MIAMI, Florida, marzo -Tras la huida del presidente Yanukovich y la victoria de los opositores pro Europa la evolución de los acontecimientos en Ucrania despierta viejos fantasmas del pasado y pronósticos inquietantes para el futuro. La espiral de la Historia se repite en hechos, que desde nuevas perspectivas reproducen situaciones que se pensaban superadas.
La situación compleja de Crimea y otras regiones situadas en el este ucraniano responde a la explosión de una bomba de tiempo cuyo mecanismo pusieron en funcionamiento los caprichos cruzados de dos personajes de la era soviética. Stalin al colocar en los asientos de la ONU a Ucrania y Bielorrusia como naciones independientes para reforzar el voto de la URSS y Jrushev regalando la parte hoy en conflicto a su terruño natal. Ninguno pudo imaginar las consecuencias en de una Ucrania gravitando fuera de la órbita moscovita y el destino de la zona estratégica donde se asienta la flota rusa del mar Negro.
Apenas dos décadas han transcurrido desde la desintegración soviética y el mundo vuelve a temer por la reaparición de la guerra fría entre Este y Oeste. Se alzan viejos estandartes de un lado y del otro. Lenin se convierte en símbolo de identidad ruso y la bandera de la hoz y el martillo reaparece junto a la tricolor de Rusia para reivindicar la pertenencia de un terreno ganado al imperio otomano por las huestes zaristas.
En el lado ucraniano las reivindicaciones nacionales e independentistas toman cuerpo a la sombra de líderes nacionalistas controversiales. La principal alza la imagen de Stepan Bandera, a quien la organización Simon Wiesenthal acusó de sanguinario colaborador nazi. Proclamado héroe nacional por Víctor Yuschenko durante su estancia presidencial en el 2005, aquel acto despertó recuerdos grises de la historia reciente. En 1941 Bandera declaró la independencia de Ucrania durante la invasión nazi a la URSS. Devino en fiel colaborador de los ocupantes y se le responsabiliza del pogrom que costó la vida a 3000 ciudadanos de Lvov. Que ahora aparezcan carteles en Kiev con el lema Ucrania por encima de todo y pidiendo el hipotético regreso del desaparecido personaje para que ponga orden, no hace una buena idea de esta corriente europeísta que en la Unión reconocen como ultra.
El desborde ultra nacionalista de los que mayoritariamente han tomado las riendas del poder en territorio ucraniano se produce cuando en la propia Unión Europea de observa un incremento de una corriente que se torna favorita en Francia con el partido de Le Pen. Un fenómeno que se repite en Bélgica, Grecia, Holanda, o Noruega con similares partidos xenófobos, algunos de ideología abiertamente fascista, con amplitud de simpatizantes. Un ambiente en el que la pacífica Suiza se pronunció recientemente por el cierre a la emigración europea, en Bruselas piden a los extranjeros de la misma zona euro que se marchen y en Inglaterra el partido UKI gana terreno con un discurso anti europeísta o hasta el mismo ministro socialista del Eliseo decreta la expulsión de los gitanos no franceses asentados en el país galo.
En los cruces de acusaciones de golpes a la democracia, corrupción del presidente depuesto, apoyos a la independencia de una parte o del derecho a decidir de la otra, surgen muchos cuestionamientos difíciles de cotejar. El desarrollo cronológico de los acontecimientos acaecidos desde el inicio de las protestas de Maidán en noviembre del 2013 expone que la razón principal de las protestas estuvo en la decisión del presidente Yanukovich de cancelar el pacto con la Unión Europea para dar preferencias al acuerdo con Moscú. El ofrecimiento de Europa con propuestas poco tangibles debió decidir la balanza por presiones apuntaladas con las ventajas reales de un comercio de fronteras libres y garantías de gas y combustible a precios preferenciales desde el Este.
Fue la inclinación pro rusa de Yanukovich la que marcó su destino y no el acto de encarcelar a opositores o las dudas sobre unas elecciones que ganó por 52 por ciento a su más cercana rival, a la que después envió a prisión por supuestos abusos de poder. Queda abierta la pregunta de lo que habría ocurrido si Yanukovich hubiera hecho una elección diferente a lo que dictaba su inclinación pro rusa ¿Seguiría estando en Kiev como presidente? ¿Se habrían puesto al desnudo sus evidentes derroches en lujos y desordenes económicos?
El futuro tampoco es promisorio para las pretensiones occidentales de Ucrania en una Unión Europea que pone condiciones a los países endeudados de la zona en crisis, que ahora debería asumir el coste de casi 25 mil millones que piden con desespero desde Ucrania, donde el salario promedio es de 100 euros al mes. Mientras tanto la nueva dirección de Kiev entrega la gobernación de regiones pro rusas a multimillonarios oligarcas del país. Una acción catalogada de revolucionaria por Ihor Burakovsky, del Instituto de Investigación Económica y Asesoramiento de Política pero que algunos señalan peligrosa por lo que puede representar en el aumento de la corrupción y la manipulación política desde círculos que concentran el poder económico.
Por su parte a la misma zona Euro se le abren grietas ante la irrefrenable corriente separatista en la parte habitada por mayorías rusas que piden separarse de Ucrania para declararse independientes o anexarse a Rusia. Criticar esta ruptura encuentra aristas en el apoyo que recibió la misma decisión de los albano-kosovares que se escindieron de Serbia. Para Londres la crítica se revierte en el mismo derecho que Gran Bretaña defiende para los habitantes de las Malvinas que reclaman su independencia de Argentina, país con el cual no tienen ninguna conexión étnica y cultural aunque si geográfica.
El rompecabezas político que presenta el contexto de una Ucrania que parece ir irrevocablemente a una partición hace recordar aquel grito desesperado de Mafalda pidiendo parar un mundo del cual ella prefería bajarse. Desafortunadamente la solución del personaje genial de Quino resulta imposible para los que estamos a lomos del planeta. Buscar soluciones factibles y realistas sin llegar a violencias es la única vía aconsejable. Algo que parece no ser tan fácil a pesar de las terribles experiencias de dos guerras mundiales e innumerables conflictos armados que parecen no tener fin.