato de los demás para con los otros, que a la larga es también conmigo, de la indolencia que es deshumanización...
La escuchaba como en un eco mientras yo me sumía en mis cavilaciones, que concluía refraneando: "No hay mal que por bien no venga".
Varios días después me vino a ver una vecina que en las últimas oportunidades en que nos habíamos visto me había referido su angustia por no encontrar, ni siquiera en la shopping, una camisa blanca o un pullover sin cuello, blanco también, para que su
hijo, estudiante de la Enseñanza Media, pudiera asistir con uniforme a su escuela. La normal intención solidaria me llevó a preguntarle por el asunto, cuando pasada la primera media hora de conversación noté que no había tocado el tema de su obsesión
ni de soslayo.
- ¡Hija...! -me respondió con la cara iluminada. Menos mal que secuestraron a Elián. "Nadie sabe para quién trabaja", dice el refrán, ¿no? Gracias al secuestro pude resolver lo del uniforme, que me estaba enloqueciendo, porque con el uniforme, la
escasez de ropa puede sobrellevarse mejor.
Una tonta inexpresión afloró a mi rostro, haciéndose mucho más elocuente que cualquier interrogante.
- Sí, imagínate... con los desfiles y concentraciones le fueron entregando al muchacho, primero un pullover blanco sin cuello con la foto de Elián de las primeras pancartas, la que venía en blanco y negro. Después cambiaron las pancartas y salieron las fotos a
color, y con ellas le entregaron el segundo pullover con la foto a color. Ahora, como han salido las pancartas con la foto a color pero se ve al niño detrás de una reja, me imagino que le den el tercer pullover. Pero realmente necesito que la cosa se extienda y las fotos de las
pancartas sigan cambiando, para ver si resolvemos un pullover para cada día de la semana, y así descanso del otro problema, que es el jabón y el detergente. Además...
Nuevamente el eco lejano me sumía en otras cavilaciones y volvía a mi mente el viejo refrán: "No hay mal que por bien no venga".
Anoche coincidieron en mi casa la amiga y la vecina. El brindis de un cuasi café caliente no se hizo esperar. Mientras andaba en la cocina en los trajines de la "coladita", escuché:
- Ya es una seria necesidad el regreso de Elián, para que se normalicen las actividades estudiantiles. El tuyo me imagino que haya tenido que perder por lo menos tres días de clases, porque su sesión es la de la tarde. Lo sé porque coincidimos casi siempre al regreso
y le "doy botella" -decía mi amiga.
- Sí, doctora. El me lo ha dicho y no sabe cuánto se lo agradezco. Al menos Ud. recibe los 20 litricos de gasolina que le dan a los médicos en ejercicio. Mi pobre cuñado hace 6 meses que se jubiló y le retiraron la cuota de gasolina, las recetas con su firma no
tienen validez en la farmacia, no tiene dónde adquirir el esfigmomanómetro que se le rompió. En fin, que jubilarse es aniquilarse...
Otra vez la voz de mi vecina se me apagaba en un eco mortecino y quedaba a solas con mis ideas y ese otro refrán: "Ni bien que su mal no traiga".
Al amanecer sin café, por la coladita extra de la noche para la visita, me tiré de la cama con la esperanza de ese otro refrán que dice: "Al que madruga, Dios lo ayuda", y efectivamente, la señora de los altos me ofreció un agua dulce y caliente con
reminiscencia de cafeína, pues tampoco tenía. Comenzó entonces a sacar cuentas del atraso que tenía la entrega del producto... pero ya no escuchaba. En ese asunto de la verdad que repiten los refranes por siglos, me vino a la mente uno que se conoce muy bien en mi tierra:
"Cuando el mal es de... no valen guayabas verdes".
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