LA HABANA, Cuba. – Como está ocurriendo de vez en cuando, nuevas fotos intentan convencer de que Fidel Castro está vivo y de que su mente colea. Ahora le ha tocado el turno al niño Marlon Méndez (ocho años), como vimos en la noche del lunes 25 en el noticiero de televisión.
Esta ceremonia con niño es otro regalo por el cumpleaños 88 del dictador. Se suma al Honoris Causa (“por razón o causa de honor”, según el diccionario) de una universidad argentina, al arreglo de la finquita de Birán, a la exposición “Fidel es Fidel” —inaugurada simultáneamente en La Habana y en Berlín—, en la cual Roberto Chile documenta su adoración por el “Dios” verde olivo.
Ya había sonado el feliz cumpleaños cantado por Buena Fe y habían llegado a La Habana las congratulaciones de decenas de jefes de gobierno y satrapías afines, amigos todos de lo que muy seriamente siguen llamando revolución cubana y admiradores del triunfo de la represión histórica en nuestro país.
Son pequeñas compensaciones, pues la verdad es que ya muy pocos lo recuerdan en el mundo. Los jóvenes revoltosos y los artistas estupefactos usan imágenes del Che, no de Fidel Castro, y, dentro de Cuba, tatuarse su imagen fue un truco del rapero Baby Lores que a nadie se le ha ocurrido imitar.
Muchos lo ven hoy solo como una especie de zombie estalinista que se arrastra, a la manera de una vieja vedette, entre recuerdos de grandes actuaciones, entre disfraces que ya no puede usar, añorando las lentejuelas del escenario cuando interpretaba al Mesías de los Pobres o al Salvador del Mundo.
Los que lo obedecían, admiraban o temían, lo llamaban El Caballo, el Uno, el Jefe, el Hombre. La gente común, sobre todo los que lo tuvieron que sufrir, lo llamaban El Fifo, Armando Guerra, Esteban (Este bandido de Fidel), Zoila (Soy la revolución, soy la patria), El Patillas, El Melón (verde por fuera y rojo por dentro), Quien-tú-sabes e incluso, muchas veces, lo nombraban usando un leve gesto (el toque de dos dedos en un hombro o una seña de barba con el índice y el pulgar).
Todo eso ha quedado atrás. Como las miles de promesas que no se tatuó en la piel, según la canción de Ricardo Arjona, que le recuerda: “Caudillo, de la revolución a la avaricia hay solo un par de pasos en la brecha. Su oratoria se hizo experta en la mentira y el debate”.
La mentira y la confusión, sin duda alguna, son el gran legado de un tirano que llegó incluso a la pretensión de hacer creer que él encarnaba, al mismo tiempo, el poder y la oposición.
Algunos se extrañaron cuando, tras la detención de Augusto Pinochet, en Londres, en 1998, acusado de crímenes de lesa humanidad, Fidel Castro expresara su desaprobación y su alarma, apelando a una soberanía nacional que le parecía más importante que este —para él muy peligroso— precedente de tratar a un ex dictador como un simple delincuente internacional.
Haciendo un resumen de los horrores ocurridos durante el gobierno de Fidel Castro, Carlos Franqui —en su libro Cuba, la revolución: ¿mito o realidad?— habla de un millón de presos condenados a un total de 3 millones de años de encierro, de más de 2 millones de exiliados y emigrados y de decenas de miles de fusilados y desaparecidos huyendo de Cuba.
Recuerda además las miles de familias deportadas de la Sierra del Escambray y de otras zonas guerrilleras, de los cien mil detenidos cuando el desembarco de Playa Girón y de las más de cien mil personas enviadas a los campos alambrados de Camagüey (UMAP, Unidades Militares de Ayuda a la Producción).
Hace un par de años, todavía quedaban algunos intentos de ficticias celebraciones populares por el cumpleaños de “nuestro querido Fidel”. En estas fotos se ve una de esas “fiestas”, organizada por la Empresa Gastronómica en la cafetería de 12 y 21, en El Vedado. Aparte de la falta de alegría y del menor ambiente de agasajo, lo único evidente es que la gente acude, como muestran las bolsas, a coger algo de comida al final del obligado discurso de algún jefe barrigón.
Es posible que, cuando crezca y sea un hombre como su padre, el hoy niño Marlon Méndez ni siquiera recuerde qué hizo con las fotos junto a aquel ancianito con ojos de demente.