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Agosto 14, 2000



Que Fidel Castro levante el embargo

Ramon Ferreira. Publicado el lunes, 14 de agosto de 2000 en El Nuevo Herald

El paso del tiempo sobre otros es más fácil de percibir que en el propio. Luego de años sin ver a alguien cuya imagen conservamos en la memoria, quedamos atónitos al verla desmejorada de tal modo que nos hace temer descubrirlo en nuestro espejo. En el espejo de la memoria nos conservamos sin niñez o vejez, simplemente como adultos. Nos vamos adaptando a las transiciones que refleja el espejo maquillándolas como señales de carácter y personalidad, cualidades más valiosas y permanentes.

El aspecto que ofrece Cuba en la televisión, ese otro espejo implacable, no puede ser más revelador del deterioro de 40 años sin maquillaje. No se trata de la pátina del tiempo sobre lo que consideramos irreemplazable: nuestros lugares históricos, paseos, avenidas, edificios, centros de recreo, medios de transporte o simples rincones de añoranzas del pasado. La Cuba en el espejo del lente revela el abandono de quienes han perdido la esperanza de conservar algún vestigio de dignidad cultural, de un desdén por los bienes que nos dio la historia. Son imágenes de una Cuba vieja, sin adultos, de autómatas reaccionando a consignas escritas en paredes derruidas y afanosamente escondida detrás de banderitas de papel, exaltada con altoparlantes y desfiles de obediencia.

Las imágenes son de una Cuba vieja, sin adultos; de autómatas reaccionando a consignas escritas en paredes derruidas y afanosamente escondidas detrás de banderitas de papel

Tal vez Fidel no quiera percibir que Cuba se le cae encima, aunque su arrogancia estudiantil revela una pasión desorbitada por conservarse adulto. Aunque retenga en el espejo de la memoria una imagen de guerrillero, cuya verdadera edad la determina el triunfo, la historia demuestra que no se puede alcanzar dejando ruinas como evidencia.

Hay que levantarle el embargo a Fidel para salvar al pueblo. Esa es la consigna de quienes intentan valerse de los métodos totalitarios de Fidel para hacer negocios. Cuba luce envejecida y Fidel, senil, pero el pueblo siempre es joven, el pueblo trabajador se mantiene adulto. Se hizo adulto cuando se independizó de España y se mantendrá adulto cuando se independice de Fidel. Fidel le robó la juventud a su generación y se la estancó a las que siguieron, usándolas para conservar la suya, obligándolas a vivir mirándose en su espejo.

El aspecto de Cuba no puede ser más desolador. No se trata de una pobreza heredada sino de la degradación de una riqueza saqueada. Las viviendas, calles, medios de transporte y el deambular de un pueblo obedeciendo consignas para poder vivir han producido una vejez externa, un abandono provisional de los requisitos ornamentales de toda sociedad civilizada.

Cuba luce destartalada ajena a un mundo que tiene un cosmético para cada imperfección. Y son precisamente los expertos en diagnósticos de las ansias humanas quienes ven claramente el potencial económico de un país despojado de esas ansias.

Hay que eliminar el embargo totalmente. No basta con enviarle medicinas y alimentos para que el pueblo siga deambulando. Hay que abrirle al capital extranjero ese mercado clandestino, explotar el hambre material y espiritual a cambio de una supuesta misión caritativa. Hay que darle recursos monetarios a Fidel para que termine de educarlo a una obediencia absoluta.

Claro que la solución es económica, si amparar una tiranía es más razonable que heredar escombros. Dinero, dinero y más dinero. Dinero que le permitirá al capital extranjero introducirse en el país y estar presente cuando entierren a Fidel. Su sistema político ha muerto, pero él se sigue aferrando a una imagen que el tiempo se encarga de dar por terminada un día.

Ese dinero indispensable para conservar al pueblo cubano también lo tiene el exilio. No tiene que ser clandestino, como ahora, manteniendo a los familiares en espera de la llegada del mismo día.

Fidel es quien tiene que levantar el embargo, para salvar a Cuba y morir sin deshonra. Tiene que permitir el regreso del exilio, con capital o sin él, simplemente para compartir la juventud de los cubanos que sólamente esperan la oportunidad de disfrutarla libremente. Aunque el capital cubano ofrecería prioridades que solamente ansían y pueden recuperar quienes las perdieron.

Basta una nueva consigna para que Cuba recupere su juventud y Castro acepte el paso del tiempo sobre sus ideas. Gorbachov la llamó perestroika para salvar a Rusia. Fidel puede devolver la juventud a Cuba declarándola patria de todos en vez de vanidad o muerte.

© El Nuevo Herald

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