CUBANET... INTERNACIONAL

Diciembre 6, 2000



Castro y Zedillo: Historia de desencuentros

El Imparcial. 06 de Diciembre de 2000. Hermosillo, Sonora, México

Las deterioradas relaciones entre México y Cuba es otro reto que enfrenta el nuevo Presidente

MEXICO, D.F. (APRO) - En torno a una mesa, varios presidentes iberoamericanos pedían al mandatario cubano Fidel Castro gestos de apertura en su régimen: Amnistía a presos políticos, espacios para la libertad de expresión, mecanismos de diálogo con los grupos disidentes.

Castro apelaba a las particularidades de Cuba: Una isla bloqueada y enfrentada a la mayor potencia del mundo.

Ernesto Zedillo no pudo más y le soltó: "Plazos comandante, para cuándo".

Fidel se le quedó viendo, apretó las mandíbulas y aguantó la respiración.

Un pesado silencio se hizo entre los mandatarios. Fue para todos evidente el choque entre los máximos representantes de dos gobiernos otrora aliados históricos: El comandante de la Revolución Cubana y el Presidente de México.

Era la tarde del 17 de noviembre de 1999 y los presidentes comían en el exclusivo Club Habana de la capital cubana tras la clausura de la IX Cumbre Iberoamericana celebrada en ese país.

Unas horas antes Zedillo había sorprendido a todos con un discurso con dedicatoria a Cuba: "No puede haber naciones soberanas sin hombres ni mujeres libres", dijo con énfasis en la sesión de clausura de la Cumbre y obligó a Castro -que platicaba en voz baja con la presidenta de Panamá, Mireya Moscoso- a voltear a mirarlo.

"Hombres y mujeres que puedan ejercer cabalmente sus libertades: Libertad de pensar y opinar, libertad de actuar y participar, libertad de disentir, libertad de escoger esas libertades sólo se alcanzan en una democracia plena", sostuvo el Presidente de México.

Un día antes, la canciller mexicana Rosario Green había hecho lo antaño impensable: Sostuvo una entrevista de 20 minutos con el disidente Elizardo Sánchez Santacruz, presidente de la Comisión Cubana pro Derechos Humanos y Reconciliación Nacional. Y diez días antes el propio Zedillo había recibido en Los Pinos al dirigente anticastrista Carlos Alberto Montaner.

Eran signos evidentes del cambio en la política exterior mexicana hacia Cuba. Eran también signos de que las relaciones bilaterales sufrían un progresivo deterioro alimentado, en parte, por los desencuentros personales entre el presidente Zedillo y el comandante Castro. El último de ellos ocurrió en la X Cumbre Iberoamericana celebrada en Panamá y motivó el señalamiento de Castro: Zedillo -dijo el 25 de noviembre- es "el presidente de un México diferente, hoy regido por los intereses, los principios y los compromisos impuestos por el Tratado de Libre Comercio con su vecino del Norte".

De hecho, esos desencuentros se remontan al cobijo que, a partir de 1995, Castro dio al ex presidente Carlos Salinas en Cuba, a pesar del repudio que éste provocó en la opinión publica mexicana.

Si Salinas apoyó la entrada de grandes empresas mexicanas, renegoció la deuda cubana e impulsó el comercio bilateral, durante el gobierno de Zedillo fueron saliendo uno a uno de la isla los grandes inversionistas mexicanos: Pemex, Vitro, Cemex, Domos. Tampoco hubo inversiones de importancia de mexicanos en la isla durante los seis años de su administración. El grupo hotelero Posadas había firmado una carta de intención para remodelar y hacerse cargo del Hotel Riviera -ubicado en el Malecón de La Habana- y para construir 2 mil 400 cuartos en Varadero. Pero al final se echó para atrás. Lo mismo ocurrió con el Grupo Bimbo, quien planeaba la construcción de panificadoras.

Con Zedillo, el comercio bilateral con Cuba bajó de 360 millones de dólares a 265 millones y hasta la fecha se mantienen estancadas las negociaciones sobre la deuda cubana que se divide en dos paquetes: Una "vieja", por unos 60 millones de dólares; otra "nueva", de unos 375 millones.

