MIAMI, Florida -“En una plaza sitiada disidencia es traición”. Eslóganes como el que fuera colocado frente a la casa de Oswaldo Payá durante los álgidos días de la Primavera Negra-recordado por estos días en un escrito de la periodista Nora Gámez- están a punto de perder vigencia tras el anuncio de restablecimiento de relaciones entre Cuba y su archienemigo del Norte. La idea de Tania Bruguera para crear un ambiente de libre discusión pública en la Plaza de la Revolución sobre el futuro al que aspiran los cubanos puso temprana prueba sobre este tipo de discursos de barricada al que durante años se acostumbró la gente en la isla.
El abortado intento de tribuna ciudadana se conecta con aquel otro más discreto que tuvo lugar en La Habana durante la Bienal del 2009. Entonces el escenario ambientado al estilo revolucionario primario, con barbudo verde olivo y palomas incluidas, dio cobertura al surgimiento de la blogosfera independiente encabezada por Yoani Sánchez. La realización del nuevo proyecto en el 2014 podía ser el preámbulo para un movimiento opositor más dispuesto al diálogo en una etapa novedosa, favorable incluso para los designios gubernamentales.
Micrófono abierto
Pero la idea de colocar un micrófono abierto en sitio donde se erigen los símbolos sagrados del autoritarismo cubano, bajo una plataforma que se presenta con la irreverencia del #yotambienexijo, aparece a primera vista como una quijotesca ingenuidad de alguien que pareciera desconocer a un régimen tan hermético como intransigente, sobre todo cuando de materia política se trata. Por ello lo llamativo de esta convocatoria en un lugar emblemático para el castrismo, en vísperas de la principal celebración que lo distingue como estado y a una hora en que una leyenda popular coloca el crimen de cierta Lola, pero sobre todo en la que el sol castiga con rigor.
Cabe preguntarse cómo esperaba Brugueras lograr su proyecto prescindiendo de los equipos técnicos oficialistas, únicos con acceso a las instalaciones en aquel sitio y con autoría para hacerlo. Era de esperar que este apresuramiento libertario tuviera pocas probabilidades de prosperar. Peor aún que consiguiera llevar las aguas al molino de los que no quieren cambios. Ya el gobierno había adelantado posibles consecuencias al decir que su realización ponía en peligro los recientes acuerdos y pasos positivos dados entre Cuba y Estados Unidos. Precisamente Raúl Castro había advertido que los adversarios podrían intentar socavar el progreso hacia mejores relaciones entre ambos países. “Harán todo lo posible por sabotear este proceso, sin descartar acciones provocativas de toda índole”. Las palabras de Castro fueron pronunciadas el pasado 20 de diciembre ante el Parlamento castrista, días antes de la convocatoria de Brugueras.
Queda suponer que hubiera ocurrido si el gobierno lejos de evitar el show lo hubiera instrumentado a su favor contando con la estridencia de alguna voz discrepante a tono con el momento, en apoyo de cambios y aperturas dentro de lo permisible. En contraste dispondría de la voz mayoritaria de los que exigirían socialismo y fidelismo hasta el fin de los tiempos.
A tenor con la detención de la artista cubana residente entre Estados Unidos, Francia y Cuba surgen varias interrogantes. La primera es que haya sido admitida sin mayores tropiezos en suelo cubano a donde llegó con el anuncio previo de la idea que traía entre manos y que había promocionado ampliamente en las redes sociales. A pesar de no ser una sorpresa para las autoridades, estas no impidieron su acceso y tampoco hicieron énfasis en que la instalación no sería permitida.
El por qué se instrumentalizó esta propuesta a un punto que llegó a la represión atenuada, según los testimonios de detenidos y testigos, puede llevar a diferentes conjeturas. La primera apunta a una advertencia de cara al exterior ante el momento que se avecina. Algo que ya nos había adelantado el propio Raúl Castro y su hija Mariela. Que nadie espere cambios en el terreno político. De paso poner a prueba los límites de la nueva política adoptada por la Casa Blanca, tanteo superado por Washington que no cayó en la tentación del enfrentamiento. Si el tono hubiese sido otro este habría dado el justificante a La Habana para salir del peligroso terreno que ahora pisan. En definitiva ya obtuvieron su principal objetivo, que no es precisamente arreglar las relaciones con el vecino, como llaman por ahora al país del Norte, sino tener de vuelta a sus prisioneros.
