QUITO, Ecuador –Algunos pensaron que el nuevo siglo traería a los cubanos cambios radicales, o al menos ciertas reformas en el orden político, económico y social. El efecto devastador del llamado período especial dejó huellas en un pueblo que acudió a todas las posibles formas de subsistencia. Las carencias, la corrupción, el deterioro ético y moral, la falta de libertad de expresión, la manipulación del pensamiento y en primer lugar: el aislamiento, fueron heredados de un siglo a otro. El terreno estaba preparado para que se produjeran esos “cambios” tan esperados por muchos, sin embargo, han transcurrido quince años y aún no se perciben.
El restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y Cuba, no presupone necesariamente, el cambio radical que ha de tener lugar para que Cuba salga del abismo al que ha sido llevada por parte de la dictadura comunista, aunque, sin duda, se abren nuevos caminos que pudieran pomer fin al aislamiento.
Se puede teorizar mucho sobre este asunto, lo han estado haciendo desde el histórico día en que se dio a conocer el diálogo entre los presidentes de ambos países, pero desde el punto de vista práctico, todos sabemos que el cambio tiene que partir de Cuba, de sus mandatarios anquilosados, los que han mantenido su postura hasta ahora, pero ante todo, de la actitud del pueblo.
Es difícil asumir tan magna responsabilidad, pero los cubanos deben dejar de ser esclavos y de una vez no cooperar con el régimen. Recordemos que el gran Gandhi fue capaz de lograr la independencia de su enorme país a través de la no cooperación. Si dejamos de asistir a los actos patrióticos convocados, de cotizar el llamado día de la patria, o de responder mecánicamente a sus llamados, estaremos asumiendo nuestra responsabilidad como ciudadanos libres. Es hora de que dejemos de ser siervos de los amos y que nos inspiremos en la sabia enseñanza del verdadero maestro, quien precisó: “Yo sé de un pesar profundo, entre las penas sin nombres: la esclavitud de los hombres, es la gran pena del mundo”.
Salir de la esclavitud a que se nos ha sometido es el deber fundamental de los cubanos. No esperemos a que un bondadoso e inteligente líder de otro país venga a modo de salvador, pretender que los dictadores comunistas experimenten cambios de actitudes es absurdo. Lo que no se hizo en medio siglo no tendrá lugar en un instante. La responsabilidad es nuestra. Acudo de nuevo a la profética palabra del Apóstol para que comprendáis nuestra misión:
“Los pueblos que no creen en la perpetuación y universal sentido, en el sacerdocio y glorioso ascenso de la vida humana, se desmigajan como un mendrugo roído de ratones”.
La comprensión del significado de ese “glorioso ascenso de la vida humana” nos llevará por los caminos del saber, del verdadero saber, libre de convencionalismos, de ideas totalitaristas, de esquemas retrógrados y falsos paradigmas. Ese “pueblo culto” que tanto manipuló el anterior presidente, necesita retomar los ideales y principios que en otro tiempo inspiraron a nuestros libertadores de la gesta del final del diecinueve. El cultivo del intelecto nos hará libres. El gobierno cubano teme más a las reuniones de intelectuales que a una marcha popular. Recordemos que la gran reunión de los artistas e intelectuales cubanos del pasado año fue seguida de cerca por los líderes del sistema y se planificó todo para mantener a ciertos dirigentes que a través de estos años se han dejado manipular.
Para no desmigajarnos “como un mendrugo roído de ratones” es necesario asumir de una vez nuestro rol. Evadir nuestro deber no nos conducirá a nada. Se necesita no solo hombres de buena voluntad, sino hombres inteligentes, hombres de fe y esperanza, hombres de libre y amplio pensar, capaces de comprender que los cambios esperados desde hace algún tiempo, solo tendrán lugar cuando cambie la mentalidad y la actitud de los cubanos y no cuando mandatarios enmienden y traten de solucionar diferencias.
Cuando la paradigmática figura de José Martí tuvo conciencia de su deber, que en su caso, se convirtió en algo verdaderamente sacramental, decidió echar su suerte “con los pobres de la tierra”. Pocas veces nos detenemos a reflexionar en su genial verso porque lo hemos asociado a la idea de los desposeídos, marginados y explotados, pero muy pocos lo conciben como la idea de la pobreza del espíritu y del intelecto. El propio autor de los “Versos Sencillos” nos enseñó que era deber del hombre cultivarse por respeto a sí mismo y a sus semejantes. Respetarnos equivale a abandonar ese espíritu servil que a través de estos años ha predominado en las multitudes. Téngase presente que para el Apóstol de la independencia cubana: “Esclavo es todo aquel que trabaja para otro que tiene dominio sobre él”, y ese dominio cesará cuando dejemos de ser ciervos pasivos y seamos capaces de enfrentar con valentía lo injusto asumiendo nuestro deber.