LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -Hace unos días fueron anunciados los resultados del concurso de ensayos del Premio Casa de las Américas correspondiente a este año. Dirigió mi atención hacia esta cuestión la doctora Maybell Padilla, una de las pocas personas que en Cuba pueden ufanarse de haber obtenido tres títulos universitarios: en Historia, Derecho y Teología. Ella desarrolla una intensa actividad al frente del sindicato independiente Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos.
Entre las variadas materias que interesan a esta intelectual disidente, se encuentra el de las religiones afrocubanas, al que ha dedicado décadas de estudio. Con diversas obras relacionadas con ese tema ella ha concursado en todas las ediciones del Premio que han tenido lugar durante los últimos ocho años. En la de ahora lo hizo con el título Afrodescendientes (Identidad y prejuicios religiosos).
Pese a esa participación activísima, cuenta la también abogada agramontista que, por primera vez en todos esos años, no la invitaron al acto de premiación. Se enteró de ese evento a través del Noticiero Nacional de Televisión. ¿Se deberá ello a la actividad independiente que realiza al frente de su gremio alternativo? Es probable.
En cualquier caso, en esta edición del Premio Casa de las Américas no fue ésa la única “primera vez”: Otro aspecto inédito de este concurso es que el principal galardón recayó en una dirigente política del mundillo intelectual: Zuleyka Romay, quien da la casualidad que es la actual directora del Instituto Cubano del Libro.
Lo anterior implica que es ella quien tiene la última palabra con respecto a qué obras son editadas en la Isla y en qué condiciones. Entre quienes pueden ser publicados o no, según lo que decida esa señora, se encuentran —¡no faltaba más!— los miembros del flamante jurado que la laureó.
Me comentaba un amigo que —lo reconozco— es bastante exagerado y tiene una lengua particularmente venenosa: “Eso equivale a que, en una competencia de mafiosos de Chicago celebrada en los años treinta del siglo pasado, el primer premio hubiese sido otorgado al participante Al Capone”…
El resultado de ahora está vinculado con las bases que rigen en la lid. En un inicio, como suele hacerse en cualquier concurso que se respete, los autores de las diversas obras enviadas a “la Casa” participaban con un seudónimo, pues se suponía que los trabajos eran anónimos. Como es natural, esto determinaba que los jurados desconociesen a quién favorecían o preterían con su decisión, o que —al menos— pudieran alegar ignorancia sobre esa cuestión.
Pero hace varios lustros (por coincidencia, esto ocurrió tras los cuestionados galardones otorgados al poeta Heberto Padilla y al dramaturgo Antón Arrufat), los jefes castristas decidieron que una regla como ésa no se ajusta a la naturaleza supuestamente superior del sistema comunista. Ahora, para participar, hay que hacerlo con nombre y apellidos, lo que supongo que venga de perillas a todas las zuleykas que en el mundo han sido y son.
En esta edición del Premio Casa de las Américas también por primera vez el jurado otorgó una mención. Dadas las características de la persona galardonada, no falta quien se pregunte: ¿Habrá correspondido ese accésit al verdadero ganador? Al menos, así lo piensa la doctora Padilla, quien expresa de modo terminante: “Para mí, la mención es el premio”.
Hay que decir que los jerarcas de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) —entidad de la cual, como otros disidentes, fui expulsado en castigo por mi postura contestataria— se consideraron en el deber de respaldar de manera clara la decisión adoptada por el jurado de marras. Para ello organizaron un acto en la Sala Villena de su sede central. De nuevo, tal cosa sucede por primera vez.
¿Por qué tantos acontecimientos inéditos relacionados con el concurso de ensayo del Premio Casa de las Américas 2012? ¿Será que los “intelectuales orgánicos” del castrismo piensan que tienen algo que hacerse perdonar?