Por ahora el saldo supone detenciones e imágenes de una intolerancia harto conocida y anuncio de imágenes caóticas que no lo fueron. Es notorio que la mayoría de los arrestados fueran parte de la oposición menos radical, aquella que puede hacerle más llevadera a los gobernantes de la Cuba unipartidista esta inusitada etapa que recién se inicia, algo que han pasado por alto los detractores de los giros adoptados recientemente por la administración demócrata en Estados Unidos.
El primer roce
El arresto de Brugueras y varios activistas pro democracia en la isla ha sido destacado como el “el primer roce entre Cuba y Estados Unidos tras una reconciliación que marcó el final del 2014 y la primera ola represiva después del histórico suceso. Es el mensaje llevado a las planas noticiosas internacionales. Acaso algunos datos daban pie a esta aseveración. Mientras 14 y Medio notifica que la artista plástica se encontraba arrestada en la unidad policial de Acosta, Diez de Octubre, Reinaldo Escobar también detenido durante la jornada, afirmaba haber visto a Brugueras vistiendo uniforme gris de presidiaria. Una ilusión óptica o una imagen forzada por las fuerzas del orden puesto que los detenidos en unidades policiales no llevan uniformes de ningún tipo.
Un segundo arresto frente al monumento del Maine a pocas cuadras de la actual Oficina de Intereses de Estados Unidos, donde Tania Brugueras había citado a varios periodistas, fue difundido de inmediato. Los reporteros constataron el momento en que un auto conducido por agentes de civil (léase policía política) se llevaban a la artista quien alcanzó a decirles que se la llevaban, algo que resultaba obvio. Quedaba una tercera detención protagonizada por Brugueras durante el reclamo de liberación de otros detenidos. Para ella se ha cumplido el objetivo. Desde su percepción el performance se produjo dejando al desnudo el rostro y las intenciones de los que gobiernan la Isla.
Empezar a perdonar
Me pregunto a favor de que y de quien demostrar lo que se sabe. Sobre todo si quien lo hace se autocalifica de izquierdas y se ufana de ser parte y contenido del movimiento de protesta Occupy Wall Street. Un conjunto que deja más incógnitas y conjeturas. ¿Realmente creía que un ambiente parecido al que tuvo lugar en New York podría repetirse frente a las oficinas donde funciona el poder que domina en Cuba?
Brugueras lo explica al decir que no se esperaba esta reacción de unas autoridades a las que ella visualiza con miedos a enfrentar una realidad novedosa y cambiante. “¿Por qué no pueden confiar en que haya un cubano que pueda tener, en un momento como este una respuesta entusiasta, y que diga yo también quiero ser parte de ese cambio?”. Según aclara su instalación pretendía lograr un espacio inicial donde la gente diera pasos para compartir y tolerar porque “para hacer esa Cuba que quiere Raúl (Castro) y que quieren los cubanos, hay que empezar a perdonar muchas cosas y olvidarse de muchas cosas, porque si no esto va a hacer un desastre”.
Declaraciones que pudieran dejar abierta la hipótesis de una Cuba dividida también entre castristas que apuestas por un cambio y los que persisten en no abrir ni un ápice y de ser posible volver a las posiciones de trinchera que se pretenden cerrar ahora. Amén de esto la noticia del montaje del performance, las detenciones, declaraciones de prensa y las miradas externas ha dejado por el momento fuera de foco dos hechos interesantes: el arribo casi silenciosos de los 56 años del actual régimen (casi el mismo tiempo que duró la etapa republicana) y el persistente silencio de Fidel Castro ante acontecimientos tan relevantes.