CUBANET... INTERNACIONAL

Agosto 29, 2000



Que hablen los que no pueden

Frank Calzón. Publicado el martes, 29 de agosto de 2000 en El Nuevo Herald

El Nuevo Herald acaba de informar que Ricardo Alarcón, presidente del parlamento cubano, participará en ``un discreto encuentro'' en Nueva York con ``un selecto grupo de exiliados: hombres de negocios, dirigentes comunitarios y destacadas personalidades de la comunidad''. Pero varios empresarios cubanos ya han dicho que no irán.

El anuncio, entonces, es una estrategia de desinformación de los servicios de inteligencia de Castro. Por otro lado, Elena Freyre, directora del Comité Cubano por la Democracia, ha confirmado que asistirá a una reunión con el canciller cubano Felipe Pérez Roque.

¿Qué pretende el gobierno de Castro? ¿Cuál es la agenda? ¿Cuál la situación en Cuba que explique la razón de tales reuniones? Por lo pronto en la isla:

Vladimiro Roca continúa en prisión, cumpliendo una sentencia de cinco años por La patria es de todos, documento crítico del régimen en que se habla de un diálogo nacional que incluya al gobierno, a la Iglesia, a la disidencia y al exilio.

Marta Beatriz Roque, coautora del mismo documento, está bajo libertad condicional luego de permanecer casi dos años en la cárcel. Desde La Habana ella y sus compañeros de lucha (Félix Bonne y René Gómez Manzano) pidieron la libertad de Vladimiro y otros presos políticos. Recientemente, Roque sostuvo un fuerte debate en la radio de Miami con Eloy Gutiérrez Menoyo, presidente del desacreditado grupo Cambio Cubano.

Oscar Elías Biscet sigue preso en Holguín, a 768 kms. de La Habana y de su familia, en una celda de castigo, sin agua; ha perdido más de veinte libras. Le requisaron su biblia, y continúan presionándole para que se vaya de Cuba.

Oswaldo Payá Sadiñas, dirigente del Movimiento Cristiano Liberación, corriendo toda suerte de riesgos escribe en la prensa extranjera que en Cuba hay cubanos con el decoro necesario, y pleno conocimiento del acontecer diario, dispuestos a conversar con las autoridades.

La oposición ha pedido ese diálogo de todos en muchas ocasiones, y por ello, varios disidentes han ido a la cárcel. El diálogo que solicitan aspira a buscar soluciones. Esto está muy lejos de los ``diálogos/monólogos'' anteriores --el de 1979; los de Menoyo; los realizados en La Habana sobre la emigración: tramoyas propagadísticas del malabarista-en-jefe.

Hace años que el régimen conversa con extranjeros y exiliados dúctiles sin conceder ningún cambio. Ni siquiera el llamamiento hecho por Juan Pablo II ha tenido respuesta. Las supuestas reuniones newyorkinas no son sino una campaña antiembargo orquestada por la Cámara de Comercio de Estados Unidos, en la que Castro esgrime la batuta.

Los cubanos fuera de la isla no podemos olvidar que la libertad en Cuba se define por la situación de la nación cubana y de los once millones y medio de compatriotas que allá la integran. La legitimidad política de la oposición interna no depende del reconocimiento de Washington ni de las acciones del régimen. No deben los líderes de afuera usurpar el papel de la oposición interna, que es fundamental e insustituible.

Lamentablemente, la dictadura sabrá acariciar el ego y la vanidad de ciertas personalidades en el exterior y montará un espectáculo propagandístico, creando así otra división en las filas de la oposición. En vez de reunirse en Nueva York, los exiliados deberían divulgar los horrores del castrismo en las cancillerías del mundo entero, en la prensa y ante organizaciones internacionales.

Aun si no se lleva a cabo, la mera invitación a la reunión pone de manifiesto la perfidia del régimen, dispuesto a conversar con los de fuera y no con los que sufren en la isla. Para colmos, la oposición interna también es objeto de críticas injustas desde el exterior, donde los hay que no imaginan la zozobra que es vivir bajo el totalitarismo.

Ese tipo de invitación está diseñada para debilitar la posición de nuestros aliados en el Congreso de Estados Unidos.

Si el gobierno cubano quiere ``tender puentes'', entonces ¿por qué no inicia una apertura? ¿Por qué no liberar a los opositores presos, desactivar las brigadas de acción rápida? ¿Por qué no reconocerles a los cubanos en la isla los mismos derechos que tienen los inversionistas y turistas extranjeros? ¿Por qué no tiende al menos esos puentes, ya que no está dispuesto a permitir la libertad de prensa, los sindicatos independientes, elecciones libres a lo sandinista, o un referendum a lo Pinochet?

Si Castro quisiera un verdadero diálogo, no enviaría emisarios a Nueva York a reuniones con cubanos residentes en el exterior. Lo que haría es abrir las cárceles, retirar las mordazas e iniciar un diálogo con aquéllos que así lo han pedido: el arzobispo de Santiago y el obispo de Pinar del Río; los disidentes Vladimiro Roca, Oscar Elías Biscet, Marta Beatriz Roque, Oswaldo Payá, Raúl Rivero, Maritza Lugo, Dagoberto Valdés, Gustavo Arcos y Elizardo Sánchez Santacruz, entre otros. En esa reunión sí cabe la presencia de líderes de la oposición en el exilio.

Director ejecutivo del Centro para Cuba Libre, organización independiente dedicada a la defensa de los derechos humanos en Cuba.

@ El Nuevo Herald

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