La crisis económica provocada por el "error de diciembre" y los efectos disuasivos de la Ley Helms-Burton fueron factores que influyeron en esta situación. Pero lo fue también la falta de apoyo del Gobierno mexicano. Con Zedillo, el Banco Mexicano de Comercio Exterior no abrió ninguna línea de crédito para financiar el comercio y la inversión mexicana en Cuba. Para hacerlo, puso como condición el pago de la deuda cubana.

Y si Salinas logró ser un gran interlocutor de Fidel, al grado de desempeñar el papel de discreto mediador entre Cuba y Estados Unidos en la crisis de los balseros de 1994 -según relata el ex Presidente en su libro México, un paso difícil a la modernidad-, con Zedillo simplemente la comunicación fue escasa y accidentada.

El caso Mickey Mouse

El 2 de diciembre de 1998, durante un discurso pronunciado en una reunión del Sistema Económico Latinoamericano (SELA) celebrado en La Habana, Fidel Castro se olvidó de las formas y de manera pública e irónica esbozó al México que concibe: Alejado de América Latina y más interesado en pertenecer al "Club de los ricos"; disminuido en su política exterior hacia el Tercer Mundo; invadido por la cultura norteamericana al grado de que los niños mexicanos saben más de Mickey Mouse que de los héroes de su patria; y conectado irremediablemente a Estados Unidos en -a su juicio- un erróneo y desventajoso Tratado de Libre Comercio.

Ante las palabras de Castro, los delegados mexicano intentaron tomar la palabra. Rafael Cervantes, entonces director de Relaciones Económicas para América Latina de la Cancillería, levantó la mano. Castro no le hizo caso y siguió hablando. El otro delegado, Jesús Puente Leyva, embajador de México en Venezuela y representante permanente ante el SELA, agitó la bandera mexicana para llamar la atención. Querían contestarle a Castro. El entonces embajador de México en Cuba, Pedro Joaquín Coldwell -quien regresó al auditorio después de haber salido a una reunión a la Embajada de Japón- los convenció para que desistieran del intento. "Es el Presidente del país anfitrión. Resolvamos esto por la vía diplomática", les dijo.

Enojados salieron los funcionarios mexicanos. En señal de protesta no asistieron al coctel que esa noche organizó el SELA, donde estaría el presidente Castro. De inmediato se comunicaron por teléfono con la canciller Rosario Green, quien instruyó al embajador Coldwell: Pide una explicación.

Coldwell se comunicó con el entonces canciller cubano Roberto Robaina, quien lo citó para la mañana siguiente. A primera hora Coldwell se presentó en la Cancillería. Le expresó a Robaina la extrañeza del Gobierno mexicano por las palabras del comandante y le hizo una pregunta: "¿Qué ha hecho México para merecer este cuestionamiento?". Robaina pasó el mensaje a Fidel. Unas horas más tarde, Robaina volvió a citar a Coldwell en su despacho. "Lo lamentamos mucho. Pero el comandante quiere dar las seguridades de que sus palabras no fueron planteadas de mala fe. Reiteramos el respeto a México y a su gobierno". Allí mismo, frente a Coldwell, Robaina se comunicó por teléfono con Rosario Green y le repitió las disculpas.

Para que no hubiera dudas, por la tarde el vicepresidente Carlos Lage visitó en su residencia al embajador Coldwell. Reiteró que en las palabras del comandante no había intención de agredir a México, que no había nada de fondo.

El asunto había quedado zanjado. Ya de salida, Coldwell advirtió a Lage: "Pero hay que esperar cómo toma el tema la prensa".

Al día siguiente la noticia fue destacada en México. Zedillo -quien aparentemente estaba ajeno a los acuerdos de su Cancillería- explotó. Dio a su canciller una orden tajante: Transmitir al entonces embajador cubano en México, Abelardo Curbelo, la molestia del Gobierno y llamar a consultas al embajador de México, Pedro Joaquín Coldwell, y regresarlo hasta que hubiera un gesto de desagravio.

