CUBANET... INTERNACIONAL

Agosto 17, 2000



Visiones complementarias

Soren Triff. Publicado el jueves, 17 de agosto de 2000 en El Nuevo Herald

Quiero ofrecer a los lectores una visión complementaria a la que presentó Carlos Alberto Montaner el domingo pasado en su artículo Cuba, verano del 2000. Montaner afirma que Fidel Castro regresa al marxismo puro y duro porque sus tres temores principales "se han desvanecido''. El miedo al colapso. La economía se ha estabilizado una vez que la sociedad "se acostumbró a vivir en unos nuevos niveles de miseria''. El miedo a Estados Unidos. Los dos períodos de Bill Clinton "lo convencieron de que el único objetivo de Estados Unidos con relación a Cuba es evitar el éxodo salvaje de la población''. El miedo a una alianza de la oposición interna y externa. La oposición, de dentro y de fuera, no consiguió "forjar una alianza con los `blandos' o `reformistas' de su gobierno''. El escritor concluye que esa actitud conduce a "un creciente deterioro moral y físico de la nación''.

Estoy de acuerdo con los hechos principales que describe Montaner. Hay un deterioro "controlado'' de la economía. También pienso que Estados Unidos no tiene intenciones agresivas contra Castro, y que la oposición no se une a sus aliados naturales, los "reformistas'', para hacer un frente democrático como el del bloque soviético, pero prefiero ver estos hechos desde otro punto de vista.

Creo que Castro endurece su retórica porque tiene miedo, no porque se siente seguro. El comandante no acciona, sino reacciona, porque continúa perdiendo el control de "la calle'', la legitimidad internacional y la benevolencia de la opinión pública.

La economía se "estabiliza'' en un nivel nuevo de probreza, pero Castro ya no la controla totalmente. La detención de la venta de propiedades no es confianza sino freno impotente al avance de sus propios socios comerciales extranjeros y seguidores, los "compañeros empresarios'' miembros de la "familia'' (los "duros'') y de "la clase media burocrática'' (los "blandos'' o "reformistas'').

Castro sabe que Estados Unidos no tiene intenciones agresivas contra él, pero la paranoia es una condición permanente. El comandante está convencido de que alguien, en algún oscuro lugar del gobierno, lo quiere bien muerto. El jefe máximo funciona como ciertas sectas cristianas. Cuando hay calamidad alrededor, anuncian el fin del mundo; cuando hay tiempo de bonanza, se acogen a esa parte de la Biblia donde dice que el final vendrá precisamente cuando todo parezca despejado, para continuar anunciando el Armagedón. Finalmente, no hay una alianza entre opositores y "reformistas'', pero se complementan cada vez mejor, arrebatándole "la calle'' a Castro, es decir, "ocupando'' o compartiendo terreno social, político y económico del régimen. Cuando Castro se vira para darle un golpe a la oposición, los "compañeros empresarios'', le desvalijan la alacena. Cuando da la vuelta y comienza una campaña contra la corrupción, los disidentes salen a la calle.

La evidencia tiende a afirmar que la actividad económica fuera del estado aumenta, y que la oposición se manifiesta cada vez más abiertamente. Incluso a nivel social hay muchos artistas tolerados cuya obra crítica muestra que el discurso de la oposición y de los derechos humanos es popular entre la población y la "clase media''. Me refiero a pintores, cantautores, escritores, dramaturgos, actores y humoristas que ejercen la crítica social y política.

Montaner ve lo que le queda a Castro en las manos, y aún le queda bastante. Yo veo lo que cada día se le escapa a Castro de las manos, aunque no sea suficiente.

Montaner afirma que el país se "desconstruye'', pero lo que ve es que la isla de Castro se desconstruye. El país del que Montaner habla existe, pero me interesa hablar del país que se construye cada día sin Castro. El país de Castro es el pasado, el país que veo es el futuro.

Es cierto que Cuba se deteriora moral y físicamente, pero ese país que se desarma es el que construyó la generación de Castro. Hay otro país, quiero que lo sepan los lectores, que cada día se enriquece moral y físicamente, que escapa con éxito de Castro, y no precisamente hacia Miami. Ese es el país al que yo invito a habitar inmediatamente.

Hay unos cubanos angustiados, obsesionados con la huida, o que esperan impacientes la muerte del caudillo. Pero quiero hablar también de los que están llenos de esperanza, los que no huyen y los que no se han sentado a esperar la muerte de nadie.

La corrupción se democratiza y la disención se populariza. La corrupción no es ya un privilegio de clase alta ("los duros''). La clase media quiere participar en igual medida del modo de vida burgués.

La disidencia, ese martirio practicado tradicionalmente por cinco o diez intelectuales, ex militantes comunistas y revolucionarios, hoy la abordan negros, mujeres y jóvenes a través de actos pacíficos con posibilidades reales de éxito.

La Cuba del 2000 no puede derrocar al comandante, pero en ella tiene menos importancia cada día la figura del gobernante. Gracias a esta visión, quizás algún día los cubanos puedan prescindir de los servicios de la sombra de Castro para conducir sus vidas diarias.

© El Nuevo Herald

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