EL ORO, Ecuador -Un día como hoy 19 de mayo, aunque de 1895, los cubanos se estremecieron ante la noticia de la muerte de su guía. Algunos se resistieron a aceptar la certeza de una muerte que no podía ser real, pues en seres como él, un hecho así resulta inadmisible. Hoy, cuando ha pasado más de un siglo, aún no es creíble. El misterio que le envuelve va desde lo poético a lo místico, de la presunta realidad a la leyenda, de la historia demostrada e interpretada a la resurrección merecida y consumada. Para orgullo de los cubanos José Martí <apareció entre nosotros, en esta Cuba americana, en este santo de pelea> y hoy hemos de recordarle de manera especial.
La célebre frase de la poetisa y ensayista chilena Gabriela Mistral (1889-1957): <el mejor hombre de nuestra raza>, con la que define al más colosal de los cubanos, merece ser rescatada en nuestros días y ser objeto del análisis que merece. La autora de “Ternura, Rondas y Canciones de la tierra”, fue capaz de percibir a José Martí como pocos han podido hacerlo. Apasionada por la obra literaria del que consideró su maestro y guía, hizo valoraciones de profundidad inigualables, aunque en nuestros días, lamentablemente, se le olvida. Téngase presente que la Nobel de literatura de 1945, desarrolló su obra antes de 1959 y se refirió al Apóstol cubano durante sus visitas a Cuba en 1938 y 1953.
Como todos sabéis existe una tendencia a dejar a un lado todo lo que se hizo en pos de la figura y de la obra de José Martí antes del llamado <triunfo de la revolución>. El centenario del natalicio del Apóstol americano en 1953, fue un verdadero acontecimiento, sin embargo, se omite todo lo relacionado con dicho hecho. La propia poetisa chilena estuvo en Cuba, especialmente para las celebraciones del onomástico. Esta actitud asumida desde 1959, hizo que la idea del <mejor hombre de nuestra raza> y del <santo de pelea> expresada por la Mistral, las sabias valoraciones del investigador cubano Medardo Vitier acerca de la espiritualidad martiana y su filosofía y los estudios crítico-biográficos de Jorge Mañach, desde posturas no marxistas, quedaran en el olvido, al no ser citados, comentados y analizados por los <estudiosos actuales>, como también sucedió con el texto: “José Martí el santo de América” de Luis Rodríguez-Embil, quien lo llamó místico práctico y realista activo: <de tradición y cultura occidentales, una de las fuerzas mayores de este mundo>, por solo citar a algunos de los olvidados.
Entre los cambios que tuvieron lugar en Cuba como consecuencia de los sucesos de 1959, la declaración del carácter socialista de la revolución, fue tal vez, el que determinó la represión de la intelectualidad y la falta de libertad de expresión. Esto repercutió de manera especial en el terreno de la creación artística y literaria. Desde entonces la idea del <mejor hombre de nuestra raza>, que presupone concepciones de hombre noble, puro, santo e iluminado y que recuerdan las virtudes del Cristo redentor, negado por el sistema comunista cubano, fue sustituida por el dogma del <Martí antimperialista>, que presupone pues, un hombre fuerte, enérgico, combativo y guerrero, más acorde con el nuevo mensaje considerado revolucionario y con los ideales tomados como paradigmas en el naciente sistema totalitario.
Quisieron sepultar el calificativo de Apóstol, el que mejor lo define, si se considera el verdadero significado de un apostolado. En su lugar aparecía la concepción de héroe nacional. Intentaron negar su peculiar sentido de la religiosidad y su profundo pensamiento filosófico a través de comparaciones y aproximaciones de su pensamiento y enseñanzas con las tendencias socialistas y con concepciones de carácter marxista. Numerosos artículos, ensayos y conferencias abordan a un Martí antimperialista, revolucionario y hasta <autor intelectual> de ciertos sucesos de la historia cubana más reciente. Lamentablemente se dispersaba el talento – porque sin duda, algunos lo tenían- de escritores e investigadores en propuestas absurdas acerca de similitudes entre el pensamiento del genial periodista y ensayista cubano y las ideas de Ho Chi Min, y del Dr. Fidel Castro.
Es cierto que Martí se refirió reiteradamente al peligro que representaban los Estados Unidos para los pueblos de <Nuestra América>. Pero esta idea debe analizarse dentro de los límites de su contexto histórico y no ver más allá de lo que en su tiempo significó. Martí, con ese sentido visionario y ese pensar quasi profético, fue capaz de vislumbrar las contradicciones y analogías, los efectos y causas, los reveses y triunfos de las naciones de lo que él llamó <Nuestra América>. También hemos de considerarlo un héroe, guía, líder y organizador de la gesta independentista de 1895, pero no podemos negar su condición de hombre sabio, santo, iluminado y visionario. Nuestro Martí -que es solo uno- debe ser reinterpretado desde posiciones abiertas, libres de dogmas e ideas absurdas, sin tratar de imponer lo que algunos hubieran querido que el autor de “Versos Libres” hubiera profesado.
Para un sistema que se declaró socialista, que proclamó el ateísmo, que estableció la filosofía marxista como única forma oficial de pensamiento filosófico, resulta paradójico que la figura más representativa de su historia se pronunciara en contra del socialismo, al que consideró un sistema corrupto que llevaría a los hombres a la esclavitud, creyera firmemente en Dios: <Dios existe y se le adora>, declaró en sus “Juicios” y jamás se identificara, aunque si conoció de sus obras, le respetó y le llamó <el pensador más poderoso del mundo del trabajo>, con la enseñanza de Marx. Un Martí socialista, ateo y marxista hubiera sido el hombre ideal para los comunistas cubanos, pero para regocijo y gloria de los no simpatizantes y aliados del socialismo, los religiosos y los no marxistas, nuestro José Martí seguirá siendo santo de América, Arcángel tutelar de la nación cubana, profeta, visionario e iluminado y <el mejor hombre de nuestra raza>.