LA HABANA, Cuba, agosto (173.203.82.38) – El lado “positivo” de la miseria en que vivimos es que el cubano medio no incluye en su dieta algunos alimentos nocivos para la salud. El lado negativo es que, al mismo tiempo, nos vemos obligados a consumir otros que debieran excluirse de una dieta sana y no tenemos acceso a muchos que supuestamente tienen efectos benéficos para la salud, según los científicos.
He leído sobre una reciente investigación de The Johns Hopkins Hospital, de Baltimore, que asegura que el cáncer puede ser combatido, de forma más eficaz que con radiaciones o quimioterapia, “matando de hambre” a las células cancerígenas. Para quitarle el alimento a las células malignas se debe eliminar el consumo de carnes rojas, azúcar, leche, café, té y chocolate.
Para los cubanos de cierta edad, la carne roja es solo un distante recuerdo de tiempos mejores, y para los jóvenes, algo exótico o desconocido. El precio de la de cerdo es casi inaccesible para los que viven del salario medio. El azúcar está racionada y la leche también se vende racionada a los niños y solamente hasta los siete años, a razón de un litro diario de leche fresca por niño, o el equivalente en polvo.
La recomendación de los investigadores del Johns Hopkins es que la dieta incluya un 80% de vegetales frescos y jugos, granos, semillas, nueces, almendras y sólo un poco de frutas, para poner al cuerpo en un ambiente alcalino, que resulta impropio para las células malignas.
Y aquí viene lo malo: las frutas y vegetales prácticamente desparecieron de Cuba principios de la década de los noventa, y muy recientemente han reaparecido unas pocas, pero también a precios que las mantienen fuera del alcance del salario promedio.
Los granos escasean y son también caros, las nueces y almendras ya no se ven, y el sustituto recomendado para el café y el té; el té verde, solo se consigue en divisas.
En fin, que ni aunque el Estado benefactor “nos proteja”, evitando que comamos carne roja, leche, chocolate, café y otras cosas malas para la salud; no nos salvaremos del cáncer, porque aparentemente se le ha olvidado darnos acceso a los sustitutos recomendados para tener una dieta saludable. Y lo peor es que, si a pesar de todo nos salvamos del cáncer del cuerpo, seguiremos expuestos a ese otro cáncer, quizás peor, que hace medio siglo invadió nuestras vidas y nos corroe el alma.