Green pidió una explicación oficial. La Habana reaccionó con una nota en la que acusó a la prensa de distorsionar las palabras del comandante y dio por escrito su versión del discurso del presidente Castro. Para La Habana eso era suficiente. Para Zedillo no. "Estamos esperando una respuesta personalizada. Estoy segura de que ésta llegará muy pronto", declaró la canciller Green. Pero pasaban los días y el embajador Coldwell seguía retenido en México. Al mismo tiempo, al Palacio de la Revolución en La Habana llegaban mensajes de personalidades -como el escritor Gabriel García Márquez- que pedían a Castro un gesto personal. El 19 de noviembre llegó a México el canciller Robaina para leer en público un "mensaje fraternal al pueblo de México" de Fidel Castro. El comandante pidió disculpas, no al Gobierno de México, sino al pueblo y, en particular, a los niños mexicanos, a quienes jamás, dijo, trató de "ofender o lastimar".

El incidente llegó a su término. Pero en el Gobierno cubano quedó un amargo sabor de boca. Por primera vez Fidel había cedido a las presiones para pedir disculpas. "Zedillo se extralimitó", comentó en esos días a este reportero un alto funcionario de la Cancillería cubana.

Del encanto a la decepción

Las aguas parecieron regresar a su nivel. Y hasta hubo signos de acercamiento: A principios de abril de 1999, Zedillo y Fidel se reunieron en Santo Domingo, en el marco de la Cumbre de países del Caribe. Castro amarró allí el voto de México en la sesión de la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra, que se celebró en ese mismo mes. México -que tradicionalmente se había abstenido- votó en contra de la resolución presentada por la República Checa que condenaba a Cuba en esa materia. Más aún, México cabildeó a favor de Cuba en los países latinoamericanos. Fidel estaba encantado.

Pero un año después -ocurrida ya la IX Cumbre Iberoamericana en La Habana-, México dio marcha atrás y volvió abstenerse en la votación de Ginebra. El Gobierno cubano guardó silencio, pero en La Habana los funcionarios de la Cancillería no ocultaron su desencanto.

Luego, vino la negativa del gobierno de Ernesto Zedillo para que Cuba, a propuesta de Venezuela, ingresara al Pacto petrolero de San José. El presidente Hugo Chávez -amigo y afín ideológico de Fidel- armó un pacto paralelo -el llamado Acuerdo de Caracas- con varios países de la región y dio preferencias de crédito a Cuba para surtirle 30 mil barriles diarios de crudo.

Un dato da cuenta del bajo nivel de relaciones en la etapa de Zedillo: Entre noviembre de 1999 y mayo pasado no hubo embajador de Cuba en México; y entre enero y junio de este año no hubo embajador de México en Cuba. La ausencia de embajadores por más de medio año entre dos "naciones hermanas" era impensable en otras épocas.

En ese periodo, Cuba llevó a un grupo de jóvenes mexicanos para estudiar en la recién creada Escuela Latinoamericana de Medicina. Pero lo hizo sin comunicarlo siquiera al Gobierno de México. Los diplomáticos mexicanos en La Habana optaron por no acudir al aeropuerto a recibir a los jóvenes.

Llegaron los jefazos

Pero -a ojos de Castro- Zedillo fue demasiado lejos en la reciente Cumbre Iberoamericana de Panamá.

El 16 de noviembre en la reunión de cancilleres previa a la Cumbre, el vicecanciller de Cuba Pedro Núñez Mosquera intentó modificar el proyecto de resolución que condenaba el terrorismo de ETA en España, para que fuera en términos más generales y/o se incluyera al terrorismo que, aseguró, sufre Cuba. Pero "eso le quitaba la fuerza y la dedicatoria a esa declaración. Se perdía el mensaje directo y no quedaba claro a qué terrorismo se refería Cuba", comentó a la prensa la canciller Green.

