Humberto Toledo
El capitalismo comenzó a llegar a Cuba y Fidel Castro no está dispuesto a seguir combatiendo, se terminaron sus amigos y de la peor manera, la Unión Soviética se hundió sola, el comandante Chávez, jefe de la renovada ilusión anti-imperialista con el petróleo de Venezuela, tampoco está disponible.
La reunión de presidentes en Panamá el 11 de abril de 2015 marca la derrota definitiva del régimen de Fidel Castro después de medio siglo de gobierno dictatorial, represivo y cargado de denuncias de violación a los más elementales derechos humanos. La alianza con la dictadura militar de la Argentina que gobernó entre 1976 y 1983,un capitulo sombrío para las organizaciones de la izquierda nativa -que no mencionan el episodio como si no hubiera ocurrido-, habla del concepto que tiene Castro sobre la democracia y la representación popular.
Pero la alianza existió, como también existió de la mano de Fidel Castro la agresión armada que soportó el país de grupos guerrilleros entrenados en Cuba y con la asistencia en el terreno de militares cubanos que avanzaron en 1963sobre territorio argentino en pleno gobierno constitucional y democrático (Fue Cuba, JB Yofre, Sudamericana ). Ningún gobierno democrático posterior planteó desde Buenos Aires el reclamo correspondiente y sólo el presidente Menem (1989/99) enfrentó de manera drástica en los foros internacionales a Castro.
En Panamá los presidentes de América, desde Canadá hasta nuestro país, recibieron al titular del gobierno cubano Raúl Castro, hermano de Fidel y gobernante en la isla por derecho dinástico, con la expectativa de un compromiso mutuo con Estados Unidos, que ha prometido levantar el embargo comercial a la isla, la respuesta que encontró el gobierno de Washington a la usurpación de bienes y propiedades que el régimen castrista promovió con el triunfo de la revolución en 1959.
Pero Fidel no es el general alemán Alfred Jodl que se hizo cargo de la derrota frente a las tropas aliadas el 7 de mayo de 1945 en Reims-Francia, para firmar el Acta de Rendició . Tampoco el general Wilhem Keitel que hizo lo mismo al día siguiente en un suburbio de Berlín por la irritación de los soviéticos que quisieron tener su “propia” rendición de las tropas alemanas.
Fidel prefirió escapar a la humillante ceremonia, se retiró a tiempo, antes de abrir las puertas del capitalismo en Cuba que será obra del hermano Raúl, de lo contrario sería admitir el fracaso y hacerse cargo de la ruina que deja en el pueblo. Ardua será la tarea de desarmar las dos grandes columnas que utilizó Fidel para mantenerse más de cincuenta años en el poder, el ejército y la pobreza generalizada.
Ningún sector, ningún territorio interno en Cuba, posee algo más que el resto, todos son pobres y dependen pura y exclusivamente del gobierno.
Funcionó mientras Fidel se sometió a la estrategia de la desaparecida Unión Soviética, intercambiando soldados que marchaban a combatir en África por petróleo y alimentos. Después fue el turno del presidente de Venezuela Hugo Chávez, cuando la URSS se derrumbó por peso propio. El canje esta vez fue de médicos y maestros por petróleo, que los opositores venezolanos denunciaron como “demasiado interesados” en la situación interna del país, velada acusación de espías.
El fracaso de Fidel es un balde de agua fría para los miles – quizás millones – de argentinos que admiran al anciano comandante, comenzando por los líderes políticos del gobierno kirchnerista, como lo demostró Néstor Kirchner y luego Cristina siguiendo el mismo derrotero .
Esta masa crítica, donde sobresalen los profesionales, artistas, intelectuales, comunicadores sociales, ¿habrá influido en el resultado de la gran encuesta mundial que realizo el Pew Institute donde aparece la Argentina como el país “menos” capitalista del mundo?
Pero no solo ellos. Cuba comienza ahora a recorrer un camino incierto, alejado de la previsibilidad que reinó durante más de medio siglo, donde todos sabían que nacían y morían pobres. El piano del restaurante Las Ruinas, ubicado apenas afuera de la Habana, en el parque Lenin, envolvió por décadas a los argentinos soñadores en la revolución anti-imperialista.
El piano pasó a silencio, quedaron Las Ruinas.