LA HABANA, Cuba — Muchos cubanos han encontrado en la reparación de teléfonos celulares e inalámbricos, un modo legal de ganar el sustento para casi mantener a su familia, porque hay días que se van sin ganar un centavo.
Jorge Luis Pérez Valdés, un técnico en electrónica de 42 años, que desde hace 2 años se dedica a este negocio, ubicado en Calle Monte #668 entre Carmen y Figura, Centro Habana, La Habana, considera que uno de los beneficios que le reporta el trabajo por cuenta propia es el de controlar personalmente su taller.
“Yo soy mi propio jefe” –nos asegura- “Esa independencia me permite decidir lo que es conveniente o no para mi negocio”.
Según Pérez Valdés, su dependencia del Estado se reduce a pagar su licencia de 110 pesos, moneda nacional (MN) — unos $5.00 dólares aproximadamente–, otros 120 pesos MN ($6.00 dólares) de mensualidad, y un impuesto anual del diez por ciento.
Este técnico en electrónica que labora desde las 9:00 de la mañana hasta las 6:00 de la tarde, nos explica que las dificultades son muchas. El Estado no nos provee de los recursos que necesitamos para realizar las reparaciones. Tenemos que depender del mercado informal, y eso eleva mucho el costo de las piezas de repuesto, además de no siempre conseguirlas a tiempo”.
Jorge Luis explicó que entre los proveedores de piezas de repuesto están las personas que, aprovechando la oportunidadque tienen de viajar, compran productos de mucha demanda en el mercado cubano de los móviles, como son los procesadores, memorias RAM, memorias internas, baterías, carcasas, cargadores y cables de conectividad, entre otros, aunque también están los que proveen chatarra, de las que se obtienen algunas piezas en buen estado”.
Armando González Perea, Otro técnico de 28 años, además de coincidir con las declaraciones de Jorge Luis, agregó: “Mira, además de las dificultades para obtener las piezas, hay gente improvisada metida en este negocio, a la que llamamos “cacharreros”, cuando en realidad son remendones, gente que lo poco que saben lo han aprendido mirando, y eso afecta a los que nos dedicamos a este oficio con seriedad”.
González Perea también aseguró que, “Muchas personas creen que este negocio es muy lucrativo. No te digo que no deje ganancias, porque de lo contrario ya lo habría dejado, pero la lucha es difícil, pero a veces el día se te va sin ganar un centavo”.
Entre las dificultades, González insistió en las malas condiciones de trabajo; en los espacios reducidos donde establecen sus talleres.
“Muchos de nosotros trabajamos en lugares estrechos, que resultan muy incómodos, y por el que tenemos que pagar un alquiler que oscila entre sesenta y cien pesos mensuales (entre 3 y 5 dólares). Es cierto que somos bastante independientes, pero la realidad es que seguimos siendo unos asalariados, porque nuestras ganancias no pasan de 500 pesos moneda nacional (21 dólares). Como puedes ver, no alcanza para vivir, pero alcanza para que no te mueras”.