Entonces la delegación de México cabildeó con la delegación cubana. "Les dijimos que cuando ha sido necesario solamente tomar el lado de los cubanos y defenderlo, oponiéndonos al injusto bloqueo económico que Estados Unidos ha impuesto a la isla, lo hemos hecho y toda la comunidad latinoamericana se ha alineado en contra del boicot a Cuba", señaló Green ese día.

-¿Y qué hicieron los cubanos?

-Escucharon.

Green explicó: "Ahora vamos a esperar a que lleguen el presidente Fidel Castro y el canciller Felipe Pérez Roque para que este tema se siga abordando. Quedó en que nosotros los cancilleres habíamos agotado la discusión. Ahora son los jefazos.

Los jefazos llegaron al siguiente día y se armó la discusión. Aunque la propuesta partió de El Salvador, fue Zedillo el que puso el tema sobre la mesa: Convocó a los demás países a aprobar la declaración.

Fidel pidió la palabra para cederla a su canciller Pérez Roque, quien -citando incluso a Benito Juárez- intentó convencer a los mandatarios de generalizar la condena y añadir a otros países que sufren el terrorismo.

Zedillo perdió la paciencia: "No me resultan comprensibles las razones de Cuba. No creo que valga la pena insistir en la solicitud de que Cuba se adhiera a esta declaración, y mi propuesta simplemente es que aquellos países que se identifiquen con esta declaración la suscriban y que ahí se termine el problema".

Molesto, Castro quitó del lugar a su canciller y tomó la palabra: "Me extraña que esta proposición surgiera de El Salvador. Qué raro, ahí reside el jefe principal de los terroristas (Luis Posada Carriles) contra el cual no se ha hecho nada".

El presidente salvadoreño, Francisco Flores, tomó la palabra y se enfrascó en una agria discusión con Castro, que ocupó los titulares sobre la Cumbre al siguiente día. Pero Fidel no le perdonó a Zedillo su actuación.

Castro fue el único de los mandatarios que durante la Cumbre no felicitó a Zedillo por su desempeño en la Presidencia de México.

Una semana después, durante un acto celebrado en la provincia Granma, volvió a acusar al presidente Flores de no hacer nada contra Posada Carriles; acusó a España de ser una "emergente potencia económica europea en América Latina, cuya jefatura política se comporta con evidente inclinación a la prepotencia", y criticó a Zedillo por secundar de inmediato la propuesta de condena "cocinada" por el Gobierno de España.

Fue más allá: Calificó a Zedillo como "el Presidente de un México diferente hoy regido por los intereses, los principios y los compromisos impuestos por el Tratado de Libre Comercio con su vecino del Norte".

A diferencia de otros discursos, éste no era improvisado. Fidel lo llevaba escrito y lo leyó cuidadosamente.

En un comunicado, la Cancillería mexicana dijo que no contestaría las declaraciones de Fidel "por cortesía", ya que había sido invitado a la toma de posesión de Vicente Fox.

Y Fidel retrasó su viaje a México hasta el último momento. Evitó llegar a la cena que, por la noche del jueves 30, Zedillo sostuvo con los mandatarios asistentes a la toma de posesión de Fox. Fue el único que faltó a la despedida del mandatario saliente.

[ TITULARES ] [ CENTRO ]

In Association with Amazon.com

Busque:


BUSQUEDA

Busque en Noticias de Noviembre

Búsqueda avanzada


SECCIONES

NOTICIAS
...Prensa Independiente
...Prensa Internacional
...Prensa Gubernamental

OTROS IDIOMAS
...Inglés
...Alemán
...Francés

INDEPENDIENTES
...Cooperativas Agrícolas
...Movimiento Sindical
...Bibliotecas
...MCL
...Ayuno

DEL LECTOR
...Cartas
...Debate
...Opinión

BUSQUEDAS
...Archivos
...Búsquedas
...Documentos
...Enlaces

CULTURA
...Artes Plásticas
...Fotos de Cuba
...Anillas de Tabaco

CUBANET
...Semanario
...Quiénes Somos
...Informe 1998
...Correo Electrónico


CubaNet News, Inc.
145 Madeira Ave, Suite 207
Coral Gables, FL 33134
(305) 774-1887